Una de las celebraciones de la Hermandad Franciscana en el convento de las Franciscas Descalzas | Foto: JMFC |
19 de abril de 2019
Hoy es Viernes Santo, el día central de la celebración cristiana. La Iglesia centra su liturgia en el memorial de la muerte de Cristo, suprimiendo incluso ‒para resaltar lo principal y dejar bien claro dónde está el origen de todo‒ el ritual de la eucaristía. En esta tarde solo se proclama la Palabra, se adora la cruz y después se reparte la comunión que ayer quedó en la reserva.
Antes de la presentación y adoración de la cruz, asistimos sin embargo a uno de los momentos más bellos e intensos de los establecidos en el calendario litúrgico. La Iglesia prescribe el Viernes Santo, para todo el orbe, una oración universal. En este día, los cristianos del mundo nos unimos en oración por la Iglesia, el Papa y sus ministros, catecúmenos, gobernantes, atribulados… Especialmente emotiva es la petición por la unidad de los cristianos, a la que se suma una oración por los judíos y otras por quienes no creen en Cristo, especialmente los musulmanes, budistas e hinduistas, y aquellos que ni siquiera creen en Dios, es decir, los ateos.
La celebración del Viernes Santo tiene por tanto, en la Iglesia católica, un sentido marcadamente ecuménico. La salvación de Cristo no en vano fue para toda la humanidad. Por ello, "al contemplar el árbol de la cruz, donde Cristo fue clavado", pedimos al Padre por todos nuestros hermanos, cristianos o no, creyentes o no.
Sorprendentemente, este aspecto tan propio del Viernes Santo apenas lo han trabajado nuestras cofradías de Semana Santa. Hay detalles, como el guiño ecuménico que hizo la cofradía de la Vera Cruz en el Vía Matris, al contemplar uno de los dolores de María ante la comunidad ortodoxa rumana de Salamanca, o la vinculación que hubo, durante muchos años, del acto de las Siete Palabras, que organiza el lunes santo la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz, con la Iglesia anglicana. Pero son solo detalles, sin un compromiso claro en pro de esta súplica central del día de hoy.
Por eso gratifica que una hermandad salmantina, la Franciscana del Cristo de la Humildad, sea quien más decididamente ha abogado por mantener durante todo el año el espíritu de esta oración universal de la Iglesia en el día más importante de nuestra celebración. El espíritu de Asís, que por su iniciativa ya se ha organizado dos años en Salamanca para rezar ante el Dios común, aparte de su intrínseco sentido ecuménico, ha servido para llevar a un templo católico a los hermanos musulmanes y rezar junto a ellos por la paz y la concordia en el mundo. La Proclama por la Paz, igualmente, clama por el entendimiento y convivencia entre quienes profesan distintas confesiones religiosas. Además, esta hermandad prolonga todo el año el Viernes Santo al centrar su actividad en ayudar a los cristianos de los Santos Lugares. Eso es lo que hace la Iglesia universal desde que en 1974 Pablo VI instituyó la colecta de este día para mantener el culto y las comunidades cristianas de Tierra Santa. Lo que la Iglesia hace el Viernes Santo, la Hermandad Franciscana lo ejercita durante todo el año.
Viernes Santo es, debería ser, todo el año, para adorar la cruz, para unirnos a la Iglesia universal pidiendo por todos nuestros hermanos, independientemente de la fe que profesen, para ayudar a los cristianos de Tierra Santa, para contemplar el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo y hacer nuestra la aclamación al memorial que repetimos en la celebración eucarística que actualiza el sacrifico del Viernes Santo, "anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!".
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