Rostro del Cristo del Amparo que se venera en la iglesia del Carmen de Arriba | Fotografía: Pablo de la Peña |
22 de junio de 2015
Siempre han despertado el interés y la imaginación de bastantes cofrades salmantinos de mi generación las denominadas hermandades desaparecidas. Recuerdo con nitidez los reposteros que, rodeados de bombillas, jalonaban la plaza mayor hace varias décadas durante la semana santa. Escudos y emblemas ayudaban a relacionar cofradías y procesiones y día de salida. Tres de aquellos reposteros colgaban enfrente del Ayuntamiento y parecían ajenos a los demás, pues nunca habíamos visto aquellos desfiles ni las imágenes que les daban nombre. Además formaban parte del collage que representaba a la Junta Permanente de Semana Santa. Los mayores nos explicaban que eran cofradías que habían dejado de salir por falta de cofrades y la acción o inacción de algún cura moderno que no veía con buenos ojos las procesiones. La explicación, sintética, era convincente solo a medias y aun hoy seguimos con la sensación de puerta entornada y no cerrada para aquellos desfiles e imágenes.
Ya en la edad de estudiar y aprender todo lo que tuviera que ver con nuestra pasión, supimos que todas ellas compartieron un nacimiento pujante y tan ilusionado como precipitado, nunca fueron muy numerosas, tuvieron un recorrido histórico breve y un triste y silencioso final a los últimos compases del franquismo.
La lista de pasos perdidos en Salamanca en el siglo XX es demasiado extensa, fruto de las buenas intenciones, la falta de perseverancia y el poco arrimar el hombro que caracterizan a nuestra Semana Santa. No solo el Cristo de las Batallas, Cristos del Consuelo, Amparo y Promesa, y la Virgen del Gran Dolor han dejado de salir; también los dos pasos de la Coronación de Espinas y Las Tres Marías. Nada menos que ocho pasos. No todos tienen un gran valor artístico, pero en su mayoría sí tienen una gran calidad expresiva, originalidad, y superan con creces a las últimas incorporaciones que hemos introducido. Si queremos ahondar en pérdidas patrimoniales de magnitud, cabe añadirse el antiguo Prendimiento, de cuyas imágenes desconocemos el paradero, y las andas talladas en madera en la más genuina tradición plateresca charra del Santo Entierro, la Piedad, el Prendimiento y Jesús de la Pasión, perdidas seguramente para siempre.
La Semana Santa vive un momento incierto. Para unos, más pesimistas, estamos ante el inicio de una crisis y fin de ciclo, y para otros, más optimistas y entre los que me gusta contarme, ante un cambio de ciclo y renovación. Esta renovación está cuestionando algunos pasos y hermandades, pero a cambio está trayendo cambios que nos señalan el camino a seguir.
Para encontrar el camino hay que haber dado muchos pasos perdidos, y me pregunto si las tentativas de recuperación de algunas de esas imágenes para nuestra Semana Santa podrán cristalizar. Al persistente rumor de mentidero, más o menos confirmado, de reactivar tal o cual hermandad, devolver tal o cual paso a aquella procesión, que serían un logro digno de aplauso, sobrevino la presencia del Cristo de la Paz en el vía crucis de la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños. También pudimos contemplar de nuevo La Coronación de Espinas que procesionó Amor y Paz en una exposición. Además, a todo ello se sumó públicamente el deseo de la Vera Cruz de recuperar el paso de las Tres Marías durante la celebración del 400 Aniversario de la Procesión del Encuentro. Las dificultades son muchas, pero no es un imposible, y se devolvería a las calles el grupo escultórico más antiguo de la ciudad, que cuenta con una originalidad iconográfica ausente en otras localidades.
Estas reincorporaciones, de lograrse y ser una realidad, podrían contribuir, lejos de un revival vintage, a la tan necesaria renovación de nuestra Semana Santa, buscando en las raíces e historia propias, elementos que armonicen mejor que nunca pasado, presente, patrimonio, fe y tradición.
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