Varias personas entran y salen de la Catedral Nueva de Salamanca | Fotografía: Pablo de la Peña |
19 de mayo de 2017
El mes de mayo es siempre el mes, cofradieramente hablando, de los análisis estéticos de la Semana Santa recién concluida. Es también el mes de los proyectos, unos pocos, y las quimeras, bastantes más, que se proponen para la siguiente edición en unas pocas reuniones de evaluación y bastantes más reuniones de taberna. Alentados por el dulce recuerdo de los días santos, da siempre la impresión de que esa Salamanca cofrade tan mínima y tan acomplejada para sus cosas, por fin ha despertado del letargo y este año ya por fin, empezamos a tener semanasanta todo el año, y que casi todo es posible. Pero los años nos van enseñando con su cadencia que los ímpetus de este mayo se van a enfriar en cuanto haya entrado el Cristo de los Milagros y tengamos el Corpus preparado. Las ganas de la mayoría se quedarán aparcadas ahora y en las cofradías se quedarán dando el callo los pocos de siempre. Esos pocos, cuando llegue febrero tendrán la ingente tarea de recordarle a los salmantinos, y sobre todo a los hermanos que forman parte de las cofradías, que pretendemos salir a la calle a llenar las aceras, que nos hemos gastado todo lo que tenemos en bandas y flores, que hemos programado actos y cultos para multitudes que al final no son tan multitudinarias. De nuevo lo lograremos aunque pueda parecer que no, y al final, quemada la paciencia, el cuerpo y casi el espíritu, saldrán todas las hermandades otra vez, más o menos, con ese regusto amargo tan de nuestra pasión que nos impide olvidar que en Salamanca se podría hacer esto de las procesiones mucho mejor.
Tenemos que conectar con nuestra ciudad, tenemos que explicar mejor que es lo que hacemos y sobre todo, borrar determinadas ideas que se alejan de la realidad, pero que están firmemente arraigadas. Aunque a los que estamos metidos en el ajo nos cueste creerlo, muchas personas piensan que entrar en una cofradía es imposible si no es por tradición familiar o que son círculos cerrados. Incluso hay quien piensa que hay cupos. Tan solo hay que escuchar lo que se dice en la acera al paso de las procesiones, tanto viéndolas, como de nazareno, para darse cuenta del abismo que media entre lo que intentan las cofradías y lo que entiende el público.
Un posible remedio sería que la Junta de Semana Santa contara con un punto de información al público, no solo de los desfiles y actos, sino de las propias hermandades y de cómo acceder a ellas. El este lugar se podría contar con información detallada, con sus particularidades, explicado de forma clara y diáfana, en los meses previos. Se podría complementar con jornadas de puertas abiertas en las hermandades con facilidad para organizarlas, siguiendo la línea de las visitas escolares, que están dando tan buen resultado. Y por qué no, poner a la venta publicaciones y recuerdos que a veces no resultan fáciles de conseguir si no conoces a alguien de la hermandad que lo edita. Evidentemente, motivar a quienes forman parte de las censos de hermanos es tarea importante, pero ya se realiza desde cada cofradía. Si a todo ello nos ayuda la prensa, que tanta atención y dedicación emplea en nosotros, podríamos asombrarnos del resultado.
Siempre me ha parecido un reto del máximo nivel lograr que Salamanca y los salmantinos participen en la Semana Santa no solo como espectadores, sino como hermanos cofrades. Quien haya visto una procesión en Cuenca, Málaga, Zamora o León me entenderá rápidamente. Seguro que muchos no saben que los esperamos con las puertas abiertas: a los que ya están en el censo y a los que nos miran desde las aceras. Intentémoslo.
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