viernes, 14 de febrero de 2020

Risa cofrade

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Paco Gómez


14 de febrero de 2020

—Me pregunto –dijo Guillermo–, por qué rechazáis tanto la idea de que Jesús pudiera haber reído. Creo que, como los baños, la risa es una buena medicina para curar los humores y otras afecciones del cuerpo, sobre todo la melancolía. 
(El nombre de la rosa: Segundo día, tercia. Umberto Eco)

La Semana Santa es, por definición, periodo introspectivo, tiempo de reflexionar: momento de gravedad como pocos. Nos sobrecoge el silencio y la austeridad de algunas de las tradiciones, nos sobrecoge la expansión penitencial de otras formas de vivir intensamente la pasión de Jesús antes de celebrar su resurrección. Sí pero, ¿y la risa? ¿Cabe el humor entre la comunidad más estrechamente vinculada a las celebraciones semanasanteras?

Ya que hemos comenzado este artículo recordando ese crucial pasaje de la más famosa novela de Umberto Eco, convendría decir que, mal que le pese al venerable Jorge de la novela, con Aristóteles o sin él, sobre la risa se han escrito multitud de tratados a lo largo de los siglos que han coincidido en que esta risa, lo que hoy llamaríamos humor, es sin duda una de las cualidades más específicamente humanas.

Así que si reír nos hace personas, el conjunto de vivencias que encierra una de las experiencias más sobrecogedoras de la historia, la del Dios que se hace hombre, a la fuerza ha de poder incluir la risa.

Una aseveración en la que, por supuesto, desempeña un papel fundamental el contexto, ya que no es lo mismo pretender tomarse con humor una celebración solemne o "sacar punta" en otro momento y circunstancia a algunas de las muchas realidades que conforman el mundo cofrade.

Podría destacarse, no obstante, que aunque hoy nos pueda resultar un poco extraño, el humor, cuando no abiertamente lo irreverente, lo malvado, la mala baba, ha estado presente en las realizaciones arquitectónicas y artísticas de carácter sacro a lo largo de los siglos. Sirva pensar en esos canecillos que nos sacan la lengua, que nos enseñan grotescamente partes de su anatomía; en la decoración de algunas armaduras medievales llenas de sátira hacia el propio clero (¿han visto la techumbre mudéjar de Las Claras?); o, por supuesto, en las sillerías de los coros catedralicios (insuperable en su retorcida imaginación la de Rodrigo Alemán en Ciudad Rodrigo).

Incluso hay quien se ha tomado su martirio a risa. "Manduca, iam coctum est" (come, ya está cocinado) recoge el propio Eco que dijo san Lorenzo a sus verdugos en la propia parrilla (en España la tradición le da una vuelta más al humor, ya abiertamente negro, añadiendo el "versa et manduca", algo así como dale la vuelta que de este lado ya estoy hecho y cómeme).

Sin llegar a esos extremos, no hay que ocultar que el rico mundo cofrade se presta, exactamente igual que cualquier otro hecho humano, al prisma humorístico. Sin duda, uno de los grandes éxitos hasta el momento ha sido El Palermasso, la serie de sketchs protagonizada por Antonio Garrido que desde la cuaresma de 2016 ofrece situaciones ciertamente desternillantes abordando la idiosincrasia de la Semana Santa sevillana.

Curiosamente, desde Salamanca han surgido también algunas iniciativas que sin perder la mirada de aquí, hacen humor sobre lo que ocurre allí. Es el caso de la serie de cómics Manolín, el niño costalero, un tierno chaval dibujado por Vicen Martín que en vez de años cumple cuaresmas y que sueña con ser un día un costalero con todas las de la ley.

También ha surgido recientemente Capataces, una serie en Youtube con Jes Martin’s y Toni Rivero como protagonistas sobre las vicisitudes de una pareja de capataces de paso. Unos ejemplos entre otros muchos posibles que es posible la risa cofrade con buen gusto y que el humor no desconoce de ninguna realidad. Eso sí, sin olvidar que hay un tiempo para todo.


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