La única vez que tuve la ocurrencia de poner en valor la positiva trayectoria de José Adrián Cornejo como presidente de la Junta de Semana Santa de Salamanca, me cayó un rapapolvo de los de época. Era un mero detalle sobre algo puntual, pero él se lo tomó como un elogio desmedido que no venía a cuento. La discusión se zanjó con lo que siempre respondo a mis queridos aludidos: Los que escribimos no torcemos el surco, por mucho que se nos ruegue, cuando opinamos por medio de la escritura sobre cualquier cuestión publicable o publicada.
Y ahora que acaba de recibir, por su trayectoria como máximo responsable de la Junta de Semana Santa, el más que merecido reconocimiento por parte de la Tertulia Cofrade Pasión de Salamanca, es el momento de referir, valorando positivamente sin cortapisas, a quien creo que ha dejado inscrito su nombre como uno de los mejores dirigentes que tuvo la Semana Santa en su historia recientemente conocida.
Cuando digo esto no se me va de la mente algún presidente o secretario de otras épocas muy complicadas en las que dieron cuanto tenían por mantener viva la llama cofradiera, que andaba medio apagada en los sótanos de la indiferencia tanto eclesial como cofrade. Recordar algunos de aquellos curas insensibles ante el fenómeno religioso popular, la verdad, da grima y demasiado asco.
Por esto surge mi cariñoso recuerdo hacia aquellos sacerdotes y dirigentes que en tiempos tan convulsos se dejaron la piel por la Semana Santa procesional, junto a cofrades dignos de admiración como, Escudero, Froilán, Moneo, Bernardo García, Primo, Tomás Martín, etc.
No es hora de analizar las condiciones ni las problemáticas que Cornejo se encuentra al ser nombrado presidente de la Junta, pero lo cierto es que el balance de estos años deja en una posición claramente destacada a nuestro más que querido y reconocido José Adrián.
Que cometió errores o no satisfizo la pretensión particular de la cofradía de turno…, claro que sí, como ocurre en cualquier situación de la vida, cuando alguien con responsabilidad tiene que tomar decisiones.
Recordaremos, la personalidad de Cornejo rozando la osadía algunas veces, cuando, en las reuniones de la Junta, nos abroncaba como si fuéramos alumnos de primaria, desde un desmedido intento por hacernos ver que la Semana Santa, con todo lo que representa, debería estar por encima de los intereses particulares de cualquier cofradía. Nuestro silencio delató muchas veces la razón que tenían sus palabras.
Creo que el galardón Francisco Rodríguez Pascual viene a reconocer públicamente la labor de un buen tipo que se dejó sus horas (pese a serios problemas personales) por nuestra Semana Santa y doy por seguro que, en el cielo, el cura carbajalino y claretiano, que da nombre al galardón recibido, lo estará celebrando como lo hacemos todos nosotros en estos días.
¿Cómo no reconocer la metamorfosis que ha sufrido para bien, bajo su mando, el Pregón de la Semana Santa? Excluyéndome de tal referencia, creo que, durante el mandato de Cornejo, hemos disfrutado con pregones y pregoneros que hicieron posible que eclosionasen del Liceo esencias cristiano nazarenas de gran nivel cultural y religioso. Claro que pudieron ser otros, pero los que fueron, dieron la nota de su gran talla, situando cada año el listón de las expectativas en lo más alto de nuestras preferencias.
El Pregón y el Miserere de Doyagüe marcan un hito en la trayectoria de este presidente, que atesoró la virtud de saber escuchar, sin omitir algún golpe sobre la mesa de los desencuentros cuanto tuvo que tomar alguna decisión ciertamente complicada.
Creo que el reconocimiento de su labor quedó patente con el largo y agradecido aplauso de todos los hermanos mayores de las distintas cofradías, congregaciones y hermandades de Salamanca, el día de su despedida en la Casa de la Iglesia.
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