lunes, 7 de marzo de 2022

Cuando nos tocan las narices

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 J. M. Ferreira Cunquero

Hermandad Franciscana. Patio Chico | Foto: Vicente Sierra Puparelli
 07-02-2022

Estamos en vísperas de descifrar en las calles la gran incógnita que en estos momentos bulle con temblor expectante dentro del seno dirigente de la movida cofrade.

Es posible que las cofradías que custodian esas imágenes de reconocible devoción, como puede ser la de Nuestro Padre Jesús Rescatado, vivan con cierta tranquilidad estos días de pandemia tan insólitos. La devoción, al ser parte del alma de la religiosidad popular en su más pura esencia, hace posible ese vínculo que genera la necesidad del reencuentro tradicional con la calle.

El resto de cofradías, supongo que se van acomodando a las dudosas expectativas que provocan cierta inquietud, al calibrar la participación de los cofrades en las procesiones después de este parón epidemial, que sigue modificado nuestras vidas bajo el imprevisible manto del miedo.

Y es que, aparte de las duras experiencias que hemos sufrido cerca de quienes han soportado las consecuencias terroríficas de este puñetero virus, las redes y los enredos acogen y expanden al por mayor rumores y bulos. Sí, el imperio de la desinformación difunde la mentira camuflada de verdad, con el patrocinio de la dejadez y el pasotismo catastrófico de unas administraciones públicas ambiguas, que en este momento no acaban de afinar con cordura las normas definitivas que todos esperamos.

A un mes de contemplar de nuevo las imágenes callejeando por nuestros sentimientos, seguimos inmersos en todo tipo de suposiciones y perniciosas sugerencias, comprobando la escasa importancia que se le da a las estructuras semasanteras que mueven a mucha gente por las calles del territorio comunal.

Para vestir el cabreo argumentalmente, basta solo recordar las Cabalgatas de Reyes, los festejos patronales y este Carnaval reciente que nos han dejado ver cómo, mientras la normativa para el cachondeo público abre el embudo permisivo de las componendas, para la Semana Santa cofradiera se intuye que pueden de alguna forma tocarnos las narices. No hay que olvidar cómo se azotó públicamente a nuestra Iglesia con todo tipo prohibiciones hace apenas unos meses. Mientras podían entrar en el espacio de un autobús 50 personas, en las iglesias más enormes que podamos imaginar solo lo podían hacer 25. ¿Cabe mayor despropósito?¿Es para confiar en tan demenciales responsables de la cosa politico-sanitaria?

Lo más insoportable fue comprobar cómo las absurdas explicaciones políticas, en algún dirigente de la Semana Santa, se convirtieron en hogareñas comprensiones que aceptaban los variopintos e irracionales argumentos infantiles que machacaron los derechos de los católicos por estas tierras que siguen sembrando por doquier el conformismo.

Solo nos queda desear que la lluvia se cite cuanto antes con el campo para sosegar a los climáticos agoreros que predicen el vendaval durante los Semana Santa y que nos abrace toda la dignidad posible, mientras la presencia masiva de penitentes en todas y cada una de las procesiones, erradiquen las cábalas que, como decía principiando estas letras, son estos días parte de nuestro desasosiego…


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