miércoles, 22 de febrero de 2023

Nuestras manos bajo las manos de Jesús

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 Tomás Gil Rodrigo

Ntra. Sra. de las Angustias. Detalle de las manos. | Foto: Óscar García.

22-02-2023

Al comenzar la Cuaresma me preguntaba: ¿cómo invitar a los hermanos cofrades de la Semana Santa de la diócesis de Salamanca a entrar y vivir este tiempo de gracia y salvación? Seguramente este tiempo litúrgico no os es ajeno, ya estáis inquietos con los preparativos de la Semana Santa nada más comenzar la Cuaresma, o incluso antes, se intensifican los encuentros para organizar las procesiones, resolver problemas técnicos, hacer ensayos con los pasos y las bandas, organizar conciertos, charlas, pregones… Todo esto lleva mucho tiempo y esfuerzo, que hay que reconocer, valorar e impulsar, y, aunque sea necesario, perdonadme que lo recuerde, es una manifestación externa de algo más profundo, por eso debemos volver a dar sentido a la Cuaresma. Prepararnos con las prácticas cuaresmales (oración, limosna y ayuno) para renovar en verdad la vida cristiana en la Vigilia Pascual por medio de la renovación de las promesas bautismales y la celebración de la Eucaristía en esa noche santa y única.

Y, ¿qué debemos hacer? Este primer día de Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, mientras nos impone el sacerdote la ceniza en señal de penitencia sobre la cabeza, nos repetirá a cada uno un texto del Evangelio o del libro del Génesis, con la intención de provocar en nosotros la conversión: Convertíos y creed el Evangelio (Mc 1,15); Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (Gn 3,19). No es que nosotros podamos convertirnos, sino dejar que Dios nos convierta a él desde su amor. Nos tiene que doler darnos cuenta de lo apartados que estamos de él y del camino de su Hijo, ya que nos hemos separado de su mano y nos hemos perdido, abandonándonos a la esclavitud del pecado, luchando por el tener, el poder y el saber, que nos divide y enfrenta a muerte. A pesar de todo, vamos a celebrar dentro de cuarenta días el misterio pascual, Jesús viene a buscarnos amándonos hasta el final con su muerte y resurrección, y nos toma de nuevo de su mano.

Precisamente este gesto tan bello y sugerente de Jesús, de dar su mano a toda la humanidad en el misterio pascual lo he podido contemplar representado en dos obras de arte. Una fue hace unos años en la ciudad de Estambul, antigua Constantinopla, se trata de una pintura mural en la cabecera de una capilla lateral de la iglesia de San Salvador de Cora. Allí se representa la Resurrección de Cristo o, dicho en griego, la Anástasis, me sorprendió cómo el Resucitado daba la mano a Adán y Eva, mejor dicho, les tomaba por la muñeca, porque la salvación no es el fuego que tomamos como si fuéramos Prometeo, sino un regalo mayor que Dios nos da a la humanidad al resucitar a su Hijo. La otra obra de arte fue hace un mes en Salamanca, en la presentación de la restauración de Nuestra Señora de las Angustias de la Cofradía de Jesús Redentor Rescatado, situada en el transepto norte de la parroquia de San Pablo. Días antes fui al taller de Isabel Pantaleón a comprobar el maravilloso resultado, me sorprendió, además de la recuperación de su policromía original, ver de nuevo ese gesto de Jesús dando la mano para que participemos de su vida y su camino, invitándonos a ser sus discípulos. María introduce su mano por debajo de la de Jesús, aparentemente con la intención de sostener y mostrar su cuerpo entregado. Pero, observando más detenidamente caí en la cuenta de que lo que hacía era extraño, porque no ofrecía su suave mano bajo la mano herida de Jesús por la palma, como sería normal, sino por el dorso. Este detalle se lo comenté a Isabel y pronto me sacó de mi duda desde su experiencia, advirtiendo que eso es un gesto de ternura que realizan los padres con sus hijos pequeños, provocando que se comuniquen tomando su mano como respuesta de vida y amor. Es decir, el artista quiso que María tuviera este delicado y elocuente gesto, en aquel Viernes Santo sentada en el Gólgota, mientras sostenía y despedía a su hijo, con la esperanza de ser respondida por la victoria de su vida y amor en la mañana de su resurrección. Quizás José de Larra, a quien Virginia Albarrán atribuye esta imagen, quiso tallarla así con este gesto de las manos, casi desapercibido y ahora escondido por un pañuelo, como homenaje a su mujer Mariana, fallecida antes que él y enterrada en la iglesia de San Pablo. De esta manera despedía a la que fue su amor y su vida con la esperanza puesta en las manos de Jesús.

Deseo que este tiempo cuaresmal no lo echemos en saco roto, tal y como nos pide san Pablo en la segunda lectura de este día, tomada de la segunda carta a los Corintios, vivamos la experiencia de darnos cuenta que tenemos nuestras manos atadas por el pecado, impidiéndonos que las elevemos a Dios en la alabanza de la oración, las abramos a los hermanos en el amor fraterno y las manchemos en la evangelización a los pobres y al mundo. Pongamos nuestras manos, como las de María en la Pascua, con humildad, en la esperanza de recibir bajo las de Jesús su vida y amor.

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