Figuras de Cristo y Judas del paso de El Prendimiento de la Cofradía del Crísto de la Agonía | Fotografía: Roberto Haro |
06 de noviembre de 2017
De todos es conocida, o espero que conozcan por lo menos, la historia relatada en los Evangelios sobre aquel apóstol que por treinta monedas traicionó a Jesús y lo entregó para que lo ajusticiaran.
Es difícil de interpretar la filosofía de Judas y, de los textos que nos han quedado, no tenemos muchas pistas para indagar en sus vericuetos mentales. Sin embargo, para todos nosotros coincide un hecho determinante: fue el apóstol que traicionó a Jesús y desertó de la unidad del grupo.
Pero, ¿cuál sería la causa de susodicha traición? No queda bien descrito en la Historia, pero las diferentes corrientes se adentran en la teoría de la avaricia; es muy probable que incluso fuera un ladrón. Sin embargo, la exigua cantidad pactada no era suficiente como para vender a un amigo al que había estado acompañando durante la etapa pública de su amigo.
Se infiere de los diferentes textos que era impulsivo, violento y fuertemente marcado por las dudas al no entender el mensaje de Cristo, terminando por consumar la traición. En los mismos textos nos lo representan también como un avaro, buscaba en el grupo de discípulos un reino en este mundo y cuando vio que el camino se terminaba para él, al no encontrar ese Reino, abandonó. Y se suicidó.
No hay que mirar muy lejos en las diferentes representaciones que se han producido a lo largo de la historia en las diferentes artes, pues en la iconografía de la Semana Santa de cualquier ciudad queda bien claro que la figura de Judas está también presente en ellas.
Y mirando un poquito más con el corazón y no con la vista, podemos entender que no solo se refieren a esas tallas de madera que se incorpora en los grupos escultóricos representando "el beso de Judas" o "el prendimiento", que esconde tras la espalda la bolsa con las treinta monedas de la traición. No, no es ese el símil que debemos ver en nuestra religiosidad. La figura de Judas también se hace presente en forma de carne y hueso.
¡Qué tristeza y qué desilusión producen ver estas situaciones en las cofradías!
En una sociedad relativa y relativizada parece que da todo igual. Da lo mismo asistir a cultos, que irse de fanfarria a la Conchinchina. Lo mismo es una misa de un triduo o fiesta que una reunión de amigos en torno a una convocatoria general de cabildos o hermanos.
Resulta que dicen algunos entendidos en el gremio que "cada hermandad es muy libre de hacer lo que quiera, que para eso están los cabildos". Pues resulta que ese da igual, eso que se hace desde la voluntad y buena fe, solo parece que lleva consigo la otra careta de importarse verse y regodearse en el protagonismo y el figureo. En ese pavoneo y grandilocuencia que es el ver escrito su nombre una y otra vez en los diferentes panfletos, hablar de sí mismos como doctores de la Semana Santa y colocar sus fotos bien visibles allá donde puedan para quedar bien por encima de los demás. Ea, que aquí está él.
Por el bien de la Semana Santa, y de las cofradías en particular, ya está bien. Basta ya de mentiras, de falsedades y zancadillas. Basta ya de poner una cara por delante y otra por detrás.
Muy bien, sigan así y terminen de una vez primero con sus hermandades y cofradías, y después con la Semana Santa, aun con esa seña de identidad propia que ha pervivido durante siglos.
Miremos a nuestro interior, y preguntémonos cuántas veces nos hemos equivocado de camino, lo hemos abandonado, pero a diferencia de Judas hemos hecho lo más importante, levantarnos, reemprender el camino de Cristo.
La Semana Santa de forma particular, y la religiosidad popular por norma general, es esencialmente caridad, generosidad. Es la historia del amor más grande jamás contada.
Es preciso, sí, implementarla, aplicarla, vivirla y fomentarla desde ese prisma. Todo lo demás, sobra. Incluidas las vivencias de Judas.
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