Varios vecinos de un barrio del este de Alepo transitan por una calle devastada | Fotografía: Efe |
16 de diciembre de 2016
Cuando a este izquierdismo memo que, moviéndose como cutre casta entre moquetas de salón y pedigrí, le falta la coral de grises saliendo de las lecheras, pues hay que inventarse (no les queda más remedio) al enemigo, para seguir arreando por los parajes del poder al asno más populista de los asnos.
Fíjate tú qué disgusto tenemos quienes llenamos las calles esperando ver y vivir la Semana Santa procesional, porque la vocera de turno amenaza con encerrarse en casita, no vaya a cogerse alguno de esos virus cristiano costumbristas que moran desde hace más de dos mil años en las vísceras del pueblo.
La verdad es que debe mortificar lo suyo ver a esas muchedumbres una y otra vez llenando las calles con ansias de ver procesiones, mientras en los púlpitos vacíos de los apoyos cacarean las huestes del antitodo.
Estos políticos del tralará que preconizan la rigidez de unos ideales uniformados y precocinados en sus querencias, puede lograr - fíjate tú- y no tardando mucho, que algún día la plebe semanasantera, ponga las cosas en su sitio a través del gesto democrático que mueve el tinglado a través de las urnas.
No es difícil pensar qué podría ocurrir si 8.000 votos cofrades van a una candidatura montada para tal fin. Menos difícil es suponer qué ocurriría si se unen familiares, amigos y una parte, solo una parte, de la concurrencia que llena las calles en Semana Santa con ansias de ver lo que aquí sucede (¡a ver si se enteran!) desde hace más de 500 años. Sería, lo doy por seguro, una buena lección para estos ediles que, acabando de llegar, creen que han inventado el tocadiscos.
Pero como no es solo la Semana Santa procesional la que entra en los objetivos pueriles de estos mendas, la Navidad, hay que darlo por seguro, ha de volver a sus largos y profundos insomnios, en forma de pataleta retortijona.
Lo importante es que debemos congratularnos de que, con motivo de la Navidad, muchas cofradías y hermandades miran hacia quienes tienen montadas, en el belén de sus desdichas, la miseria o la soledad que se ciñe a sus frágiles cinturas como una aguda patología de este tiempo.
Claro que seguramente es más, mucho más lo que puede y debe hacerse desde la condición cristiana que obliga a compartir ternura y cercanía. Mucho más si el que viene llega para meter el dedo en la profunda llaga del corazón cristiano.
Pero pese a todas nuestras carencias en ese compromiso cofradiero que nos obliga a ser y a compartir, ahí están los gestos que me enorgullecen de pertenecer a este mundo de la tradición semanasantera, cuando en estos días, por toda España miles de jóvenes hermanos recogen alimentos o juguetes para los niños de las familias que soportan en sus hogares la tragedia inverosímil de ser pobres en este tiempo del gran consumo y de las inútiles grandilocuencias.
Pero al mismo tiempo es Navidad en Siria, donde la Tierra más Santa de toda la tierra acoge al Niño que nace cada día en el dolor del hombre o en la mirada perdida de los niños que maduran entre escombros el sabor del sufrimiento.
Navidad en esa Iglesia copta, donde el fanatismo acaba de hincar en lo más profundo del alma cristiana el odio como cuchillo hiriente que derrama de nuevo sangre inocente. Navidad en los suburbios del mundo, donde el Niño acoge en su corazón misericordioso al hombre que ha perdido su dignidad y al que sufre la explotación miserable de los trajeados gerifaltes que mueven los grandes mercados de heladuras y miserias.
La pregunta vuelve a izarse como una interrogación de misterio en el pecho más oscuro de la noche: ¿Qué podemos hacer?
Y otros ecos interrogan sobre el cobarde silencio de la Europa institucional cuando, quienes por compartir nuestra fe, son arrojados a los leones del odio en el circo fanático de este tiempo.
¿No será hora ya de preguntarnos si la mirada cofrade debe clavarse con más compromiso en quienes, por defender nuestra fe, caen en la trampa del delirio religioso?
Pero es Navidad y, pese a todo, ese Niño nos obliga al arrimón fraternal que nos empuja simplemente a caer en la cuenta de que algo más hemos de hacer…
Solo me queda, amigo lector, desearte una feliz Navidad junto a los tuyos y todo lo mejor para el año que llama ya con insistencia en el portón de la esperanza.
…Mi nacimiento tiene caminos
nevadas montañas de harina,
un prao con verdes musgos que brillan
cobijando la sombra de un pino.
… Cuatro zagales y dos zagalas
van caminando helados de frío
a ver a Jesús, el Hijo de Dios,
que en un rincón de mi casa ha nacido.
Fragmento de Mi nacimiento, 1983
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