La Virgen de la Esperanza pasa frente al Edificio Histórico de la Universidad | Foto: Pablo de la Peña |
15 de junio de 2020
Mano a mano, es como se anuncian los grandes duelos entre figuras. Normalmente, es curioso que a veces estos carteles susciten gran interés por parte de los aficionados.
Pero no nos engañemos. Muchas veces ese interés viene motivado por unos piques inexistentes, ampliados por intereses espurios, legítimos tal vez, por todo lo que rodea al mundo del matador, sin que los matadores mismos tengan la mayor constancia de esa rivalidad ("sana") entre ellos, aunque sus emolumentos dependan de esa confrontación.
Así, medios de comunicación, redes sociales, canales taurinos, opinadores varios, y de un tiempo a esta parte, la propia prensa rosa, avivan rencillas no explícitas entre ternos y capas.
Al final, el mano a mano, como todo lo que genera grandes expectativas en la vida, suele defraudar, por la propia aptitud de los taurómacos más que la de los propios matadores, pues entre estos últimos siempre hay una cordialidad que, en general, salvo luctuosas excepciones, en el mundo taurino rige una cordialidad bastante extraterrestre respecto a otros mundos, espectáculos y variedades (y vaciedades).
En el mundo cofrade, el mano a mano, lleva tiempo gestándose de manera artificial. En cualquier sitio de nuestra tierra, es costumbre en bastantes hermanos pertenecer a varias hermandades y cofradías. Bien es cierto que todos tenemos una devoción por encima de nuestras pertenencias, y es en la corporación de esa devoción, donde ponemos nuestras espigas como Abel ante Dios. Incluso, a veces, es una devoción tan desmedida que la mantenemos en lo más profundo de nuestro ser, a cuenta de no pertenecer a la hermandad que rige los destinos corporativos e institucionales de dicha devoción. Pues hay devociones tan amplias que incluso puede que no estén canalizadas a través de una hermandad o cofradía, aun teniendo intentos (la mayor parte fracasados) para ello.
Pero seamos sinceros, desde las viejas pugnas entre Veracruces y Nazarenos, hasta las actuales pugnas entre corrientes de hermanos dentro de una misma hermandad, el fenómeno más común que se ha producido es el de la fundación de nuevas hermandades sin haberse despertado aún las devociones entre el pueblo. Son cofradías surgidas de encontronazos y derrotes en burladeros imaginarios.
Voy a explicarme. Decía un amigo presbítero que las denominadas "Guerras de Religión", que tuvieron lugar en la Europa del Renacimiento, con la Reforma Evangélica o Protestante y la Reforma Católica (no me gusta el término Contrarreforma por ser intrínsecamente peyorativo), la gente se mataba por cuestiones de fe como por ejemplo la presencia real de Cristo en la Eucaristía (la famosa "transubstanciación") o la defensa a ultranza de la sucesión apostólica desde los tiempos de la Iglesia naciente hasta el Santo Padre de Roma. Hoy en día, los opinadores varios llaman "Guerras de Religión" a algo que no lo es, por norma general, pues son mayoritariamente ideológicas para incitar odio entre cabezas manipuladas por extremistas, que poco o nada tienen que ver con el auténtico espíritu de una religión.
Con las cofradías pasa algo parecido. En épocas pretéritas, había enfrentamientos cerriles entre cofrades de una corporación y otra, con lucha entre devociones, incluso maneras exageradas de mostrar esas devociones (hay constancia de cofradías penitenciales surgidas de grupos de cristianos de origen hebraico en los estertores de la Edad Media que fueron prohibidas, por ejemplo, en la vecina ciudad de Zamora, por realizar una escenificación exagerada de la fastiginia como penitencia de sangre).
Sin embargo, en la actualidad los enfrentamientos han surgido de la estulticia entre modos absurdos de gestar las cofradías gracias a grupos de poder gestados en torno a costaleros, hermanos de carga, priostías y demás gandalla que pulula por las casas de hermandad, convertidas en todo lo contrario para lo que fueron concebidas. Estas casas de hermandad son guetos que poco a poco habrá que cerrar si queremos recuperar el auténtico sentido de las cofradías como grupos de hermanos reunidos por unos fines (religiosos, sociales, caritativos y votivos) en torno a una devoción o devociones sinceras.
Porque, si no, estaremos cayendo en el mano a mano de opinadores interesados más en gestar odio entre controlar hermandades de capa (negra) caída que en revitalizar la devoción auténtica hacia sus titulares. Y lo mismo es aplicable a otras muchas hermandades y cofradías.
Por eso, cerremos guetos, y hagamos de la Fiesta, y muy especialmente de nuestra Semana Santa, un retorno a la devoción gestada durante siglos o décadas, pero nunca forzada por mor de circunstancias erróneas.
Los quites están muy bien en el ruedo para provocar la competencia, pero el matador de ese toro es el que realmente lidia el cornúpeta, no cualquiera de la terna o del mano a mano. El público puede aplaudir un quite realizado por otro interviniente, incluso en un momento de apuro, por un subalterno. Pero los trofeos o los pitos, o el ignominioso silencio se verterán sobre el actuante en la lidia.
Nuestra Semana Santa no necesita de expectativas, sino de compromiso en estos tiempos difíciles, donde el ruedo será el pan nuestro de cada día. Y sin burladeros, como muchas de las plazas de nuestros pueblos. Habrá que sustituir el "tomar el olivo" por bucles en el aire. Y esto es muy aplicable a la Semana Santa. Por muchos bucles en el aire, la fuerza de la gravedad, y más en estos tiempos, nos hará caer de bruces en el albero. Mejor eso. Porque si no el toro de la vida y de la realidad "hará hilo". Y no tardando.
¿Mano a mano? Mejor, hombro con hombro, y en estos tiempos de covid-19, codo con codo.
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