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Un cofrade de la Hermandad de Jesús Flagelado procesiona junto a su imagen titular | Fotografía: Alfonso Barco |
22 de enero de 2018
Es imprescindible aclarar, de una vez por todas, la situación de unas cuantas agrupaciones que se denominan cofradías sin serlo y acuden al asociacionismo cultural para funcionar civilmente, pasando por encima del sentido común y el derecho de la Iglesia. Eso, bajo ningún concepto, puede tolerarse. Si no se es Iglesia no puede actuarse en nombre de ella ni presentarse como si se fuera. Si se quiere ser cofradía, para disfrutar de sus prerrogativas, hay que serlo de verdad y estar sometido a la normativa. Y si no se quiere o no se puede ser cofradía, pues se buscan las otras vías y se funciona como grupo parroquial, con todos los matices que deban establecerse, y actúan en dependencia del párroco. No hay otra, porque si no, solo queda cesar en la actividad; esta situación de limbo jurídico es insostenible e inadmisible.
Hay que aclarar también unas cuantas cuestiones patrimoniales, las que vienen de atrás y las que surjan en poco tiempo. La administración de los bienes inmuebles exige unos procedimientos bastante más complejos de lo que a primera vista pueda parecer. Y aquí hay que hilar muy fino para evitar males mayores y situaciones que a veces no son nada edificantes. Por no hablar, a mayores, de las decisiones que se toman en relación al incremento del patrimonio procesional. ¿Puede haber carta blanca o hace falta permiso a partir de ciertas cantidades? Al respecto, en los últimos tiempos está habiendo bastante movimiento y conviene que haya unas directrices que lo clarifiquen.
Hay también movimientos para nuevas fundaciones, de todos los pelajes que esto va bastante más allá de las penitencias. ¿Vale todo? ¿Cuáles son los requisitos? En algunos sectores el problema comienza a enquistarse y, en un sentido o el otro, sería bueno que esto se aclarase de manera definitiva. Lo mismo que las elecciones detenidas, los recursos planteados por irregularidades, las coronaciones canónicas, los mandatos eternos, la arbitrariedad en el manejo de los recursos sin ningún rendimiento de cuentas… Demasiados frentes abiertos, demasiadas cuestiones pendientes de respuesta.
Eso sí, cuando terminen los trámites y las normas entren en vigor, habrá que ser escrupuloso en su aplicación y cumplimiento. Estamos demasiado acostumbrados a funcionar por libre y a que nadie nos sugiera siquiera qué debemos hacer. Forma parte de nuestra idiosincrasia. Pero es de sentido común que si se forma parte de la Iglesia se obre en comunión con ella. La idea no es el control ni el intervencionismo, porque las cofradías tienen una gran autonomía y esta queda salvaguardada. Sin embargo, unos mínimos son imprescindibles. Y aquí no se están cumpliendo en muchos y hay demasiadas situaciones viciadas que deben sanearse. Si todo lo que está detenido requiere una clarificación, esta no tardará en llegar. Esperamos que sea para bien y que luego quien debe hacer guardar las normas lo sepa realizar con diligencia, porque, de lo contrario, tanto esfuerzo realizado y tanto tiempo de espera, habrán sido estériles.
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