jueves, 30 de abril de 2015

Cofradías de hoy. Cofradías que comunican

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Abraham Coco

La comunicación en las cofradías ya no es cosa de máquinas de escribir | Fotografía: Pablo de la Peña

30 de abril de 2015

En el debate sobre si las cofradías y las procesiones deben ser hijas de su tiempo, tan sólo tengo claro que indudablemente las hermandades han de estar ancladas –con sus defectos y sus muchas virtudes– al momento en el que viven si quieren ser instrumento eficiente de participación en la vida de la Iglesia. Sobre lo segundo, la discusión podría encaminarse hacia derroteros a los que animo a otros a reflexionar. Aquí nos centramos en el imprescindible uso de la comunicación interna en nuestras congregaciones.

El pasado invierno, compartí un agradable café con Félix González Mateo, secretario de la Hermandad de la Soledad durante un cuarto de siglo, el de recuperación de la Semana Santa y eclosión de cofrades. Con disciplina y acierto, desempeñó su labor a lo largo de veinticinco años con una máquina de escribir que, en la actualidad, no sería en absoluto útil para cumplir su cometido. Porque hoy la comunicación no puede limitarse a dos o tres cartas anuales en el buzón. El desarrollo, buen funcionamiento y cohesión de las hermandades también pasa por una eficaz comunicación a través de los nuevos cauces que el desarrollo de internet y su movilidad permiten a grupos que en la mayoría de los casos superan los varios centenares de integrantes e, incluso, llegan a rebasar el millar.

Desde las instituciones civiles, como no podía ser de otro modo, se ha hecho hincapié en la promoción externa de la Semana Santa, de los ocho o diez días centrales en los que las cofradías se hacen visibles para vecinos y turistas. Del esfuerzo de difusión entre los propios salmantinos habrá tiempo de escribir también en otro instante. Aquí hoy nos centramos en la comunicación de las hermandades entre sus propias filas. Un rápido sondeo entre miembros de un puñado de ellas permite constatar la percepción de que el uso del correo electrónico y su frecuencia es, en líneas generales, menor de lo esperable.

Es cierto que las labores de secretaría y comunicación en esta época de lo inmediato elevan el nivel de exigencia y de tiempo libre disponible para cumplir esta función, aunque también cabe cuestionar la adaptación de las estructuras de las juntas de gobierno, en cuyas listas se echa de menos –entre responsabilidades sin duda necesarias como tesoreros, contadores, archiveros, vocales de material, caridad, cultos o juventud– un vocal de comunicación, ese hermano de la tecla que acerque la cofradía.

Tiempo tendremos, pues este artículo inicia una serie comunicacional, de repensar sobre aspectos como el empleo de páginas webs o redes sociales, pero creo que debemos aspirar a que, como ya sucede en algunas cofradías, los nuevos cauces de comunicación que los avances tecnológicos ofrecen contribuyan también a desarrollar con más vigor el día a día de las hermandades. Ejemplos los hay, elogiables, donde el cofrade recibe con asiduidad recordatorios de misas mensuales, avisos de campañas de recogida de ropa o alimentos, información variada sobre cultos, noticias de la propia hermandad y de otras (porque juntos somos más) o de la diócesis, de la cual somos parte necesaria. La pérdida de boletines en papel no es sustituida, salvo una vez más en casos concretos, por un boletín digital o una newsletter mensual que recopile lo pasado y anticipe lo futuro.

El trato personal es insustituible, por supuesto, pero la excusa de presentar las cofradías como pequeñas familias "donde todos nos conocemos" no puede servir para ampararse en una deficiente comunicación interna que se limite a la Navidad o la Cuaresma. Cierto que entre pequeños colectivos como hermanos de carga, grupos jóvenes o hermanos de ceremonia proliferan los grupos de Whatsapp que –con sus ventajas y sus peligros de convertirse en guetos– contribuyen a una mejor coordinación, pero no pueden sustituir a una comunicación interna global que alcance e integre por igual a todos.

En este punto, cabría cuestionar si el acceso a internet está al alcance de cada cofrade, pues puede ocurrir que por razón de edad o situación económica haya quienes no cuenten con acceso a él. Con voluntad por ambas partes, existen también fórmulas para enmendar estas situaciones que, en todo caso, reconozcamos se antojan puntuales.

Y un último apunte: resulta inaudito que, a nivel global, desde la Junta de Cofradías y la Coordinadora Diocesana de Cofradías no se pueda manejar una base de datos que, con los debidos respetos a la privacidad, además de permitir interesantes investigaciones a lo largo de los años que nos ayuden a saber más acerca de lo que somos, sirvan también para incrementar un sentido de pertenencia y dar nuevos usos a nuestra comunicación.


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