domingo, 24 de febrero de 2019

Seguimos necesitando un... consiliario

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Félix Torres

Penitentes de la sección de Nuestra Señora de la Esperanza aguardan la reanudación de la marcha | Foto: Alfonso Barco

22 de febrero de 2019

Aunque no sepa el por qué, me parece evidente que la piedad popular, las cofradías y "esas cosas" siguen descuidadas en nuestra diócesis aun habiendo mejorado más que sustancialmente las vías de comunicación entre ellos y nosotros, que parece que no se acaba de conjuntar esa dualidad.

Se ve con claridad cómo en los últimos tiempos, no sé si impulsado por el espíritu renovador de la Asamblea Diocesana que aún sigue coleando para bien, en Calatrava comenzó un periodo de renovación y actualización que afectó y sigue afectando a cuanto se organiza bajo la sombra del obispo.

Se han renovado cargos en la curia, delegaciones y servicios diocesanos, desde cambios en vicarías hasta creación de servicios para una mejor atención de los administrados; se han reformado parroquias y arciprestazgos con el consiguiente movimiento de presbíteros y diáconos; se han nombrado nuevos canónigos y deán... Se han pensado, discutido, elaborado y redactado normas y reglamentos para mejorar el funcionamiento de cuantos grupos funcionales estén adscritos de una u otra manera al régimen de nuestra diócesis. Aquí, es cierto, he de agradecer (no sé si muchos estarán conmigo) la redacción de esa Normativa Diocesana de Hermandades y Cofradías de la Diócesis de Salamanca, que constituyen un marco referencial, que muchos echábamos de menos, más que necesario para cofradías y cofrades. En definitiva, se han abierto muchas ventanas en el Colegio de Calatrava y aires renovadores están metiéndose en salas y despachos.

También están cambiando las cosas en la Delegación Diocesana de Apostolado Laical (¡hasta su nombre!) y es algo que muchos agradecemos por verla necesaria desde hace tiempo. Pero las cosas no deben quedarse ahí, en papeles que, apenas sientan una bruma, queden mojados e inservibles. Por eso, a través de la Coordinadora Diocesana de Cofradías, los cofrades pensamos que, incluso sin haberse aprobado estas normas que habrán de regirnos, necesitamos un enlace visible, una cara cercana y conocida por todos, mediante el cual sentirnos aún más parte de la Iglesia diocesana.

Son ya bastantes los años que, si no de forma sí de facto, no tenemos ese responsable diocesano, llámese delegado de cofradías o sacerdote consiliario general de las cofradías (que así es nombrado en las nuevas normas), que forma parte imprescindible del nudo que nos ata a nuestra diócesis en su forma más oficial. Alguien que cuente con el respeto y cariño de ambas partes y sirva para cumplir esa misión que todos sabemos es imprescindible, aunque hayamos prescindido de ella mucho más tiempo del conveniente. Todos necesitamos de ese canal que haga fluidas las relaciones de los cofrades con la administración diocesana y, al mismo tiempo y mucho más importante a mi parecer, sea la pieza del engranaje que haga moverse con precisión y sencillez a las cofradías en cuanto de verdad interesa, más allá de procesiones y cultos externos, en el camino evangélico de nuestra Iglesia. Alguien que vea a las cofradías con la mirada limpia de unos prejuicios más viejos que las propias cofradías y a quien las cofradías y cofrades sepan acercarse sin pudor, con cariño y confianza, sabiendo que ese hombre de Dios es uno más de nosotros, uno de los nuestros.

Aprovechemos, uso el plural mayestático suplantando al ordinario, esta vorágine renovadora diocesana para, más allá de normativas y reglamentos, estructurar esa parte que afecta a la religiosidad popular, a veces tan descuidada o denostada, y darles a los cofrades ese consiliario diocesano que tanto necesitan –quizá sin saberlo–, en el que muchos piensan –y pensamos–, sabedores de que seguro estará iluminado por la mano del Señor en su misión y dejemos que las cofradías se integren completamente en la vida diocesana sin recelos ni desconfianzas, que, por pocos que sean los que pisen este camino, seguro que alegrarán a más de uno y, sobre todo, alegrarán a la Iglesia.

Cubramos las necesidades de nuestras cofradías sin tener que esperar a la aprobación de unas normas que, ciertamente, ayudarán a quien sea nuestro consiliario, pero que carecerían de sentido si este no estuviese ya designado. Solo hay que dar el paso.


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