El paso de la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños encara la Rúa Antigua | Foto: Javier Barco |
08 de enero de 2020
Las hermandades y cofradías, como expresión de la piedad popular, han de ser, como tantas veces se comenta, verdaderas familias y verdaderos grupos de referencia para vivir la fe. Pero también han de ser responsables de formar a sus cofrades en materia de cristianismo y de hacer de sus actos y cultos pequeñas catequesis que vayan dando un colchón de formación que sea aliento para mantener viva y acrecentar la llama de la fe y, en ocasiones, quizás encenderla.
Es cierto que todo cofrade tiene algún vínculo con la fe, más o menos fuerte, más o menos elaborado, pero sí tiene un sentimiento de devoción a un titular de su cofradía. Esos sentimientos propios de los cofrades pueden servir de hilo para fomentar una formación más profunda en los misterios centrales de nuestra fe, tratando además temas concretos de la realidad cofrade que son ajenos, quizás, a otros ambiente de formación cristiana. Es responsabilidad de las cofradías iniciar o fortalecer esta formación.
No hay tampoco que juzgar comportamientos o actitudes de cofrades, aunque sean poco acordes con nuestra fe, sino que más bien debemos preocuparnos por facilitar y estimular un encuentro más profundo de nuestros hermanos cofrades con Dios. De ahí manará no solo una vivencia más pura de su ser cofrade sino que, además, se hará de las hermandades verdaderos testigos de Jesucristo, en sus actos, su caridad, su fraternidad, su convivencia…
A mi modo de ver, a la hora de tirar de ese hilo de la devoción a los sagrados titulares para afianzar nuestra fe, se debe, en primer lugar, profundizar precisamente en esa devoción, meditando qué son para nosotros los sagrados titulares. ¿Son el centro de nuestra fe o, por el contrario, son imágenes más o menos bonitas de grandísima utilidad para acercarnos más a Jesucristo y a su Madre, para recordarnos escenas de la pasión y muerte del Señor o para tenerlos más presentes en nuestras vidas? ¿Entendemos la diferencia entre nuestro Cristo favorito, que representa al Señor, y el Santísimo que está en el sagrario de nuestras sedes, que es realmente el Señor, o a veces pasamos de largo ante él y nos centramos en nuestro Cristo favorito al que vamos a ver, le rezamos, le pedimos…?
Todo esto y mucho más habrá que irlo trabajando en nuestras cofradías –como bien nos animan a hacer las nuevas Normas Diocesanas–, establecer un plan pastoral en cada cofradía, de modo que así, entre todos los cofrades, nos ayudemos a vivir mejor esto que tanto nos identifica y nos une, que nos hace compartir tantos sentimientos y experiencias, nuestra Semana Santa.
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