jueves, 22 de septiembre de 2022

Winter is coming

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Jesús A. Alonso Cuesta

Penitentes ante Ntra. Sra. de la Soledad | Foto: Alfonso Barco
22-09-2022

El pasado 1 de agosto se cumplieron veintiséis años de la publicación de Juego de Tronos, la primera de la serie de novelas fantásticas llamada Canción de Hielo y Fuego, escritas por George R. R. Martin. Hace algo más de once años que esas novelas saltaron a la pequeña pantalla, convirtiéndose en todo un fenómeno social que aún hoy sigue vigente. En las primeras páginas del libro y en los primeros compases del primer capítulo, uno de los protagonistas emite una de esas frases que traspasan la pantalla y se implantan en el propio vocabulario, al menos de los televidentes: Winter is coming. Para los que no son demasiado aplicados en el idioma de Shakespeare, Se acerca el invierno. La sentencia de Lord Eddar Stark es un augurio sombrío de lo que está por venir, la lucha final entre la vida y la muerte.

Y ahora yo, sin ser el Guardián del Norte, ni mucho menos, en estos días de septiembre, que siguen a las fiestas de nuestra patrona, no dudo un instante en emitir el mismo veredicto «Winter is coming». Sí, se acerca el invierno y no solo el meteorológico, sino el cofrade.

Tras unos años en que algunos veíamos el ocaso del otoño, pese a que los señores de las Grandes Casas indicaban todo lo contrario, llega el invierno. El cambio climático vestido de pandemia ha acelerado el proceso, pero esto no es sino un pequeño empujón al declive que, desde hacía al menos una década, se veía venir. Muchas son las causas que han propiciado este «combate» del que nuestra Semana Mayor difícilmente saldrá beneficiada. No obstante, citaré algunas de ellas.

La primera, y para mí más importante de todas ellas, es el olvido por los «antiguos dioses», entendiendo por ello la costumbre y tradición de la Semana Santa Salmantina. Hemos venerado a nuevos dioses, sureños en algunos casos, norteños en otros, pero foráneos al fin y al cabo, acabando con nuestras señas de identidad, talando uno de nuestros arcianos más antiguos, como es la procesión general del Santo Entierro. También me atrevería a decir que se han olvidado «antiguos dioses» en forma de imágenes y devociones: Salud de Tejares, Cristo de los Milagros, Borriquita o Esperanza son claros ejemplos de cómo los «dioses» del pasado han sido devaluados o, peor aún, condenados a una transformación contra natura, única y exclusivamente para poder encajar con las nuevas modas estéticas de nuestro Poniente.

La segunda causa no es otra que el exilio de tantos y tantos valerosos caballeros que, cansados de bregar en batallas sin sentido y al mando de señores de escasa enjundia, han decidido probar sus lanzas y escudos en otras latitudes, quedando así la pobre Salamanca como trono de señores de menor valía, que difícilmente podrán hacer frente al duro invierno que se acerca.

Y es que esta es la tercera causa, la pérdida de carácter y carisma de los señores de las Grandes Casas. La práctica totalidad de las Casas tuvieron a lo largo de su historia, grandes señores que gobernaban de forma brillante el devenir de sus «súbditos». Entendían que las Casas solo tenían un camino, el del crecimiento y la mejora constante. Pocos grandes señores quedan en nuestra Semana Santa, quizás Miguel Hernández sea el último de ellos y ya tiene los días contados al mando de la Casa cofrade más importante de la ciudad.

Ahora son señores personas escasamente preparadas, cuyos méritos (salvo honrosas excepciones) son, únicamente, saber escalada de manera profesional o la ausencia de caballeros mejor preparados que ellos. Para mayor desgracia, algunas casas están inmersas en guerras civiles, más o menos visibles, entre contendientes igual de capaces o incapaces según la perspectiva desde la que se mire. En definitiva, se ha pasado de la excelencia a la supervivencia y, en muchas casas, a la decadencia.

Por último, volvemos al olvido. Los que ahora tendrán que batallar contra el crudo invierno no son más que hijos del verano. Hombres y mujeres que creen que la «larga noche» de los años setenta no es más que leyendas y cuentos que los viejos cuentan de vez en cuando para asustar. Los que ahora luchan contra el devenir de una tradición de más de quinientos años de historia apenas conocen lo ocurrido hace tan solo cinco décadas. Y es que, olvidar el pasado es estar condenado a repetirlo.

Y en estas estamos, concluyendo las fiestas de la Virgen de la Vega (otro de los «antiguos dioses» olvidados), ante el invierno más duro que se recuerda. Se acerca el invierno y este puede que sea letal para muchas Casas, puede que muchas no vuelvan a ver una primavera. Es el momento de unirnos contra la oscuridad que aparece en el horizonte, es ahora o nunca, «Valar Dohaeris» o, como dijo el protagonista de nuestra verdadera historia, «hemos venido a servir, no ha ser servidos».

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