viernes, 21 de abril de 2023

Omega

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 Lira Félix Baz

Procesión del Cristo de la Liberación | Foto; L.F.B.

21-04-2023

Flipé la primera vez que vi las tavolletas desfilar por la cuesta de San Blas. Me apetecía escribir del museo andante que portan en sus manos los cofrades de la Hermandad del Amor y de la Paz y decidí visitar a Jerónimo Prieto, su autor, para que me contara cómo se gestó esa originalidad.

Me acerqué hasta su estudio en el barrio de San José y al abrirme la puerta le dije: «¡Pero bueno! ¿Dónde está el albornoz azul?». Su respuesta fue como él, sin dobleces: «Ya tengo confianza contigo y puedo llevar el que utilizó para pintar».

Tomamos café y charlamos. Charlamos mucho, sin llegar a las tavolletas. Peregrinamos por sus 82 años menos un día. Salimos y entramos del seminario de Ciudad Rodrigo en numerosas ocasiones. Cual zascandil se levantaba y sentaba en cada momento. Cada poco decía: «¿Qué quieres que te cuente de las tavolletas?» Pero, la conversación tomaba otros derroteros y se colaba un amigo, un libro, un poema, un cuadro, una técnica, un cotilleo…

En un momento dado, Jerónimo mencionó a Andrés Alén y cómo un día tocó el timbre del estudio, entró y le propuso pintar un Cristo en una tabla. Lo primero que tenían que hacer era encontrarla. Se acercaron hasta el taller de Vicente y Tomás en Santa Marta, miraron, revolvieron, volvieron a mirar y nada. Ya se iban y al salir, en la parte de arriba, vieron una tabla que perteneció a un arca y Jerónimo pensó que quizá serviría. Le gustó que tuviera una forma de omega.

Me he dado cuenta que a Jerónimo le apasiona todo lo que tiene que ver con el mundo del griego más clásico.

La tabla del arca no era plana. Los carpinteros ensamblaron las tablas en forma de cruz. Está empastada con polvo de alabastro y mármol, por eso refleja la luz. El Cristo está pintado encima. Tiene relieve, parece que está tallado en la madera.

Las tablas para las tavolletas salieron del mismo taller santamartino. Al principio, le pidieron que pintara cuatro. La Hermandad quería que esas tavolletas fueran rotando por las casas de los cofrades durante el año, como si fueran una capilla domiciliaria, pero en lugar de la Virgen, las pinturas religiosas pensadas por Jerónimo Prieto. «Nadie me dijo lo qué tenía que pintar», comparte en la conversación.

Las tavolletas no adornaron las casas de los cofrades. Lo que sí hizo la Hermandad del Amor y de la Paz fue encargarle un par de ellas cada año. «He pintado escenas religiosas. Conozco muy bien la temática. Viví en el seminario ocho años. No es un Viacrucis como tal. No solo hay que saber pintar, hay que tener conocimiento de lo que pintas. El pintor tiene que tener cultura para pintar algo curioso. Cuanta más cultura tengas, mejor», puntualiza el artista.

La Hermandad del Cristo del Amor y la Paz, en la sección del Cristo de la Liberación, quizá ha logrado plasmar la idiosincrasia más charra, tanto en la manera de concebirla con una liturgia bella, solemne y sobria. Cuyos cimientos se asientan en las Bellas Artes más clásicas. La arquitectura, representada por el Palacio Arzobispo Fonseca; la escultura, de la mano del Cristo de la Liberación, obra de Vicente Cid Pérez que ya cumplió los treinta y cinco años; la música, por el candor y la belleza de las voces que envuelven el lento procesionar y la pintura concebida por la maestría de Jerónimo Prieto.

Conocimiento. La procesión del Cristo de la Liberación tiene tras de sí mucho estudio e investigación, que Daniel Herrero, Rosa Lorenzo y Andrés Alén cual alquimistas lo convirtieron en estilo charro.

Bucearon en la historia hasta dar con las tavolletas del siglo XII, esas que se llevaban al lecho del enfermo para atraer la sanación o al menos el consuelo.

Las vestiduras de las enlutadas tienen trazas serranas en sus costuras y complementos.

Es una pena que, con tanto esfuerzo por imprimir la esencia, el Sábado Santo cuando acudí a la capilla del Palacio del Arzobispo Fonseca y pregunté a los que portaban en sus manos las tavolletas, ninguno supiera decirme quién había pintado los hermosos cuadros donde hay juegos de luces, imprimación en la base y temple de huevo. Técnicas de los grandes maestros. Esos que se afanan en perseguir el alfa cada día y uno se encuentran por casualidad con una omega, pero como para Jerónimo Prieto, esto solo fue el principio.

 

 

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