miércoles, 22 de abril de 2020

Perdónenme

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Luis Romo

Hermanos del Cristo de la Liberación, en el claustro de Fonseca antes del inicio de su desfile | Foto: Manuel López Martín

22 de abril de 2020

Perdónenme, pero soy incapaz de entender, y mucho menos de compartir, el eterno debate que en Salamanca parece haberse instaurado con respecto a las diferentes sensibilidades cofrades que en ella conviven. Por mucho que intento comprenderlo, no entiendo el afán que en los últimos años sobrevuela nuestra ciudad.

Algunos luchan por encontrar al que denominan esperanzados "el estilo salmantino"; otros viven ansiados por categorizar a Salamanca y a sus hermandades bajo un único patrón artístico; o incluso, algunos ilusos viven con la aparente necesidad de instituir un único carácter cofrade en la ciudad.

Perdónenme una vez más. Espero el perdón de aquellos que parecen luchar "a capa y espada" contra el sentir y el hacer de nuestras hermandades, que en el vivir de sus hermanos muestran en la calle una convivencia religiosa única de diferentes espiritualidades.

Por mucho que busco sin encontrar, me sigo dando cuenta de que la situación que Salamanca tiene en su diversidad de cofradías, hermandades y congregaciones no es un simple hecho casual, sino una demostración más de su carácter esencial como ciudad. Y a pesar de que algunos traten de verlo como un problema, el resto estamos en la obligación de verlo como nuestra forma de ser; nuestra esencia y rasgo primordial, nuestro aroma cofrade que el mundo debe conocer.

Diversidad esencial que reside, desde los más que diversos estilos arquitectónicos en nuestras calles y monumentos, hasta la convivencia practicada durante VIII siglos por gentes de todo el mundo. Diversidad que ha encontrado en Salamanca su valía y su mejor cuna, y que en sus "manifestaciones públicas de fe" demuestra el poso real y cultural de la globalidad que en Salamanca perdura.

Encuentro perezoso ‒con toda la humildad y respeto en la afirmación que en ella hago‒ el interminable conflicto entre los diferentes "sentires cofrades". No es de justicia exigir un mismo estilo procesional, ni una misma predilección artística, ni mucho menos una misma esencia devocional en Salamanca; cuando no hay ningún motivo ni en su arte, ni en su cultura, ni en su patrimonio, ni tampoco en sus gentes, para así hacerlo.

No debe centrarse el presente, y mucho menos el futuro, en apoderarse de ninguno de ellos como símbolo cofrade de la ciudad. Son diferentes sentimientos de expresar y manifestar la misma fe; hermanos de una misma tierra que en la esencia de sus diferentes culturas han encontrado su manifiesto universal, como reclama al mundo de su sentir propio.

Nuestra ciudad fue una precursora de la globalización que en estos momentos el mundo abandera en la mayoría de sus ámbitos y que en Salamanca encuentra una manifestación plena, única e identitaria en su vida cofrade. Y es así como sencillamente creo que debe entenderse el "mapa cofrade" que con holgura Salamanca posee.

Disfrutar de nuestra ciudad en su plenitud, de nuestros vecinos en su espiritualidad y de nuestro patrimonio en su esplendor; para demostrar nuestro resplandor y autenticidad en el mundo, consiguiendo la gloria, que tanto nuestra ciudad como nuestra Semana Santa, entonces, merecerán.


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