miércoles, 22 de diciembre de 2021

Espíritu de Asís en la Navidad Franciscana

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 Félix Torres

Navidad Franciscana | Foto: Pablo de la Peña

 22-12-2021

«… Miiiil euros…»

El sonsonete de los niños de San Ildefonso resuena murmullante en mi viejo aparato de radio –que en estos tiempos de podcasts y digitalización cualquier transistor está ya obsoleto– acompañándome en el silencio del despacho, mientras pretendo rematar una semana que aún está en su mitad, en este día que, además de abrir las puertas al invierno, es el primero para comenzar a celebrar una nueva Navidad. Porque este día de la lotería es el que abre las puertas a la esperanza desesperanzada, a la solución ideal a todos los problemas de cuantas lecheras de cuento habitan dentro de nosotros y a todas esas ilusiones tan efímeras como el propio sorteo lotero, mientras apenas reparamos en que el acontecimiento ya inminente de la Natividad es uno de los ejes que vertebra, no sé si bien o mal, nuestra vida de cristianos.

Distraído, manoseo el cartel que anuncia la Navidad Franciscana para hoy mismo. Esta tarde, en el templo que los que nos sentimos franciscanos hemos tomado como refugio para nuestra caridad, se repetirá, en la persona de Jesús Martín (que me resisto a llamarlo Jes Martin’s) encarnando al santo de Asís, ese acto sencillo e íntimo de adoración al recién nacido. Es teatro, sí, pero con el sentir no solo de cuantos nos sabemos hermanos, sino del propio san Francisco.

Rememorar al santo de la sencillez, en un «belén» casi tan rústico como aquel que él mismo representase en Greccio, será la mejor forma de abrirnos a una Navidad ajena a ruidos consumistas y luces chabacanas. Pero será también el momento para agradecer a Manolo y Sissi (que me resisto a llamarles José Manuel Ferreira e Isabel Bernardo) esa preocupación por que todo esté en su sitio, por que la representación sea un éxito en su propia humildad y por los desvelos para llevarnos hasta el mismo pesebre del Nacimiento acompañando al santo Francisco a reverenciar a ese niño al que habremos de acompañar hasta su misma Pascua Florida.

Manoseo el cartel de nuestra Navidad Franciscana, mientras la cabeza se me marcha, sin querer, hasta lo que hace apenas un par de meses fuera la celebración del Espíritu de Asís. Quizá porque, en los hilvanes invisibles de la fe, no hay mejor vínculo que esto con aquello. Celebrar el nacimiento de Dios encarnado recordando lo que ya durante treinta y cinco años se perpetúa como símbolo del ecumenismo en la oración. Un espíritu que, imbuido por Juan Pablo II (no podía ser sino santo), llama a olvidar cualquier conflicto, en cualquier parte del mundo, para rezar en comunidad siguiendo su consigna: «estar juntos para rezar, no rezar juntos».

Rezar juntos manteniendo las propias creencias, pero con el respeto de quienes creemos que nuestra oración es concordia. Orar en comunión de credos con un único objetivo para todos. Reconocer que desde nuestras diferencias podemos alcanzar la construcción de la paz cimentada en nuestro diálogo con Dios (llamémosle como le llamemos). ¿Y no es este el verdadero espíritu de la Navidad? ¿No es el Espíritu de Asís? ¿No es lo que deberíamos procurar cada día de cada mes y no solo aquel día de octubre o este de diciembre?

Así que, gracias Manolo, Sissi, Jesús y a todos los anónimos colaboradores imprescindibles. Porque con vosotros podremos trasladar a esta tarde aquella otra del 28 de octubre, unir sus espíritus y nuestras oraciones y celebrar, al amparo de san Francisco de Asís, la Navidad Franciscana de Asís, dejándonos llevar por la delicadeza de una excelente puesta en escena fruto del esfuerzo cariñoso y desinteresado de todos vosotros.

Será un momento único en el que yo –permítaseme la inmodestia de sentirme protagonista– disfrutaré de la paz en oración e intentaré hacer mías las palabras del santo Papa: «Proclamar ante el mundo que la religión no debe ser nunca motivo de conflicto, de odio y de violencia». Aunque, en mi debilidad, solo sea por ese rato en la iglesia de San Martín mientras disfruto la Navidad Franciscana.

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