viernes, 14 de octubre de 2022

En puntas

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Álex J. García Montero

Momentos previos al desfile de la Hermandad Dominicana | Foto: Javier Barco

 14-10-2022

En los toros, parece que hay dos situaciones en las que se permite el afeitado. Una, obvia, la de las corridas de rejones, donde la seguridad de los equinos juega a favor de estos. Otra, en los festivales o en algún festejo popular, puesto que los toros empleados no suelen ser demasiado «ofensivos».

Torear en puntas sería el deseo de cualquier rejoneador, pues el arrimarse al cornúpeta, sin que este hiera al caballo, podría suponer la verdad hecha albero sobre cabalgaduras. Algún rejoneador que lo ha probado, ha tenido que desistir, pues la piel del caballo es tan fina que al mínimo derrote despunta y desgarra. Todo lo contrario que la del toro que es una piel dura y curtida por el ecosistema de la dehesa y la propia morfología. Cañero, el torero a caballo que recuperó dicha disciplina primigenia del toreo, parece que se atrevió con los bóvidos en puntas.

Lo de la piel fina y gruesa en nuestra Semana Santa es muy traído y llevado. Recordemos que las múltiples movidas que han tenido las hermandades salmantinas, unas con más acierto y otras con más desatino, todas han pecado (yo mismo también) de pensar que torear un toro en puntas era labor de otros, pero nunca nuestra.

Así, cuando avisábamos del desastre que se cernía sobre algunas hermandades, llovieron críticas hacia nosotros; no digo nada cuando llegaron las rupturas tras los bailes (y no de pasos precisamente). Algunos amenazaron con llevar pancartas delante de un Palacio más vacío que la Monumental de Barcelona en la actualidad. ¿Y qué pasó tras esto? Pues nada. Nada y mucho. Me explico.

La Hermandad Dominicana tras una gestora que tuvo que lidiar, nunca mejor dicho, con lo peor de la pandemia, añadido al virus endémico de dicha hermandad, donde los ensayos de pasos han sido auténticos tercios de varas para sus diversas y variadas juntas de gobierno, a las que han obligado a torear en puntas o afeitados según las preferencias de los caprichos de jueces de plaza hechos capataces. Incluso hubo alguno que dimitió (como siempre, «a lo charro», esperando a lo mejor a quitarse del albero a escasas fracciones de tiempo del sonar de clarines y timbales). Otros amagaron quinientas mil veces con largarse, tantas como José Tomás iba a salvar la Fiesta en Cataluña, y ahí siguen con más devoción entre sus seguidores que Morante en Vox.

Me dicen buenos amigos que ando desconectado de la Dominicana, a la que siempre he considerado «mi» hermandad de Salamanca. Reconozco que nunca he podido procesionar, por mor de compromisos adquiridos en León desde que nací como cofrade. Pero allá donde voy y ejerzo de hermano, sean plazas de primera como Congresos y Encuentros, sean plazas de tercera como naves, cocheras o paneras, siempre muestro con orgullo la medalla albinegra, que tiene un espléndido pasado, con un, muy a mi pesar, sórdido futuro. Vamos, más parecido a la UDS y al Helmántico que a la Macarena de Sevilla o a la Esperanza de Triana, por mucho que se quieran parecer.

Recuerdo que al lado del Helmántico había unos desguaces con mi apellido. Cada vez que pasaba y veía el avión (ya desaparecido), decía que aquello era como Viajes Halcón, pero a lo pobre. Y yo orgulloso de mostrarlo. Lo malo es querer superar lo que no eres, ni fuiste, ni serás.

Puede que haya tenido errores de percepción en hechos muy puntuales de la que se decía «única penitencial de San Esteban», hasta que claro, llegó la Cena y el atragantón. Porque el rezo del Rosario solo fue el aperitivo de lo que luego vino desde dentro de la propia Dominicana. Qué decir del Despojado, fundado por gentes de la Dominicana (nada que objetar).

Creo que, por encima de juntas, gestoras, personas y personajes, el gran problema que ha acechado a la Dominicana ha sido querer ser más andalucista que Blas Infante. Y eso, siendo más charro que la nacencia del Lazarillo, es cuanto menos complicado. Una cosa es que tomes un referente, otra muy distinta es que ese referente se imponga a tu devenir como una losa eterna. No es que esa losa estuviera en tu pasado, sino que la misma la has agrandado tú con tus comportamientos, acciones y desaciertos.

Por eso, tras los últimos acontecimientos donde todo es sonrisa y unidad (parece un mitin del PSOE, salvo la presencia de algún Page, no precisamente real), la penitencial del hastial izquierdo de San Esteban afronta su futuro agrandando el afeitado de la cornamenta, asegurándonos, con los debidos lima y botes de pintura negros para contornear el pitón del toro, que estamos ante auténticos Victoriano del Río. Y, como bien sabemos, aunque el debut de los charros en este Viernes Santo pasado fue más que digno, el seguir por la senda de la mansedumbre hará que, cuando se vayan perdiendo las manos en el albero, podamos ir hablando de camiones cargados hacia las antiguas y desaparecidas instalaciones cárnicas de Santa Marta.

Y, claro, con tanta confusión, afrontando el final de temporada, ya presto cuando se acercan las ferias de San Miguel en Sevilla, San Lucas en Jaén, la de Otoño en Madrid o el Pilar en Zaragoza, ahondamos en la idea de realizar un paso al Pasión de cuarto de millón de euros. Pues sí, queremos ser Pablo Hermoso o Ventura, teniendo la misma cabalgadura que Sancho Panza, y el ansiado y cantado buche de Villarino, allá por Las Arribes. Y torear en puntas. ¡Con dos cojones!

Desde estas líneas quiero mandar un afectuoso saludo a Fran, presidente de la Junta de Cofradías de Salamanca, con quien pude coincidir en León en la feria de la vendimia hecha 33 Encuentro Nacional de Cofradías. Pudimos comprobar que ni él ni yo tenemos cornamenta, aunque seguro que cogidas, unas cuantas. Y que, serán estos encuentros los que vayan marcando el camino de lo que deben ser las hermandades y cofradías: formación, culto y caridad. Tres retos que serán tercios para completar una faena de indulto. De lo contrario, seguiremos dando pases de salón a puerta cerrada.

 

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