Entre la Santa Cruz, que se une a los Dolores, y el día de
san Miguel la tropa cofrade comienza a despertar. Los rigores del estío
declinan, el curso comienza, Vera Cruz, Dominicana y Franciscana calientan
motores, la Coordinadora, remozada por el cesante, anuncia sus actividades, Pasión en Salamanca vuelve a la carga
con su digital y Álex arrea las primeras cornadas mientras Tomás González, mi
pariente, prepara el ungüento para sanarlas. Hemos vuelto. Y este año sí que va
en serio, que en el anterior teníamos al bicho con nombre de letra griega
amenazando con dar las primeras dentelladas.
Ha llegado el momento de comprobar realmente el impacto de
las secuelas de la pandemia. El curso concluso, ya bastante normal, se salvó
con más dignidad de la que se pensaba. Ahora queda por ver si decaídas las
restricciones volvemos de verdad a la situación de 2019. A la Iglesia local
llegó el recambio en la cabeza, deseado y esperado por ver si salía de su
letargo. Pero nueve meses después todo sigue igual, porque aquí no cambia nada.
Bueno, algo sí pudo cambiar y para bien. Las cofradías, durante
unas semanas, contaron con tres miembros en el Consejo Pastoral Diocesano. Daba
gusto leer el decreto del obispo con doble cátedra, con esa firma preciosa, de
clara y cuidada letra, nombrando a Primitivo Moya, Beatriz Dudes y Ana
Iglesias, laicos de los diferentes sectores apostólicos en representación de
las cofradías. Su excelencia reverendísima, el canciller-secretario, daba fe de
que todo lo afirmado era cierto y le creímos. Pasábamos de uno a tres y el
corazón se nos esponjó, porque, entre otras cosas, quien suscribe estaba
equivocado en sus apreciaciones pascuales y en Calatrava sí que interesan las
cofradías. Todos nos alegramos por Primi, Bea y Ana, porque con ellos parecía
que íbamos a tener una buena defensa. Pero el gozo en un pozo, quién lo iba a
decir, porque los nombres de las chicas, puede que guerreras, desaparecieron
casi por ensalmo de la Web del obispado y dejaron a Primi ante el peligro más
solo que Gary Cooper. Como siempre, tras la hedionda deposición, aquí no se
dice nada, ni nadie rinde cuentas.
El jefe del asunto para esto de las penitenciales en
Salamanca, mi buen amigo Fran, andaba un poco mosca, porque a él le llega la
nueva del fugaz triple nombramiento por la prensa. Si le sirve de consuelo, a
su antecesor Cornejo tampoco le decían ni pío. La campaña aquella de «la
Iglesia escucha» quedó muy bonita cuando la presentaron hace unos años.
Pasaron varios sectores de la sociedad por el auditorio, fueron recibidos con amabilidad,
hablaron y se les escuchó. No sé si sirvió para algo o no, pero escuchar, se
escuchó y en los cuadernos con gusanillo de los escuchantes algunas notas
quedaron.
A las cofradías también se las escuchará, digo yo. Lo único
es que a quienes escuchan de manera habitual son el delegado diocesano para
apostolado seglar, que nombra el obispo, el consiliario diocesano para
cofradías, que nombra el obispo, y de guindas a brevas a los miembros de la
Coordinadora Diocesana de Cofradías, que nombra el obispo. A Fran, o a Moisés
en Peñaranda, que me da lo mismo, aunque los ratifique el obispo, los eligen las
cofradías, así que cada uno saque sus conclusiones.
Nuevo curso y nuevas ilusiones, pero por arriba, al menos de
momento, sopla poco el viento y apenas se mueve nada. La vida sigue poco más o
menos. También para Bea y Ana, que aparecieron y desparecieron en el Consejo
Diocesano sin llegar a pisar siquiera la moqueta calatraveña.
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