miércoles, 1 de marzo de 2023

Padres, testigos, buenos pastores

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 Tomás González Blázquez


D. Pedro López García. Sacerdote salesiano | Foto: Pablo de la Peña

01- 03-2023

Respecto de los fieles, a quienes han engendrado espiritualmente por el bautismo y la doctrina (cf. 1 Co 4,15; 1 P 1,23), tengan la solicitud de padres en Cristo. Haciéndose de buena gana modelos de la grey (cf.  1 P 5,3), gobiernen y sirvan a su comunidad local de tal manera, que esta merezca ser llamada con el nombre que es gala del único y total Pueblo de Dios, es decir, Iglesia de Dios (cf. 1 Co 1,2; 2 Co 1,1). Acuérdense de que, con su conducta de cada día y con su solicitud, deben mostrar a los fieles e infieles, a los católicos y no católicos, la imagen del verdadero ministerio sacerdotal y pastoral, y de que están obligados a dar a todos el testimonio de verdad y de vida, y de que, como buenos pastores, han de buscar también a aquellos (cf. Lc 15,4-7) que, bautizados en la Iglesia católica, abandonaron la práctica de los sacramentos o incluso han perdido la fe (Lumen Gentium, 28).

Cada 1 de marzo doy gracias por un hombre que, desde que lo conocí hace más de veinte años, he sabido cercano, atento, siempre disponible. Mes a mes, cada primer domingo, en sus cuartillas ordenadas y subrayadas, en sus historias siempre inspiradas, me ha acercado a la Palabra de Dios. Año a año, al presidir los numerosos cortejos de los azules, ha encarnado la realidad de que, en cada una de nuestras salidas en procesión, la Iglesia anuncia a su Dios y Señor. Día a día lo he sentido pendiente de mí, de mi familia, de nuestra cofradía, presente con discreción en cada una de nuestras celebraciones y confortador en los duelos. Este 1 de marzo ya cumple cincuenta y nueve años como fiel y entregado sacerdote el capellán de la Vera Cruz salmantina, don Pedro López García, salesiano de Don Bosco.

La fecha de tan entrañable recuerdo me ha animado a extender la gratitud y rogar la oración por todos los que, como el querido don Pedro, se esfuerzan por ser padres, testigos y buenos pastores en nuestras cofradías y junto a ellas. Ya en su día, al poco de iniciarse esta revista en su edición digital, Javier Blázquez escribió Algunos curas buenos. Era su cuarta colaboración. Acaso por ello, como representantes, y evitando otros criterios de inclusión o exclusión, he rastreado los sacerdotes en el índice de autores. De los cincuenta y cinco, ocho son presbíteros y uno más, que no era uno cualquiera, tiene ya la cruz de la esperanza en la vida que no acaba junto a su nombre, Fructuoso Mangas. Dejó aquí un ramillete de nueve columnas a las que se puede volver una y otra vez con garantía de aprendizaje. Igual ocurre con las siete de otro colaborador, Javier Prieto, de vocación sacerdotal alimentada en hogar cofradiero, que dentro de diez días recibirá D.m. la ordenación diaconal en Fuentesaúco al servicio de la vecina diócesis zamorana.

Conviven aquí curas diocesanos, algunos habituales como Tomás Gil, que nos regaló una excelente exhortación el pasado Miércoles de Ceniza, y otros esporádicos, con religiosos representados por dos mercedarios, Mora y Anido, y un jesuita, Cuesta, muy afines los tres a las hermandades y buenos conocedores del mundillo. Los hay pregoneros, como Muiños; llamados al diálogo entre fe y arte, como Campos; curas rurales, como Mateos; acompañantes de los jóvenes, también de los jóvenes cofrades, como Ramos. A través de estas columnas, de alguna manera, han ejercido la función de ministros de la Palabra de Dios. Mediante sus opiniones, personales y compartidas, nos han enriquecido, pues «es siempre su deber enseñar, no su propia sabiduría, sino la Palabra de Dios, e invitar indistintamente a todos a la conversión y a la santidad» (Presbyterorum ordinis, 4). En sus diferentes encargos, como colaboradores del obispo, además de dar testimonio de la Palabra, sirven en los sacramentos para que Cristo ejerza su Sacerdocio y rigen al Pueblo de Dios, en una autoridad espiritual que se plasma en la dedicación a todos. Ese mismo documento conciliar recuerda a los seglares que «han de sentirse obligados para con sus presbíteros, y por ello han de profesarles un amor filial, como a sus padres y pastores; y al mismo tiempo, siendo partícipes de sus desvelos, ayuden a sus presbíteros cuanto puedan con su oración y su trabajo, para que éstos logren superar convenientemente sus dificultades y cumplir con más provecho sus funciones».

En el contexto de la cuaresma, como cada año, pronto vamos a vivir el Día del Seminario, en torno a San José, desplazada la solemnidad al lunes 20 por su coincidencia con el cuarto domingo de este tiempo litúrgico. Puede ser una ocasión idónea para aproximarnos a esta institución diocesana que es hoy muy pequeña, apenas un signo que nos recuerda la llamada de Cristo a algunos de los suyos para servirle y servir a su Iglesia en el sacerdocio ministerial. ¿Conocen los jóvenes de nuestras cofradías esta opción de vida o tenemos un poco arrinconada la pastoral vocacional en el día a día de nuestras hermandades, donde tampoco hablamos de vida religiosa ni de matrimonio? Del mismo modo, podríamos reflexionar sobre el papel que juegan los capellanes, consiliarios, directores espirituales, en definitiva los sacerdotes de nuestras cofradías: ¿aprovechamos su formación e iniciativa pastoral o son más bien una figura decorativa?, ¿conocen los entresijos y los conflictos?, ¿orientan y acompañan, van más allá o se quedan cortos?, ¿tienen una relación fluida con el obispo al que representan en la hermandad?, ¿damos gracias porque, a través de sus manos consagradas, la cofradía recibe la vida de Cristo derramada en los sacramentos?

http://www.pasionensalamanca.com/2015/04/algunos-curas-buenos.html

 

 

1 comentarios:

  1. Como celebro este artículo, por lo que tiene y da como gesto de justicia hacia un ser humano irrepetible. Don Pedro es uno de esos hombres buenos que, gracias a la llamada, es sacerdote. Sacerdote y salesiano. Un pastor desprendido de si mismo para ser de los demás.
    Y en la Semana Santa cofrade ¿Cuánto se le debe a ese trabajo silencioso como ángel de la paz?
    Gracias Tomás por estas letras que te honran. Las hago mías y las distribuyo entre mis amigos salesianos.
    J. M. Ferreira Cunquero

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