viernes, 12 de marzo de 2021

Semana Santa

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P. P. Mateos

Ntra. Sra. de las Angustias | Foto: Mª Jesús Herrera
12-03-2021

Se acerca una vez más la Semana Santa, y nos alegramos por poder celebrar el Misterio Pascual de Jesucristo, su muerte y resurrección. A ello nos ayudan la liturgia del Triduo pascual, e inseparablemente, las procesiones y otros actos de piedad que nos introducen con su plasticidad y pedagogía a vivir lo esencial. Pues estos ejercicios piadosos, «han de estar de acuerdo con la liturgia, deriven en cierto modo de ella y conduzcan al pueblo a ella, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos» (SC 13). Gracias a las hermandades y cofradías que lo llevan a cabo, pues cada vez lo hacen siguiendo más el camino que nos señala el Concilio.

Pero quisiera con mis palabras, sobre todo, hacer una llamada a la conversión penitencial, y de vida nueva en el seguimiento a Jesús que conlleva la celebración de la Semana Santa.

Una vez que comenzamos a tener noticias de la suspensión de la Semana Santa, según las noticias que viajan por la red de internet o la televisión, se traduce en la suspensión de las procesiones y algunas actividades más. Por otro lado, circulan en paralelo otras noticias que llevan propuestas para «salvar la Semana Santa» y que se circunscriben a exposiciones, aunque estas sean de pasos estáticos, y conciertos básicamente. Estamos ante la Semana Santa de la apariencia, del turismo y de la economía, algo así como la Navidad del espumillón y las lucecitas. Comprendo el momento actual y la necesidad que de ella tienen muchas familias cuyo acontecer diario está tan influido por el devenir de esta situación que lastra el turismo, puede que por segundo año consecutivo. Me solidarizo con ellas y rezo por ellas.

Sin embargo, es necesario plantearse la Semana Santa, la que da origen a todo lo que celebramos desde el Domingo de Ramos hasta la Pascua de la Resurrección del Señor. Cada cristiano es «otro Cristo». Por tanto, podremos plantearnos vivir personalmente esta Semana Santa de forma genuinamente cristiana, cosa que nunca debería haber faltado, y presentar todos los que podamos, según la situación, en las celebraciones litúrgicas el recorrido de la Iglesia en la calle. Unidos a Cristo en su misterio pascual ese recorrido vital que debe estar impregnado de entrega y de perdón.

Imaginemos que todo creyente vive la Cuaresma preparándose mediante la penitencia: ayuno (sobre todo de vicios), oración y limosna para llegar la Semana Santa. Fruto de esa preparación puede reconciliarse con alguien a quien solo le ha ofrecido rencor durante años. Al final de la Cuaresma alguien puede llegar preparado para compartir con un enfermo sin curación un tiempo semanal que comience en la Semana Santa. Otra posibilidad puede ser que alguien se prepara para compartir mensualmente parte lo que dedica a su ocio con los pobres… Son acciones que no podemos realizar por nosotros mismos, tanto si son muy intensas como si son duraderas en el tiempo ya que tiene que llegar el efecto rebote –desengaño– a través de la rutina o de otras causas como el mal hacer de los beneficiarios, que también son humanos, y quedar frustrados nosotros, peor que al principio. Necesitamos al Señor que camina con nosotros y nosotros debemos caminar con Él, tratar con Él diariamente. El mismo Señor nos lo dice «sin mí no podéis hacer nada».

La Semana Santa revelaría que Cristo sigue muriendo y resucitando para nuestra salvación, que su Misterio pascual es fuente de vida. Que podemos celebrar toda la liturgia sin restricciones, todos nos ofreceríamos con el Señor en su pasión, muerte y resurrección de un modo más pleno; que no podemos todos, los que lo puedan celebrar dentro de la normativa que se hagan eco de lo suyo de todo lo de los demás, que sería bastante más de lo que ellos llevasen. Que puede resultar embellecida con desfiles procesionales, mucho mejor, pero si no, las procesiones estarían en la calle en la espiritualidad vivida por los creyentes, en grupos o personalmente, y Cristo se mostraría al mundo en todo su esplendor creído, predicado y adorado.

En una Cuaresma-Triduo pascual como los propuestos seguir las ceremonias por la televisión tendría una dimensión muy diferente porque, de facto, serían por sí solas una verdadera comunión espiritual, que ya se habría producido en la vida corriente. Una comunión espiritual no solo con los hermanos sino también con Cristo Nuestro Señor ya que habríamos muerto a nosotros mismos, nos habríamos negado, y cargado con nuestra cruz, para seguirle esforzándonos por vivir con su ayuda el Mandamiento Nuevo del amor.

Tiempos de pandemia deben ser tiempos para el amor y para la prudencia, no para el miedo, el fracaso, la depresión y la fatalidad. Morir moriremos todos, la cuestión está situada en cómo moriremos. ¿Qué testamento quiero dejar? No me refiero al testamento de los bienes, ni tampoco al que llaman testamento vital. El legado de Cristo nuestro Señor es preferir la muerte antes que dejar de amar. Como quiera ser recordado, así es como debo vivir.

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