Mayoral, sentado entre Casillas y Venancio Blanco, al recibir la Medalla de Oro de Salamanca | Foto: Pablo de la Peña |
25 de junio de 2015
Como en las salidas de los trenes o el despegue de los aviones, quizá estemos ante el último aviso, la última oportunidad, para que Fernando Mayoral pueda dejar su impronta escultórica en la Semana Santa salmantina, antes que los estragos de la edad, quiera Dios que más tarde que pronto, le impidan esbozar un dibujo o modelar el barro que ha encallecido sus manos a lo largo de su vida. Si los años ganaran esta partida (y en cualquier momento, desgraciadamente, puede oírse el "¡no va más!") la Semana Santa de Salamanca habría perdido la ocasión de contar entre su patrimonio con una obra del más afamado escultor urbano de la ciudad y posiblemente el que más monumentos deja esparcidos por sus calles.
Este pensamiento atravesó la mente de algunos de quienes estuvimos presentes hace un par de semanas en la entrega de las Medallas de Oro de la Ciudad con motivo de la festividad de San Juan de Sahagún. Ese día, tres escultores, Casillas, Venancio Blanco y Mayoral fueron protagonistas de un justo y merecido homenaje por parte del Ayuntamiento en las postrimerías de su carrera artística, alguno ya con el cartel de cerrado; todavía no, afortunadamente, en el caso de Mayoral. A sus 84 años, el escultor extremeño aún mantiene templado (excepto en invierno como le recuerdan los nudillos de sus manos) su estudio-taller de La Vellés al que acude, con mayor o menor regularidad, para seguir creando/recreando su obra escultórica o pictórica. Aún está reciente la muestra antológica organizada por la Diputación en el año 2012 a la que hubo de dedicar numerosas sesiones preparatorias.
La escultura religiosa ha ocupado un importante lugar en la trayectoria de Mayoral, sobre todo en los últimos veinticinco años. Ahí están para atestiguarlo la imagen de María Auxiliadora en la portada de la iglesia del mismo nombre, los crucificados de las iglesias de El Pedroso de la Armuña y el Zurguén o el Calvario para la iglesia de San Juan Apóstol de Santiago de Compostela, entre otras. Y dentro de este apartado devoto y aunque solo sean dos los trabajos que lo atestigüen, no pueden olvidarse sus dos esculturas procesionales, La Santa Cena para la Cofradía de la Vera Cruz y el grupo La Conversión del Centurión de la Real Cofradía del Santo Entierro, ambas para la Semana Santa de Zamora, muy reconocidas artísticamente dentro y fuera de la ciudad del Duero. La primera de ellas le valió la concesión del galardón Francisco Rodríguez Pascual de la Tertulia Cofrade Pasión de Salamanca.
Los pasos constituyen el principal fundamento de los desfiles procesionales y lo que atrae prioritariamente la atención del público; son la razón de ser de muchas cofradías y de sus actos religiosos y culturales y ocupan el primer lugar en cuanto a fondo patrimonial. La Semana Santa salmantina, que presume con el marchamo de celebración internacional y atrae con ello a miles de turistas, debe hacer un esfuerzo por seguir engrandeciendo dicho patrimonio. Hay, por otra parte, algunos vacios escultóricos claramente identificables en cuanto a la iconografía de la Pasión que bien podrían ser cubiertos con una obra del escultor cacereño-salmantino. Algunas voces se han alzado en los últimos años en este sentido y son conocidos los fracasos de algunos tratos entre cofradías y escultor por la crisis económica. Si las cofradías carecen de iniciativa o de presupuesto suficiente, bien podría ser el propio Ayuntamiento de Salamanca u otra institución privada, incluso apoyándose con una cuestación popular, quien promoviese la realización del proyecto. Aunque, a estas alturas (y que me perdone, si no estoy en lo cierto, el escultor) necesitara de ayuda manual, ya que lucidez aún le sobra, para llevar a cabo la obra.
La salida de este tren es inmediata y la concesión de la Medalla de Oro de la Ciudad a Mayoral el último aviso antes que la Semana Santa de Salamanca y las instituciones que la respaldan pierdan irremediablemente la oportunidad de emprender este, a buen seguro, afortunado viaje.
Comparto cada una de tus letras, amigo Conrado, por ponderadas, atinadas y certeras. No se podrá entender nunca que el escultor Fernando Mayoral, que ha obtenido junto a Casillas y el gran Venancio Blanco, la condecoración más alta que da esta ciudad, no tenga ni una sola imagen procesionando en Salamanca.
ResponderEliminarEs curioso que sea Zamora quien con su Cena, lo introdujese en la espectacular y grandiosa Semana Santa (por sus autóctonas referencias a lo nuestro) que se lleva a cabo en la ciudad románica del padre Duero, gran señor y buen padre de las tierras castellanas. Pero toca, expandir esa mirada andaluza (muy respetable) que se impone con fuerza en estos momentos.
No sé que se responderá cuando la historia pregunte por Mayoral y la Semana Santa Salmantina. La realidad es la que toca y tira de este instante andalucinado que mueve la realidad, la intensa realidad de la Semana Santa salmantina.
Lo que sí es verdad, es que tú, haces justicia y pones el dedo en una llaga, para la que de momento no veo apósito alguno que pueda calmar su dolencia.
Fuerte al abrazo amigo.
J M F C