Las hermanas de carga de María Nuestra Madre culminan la subida de Tentenecio | Foto: Manuel López Martín |
12 de junio de 2020
Le puso la mano en la testuz y dijo: "tente, necio".
El morlaco se amansó y no hubo más problema.
(Juan Manuel Sánchez Gómez,
Retazos de la vida de San Juan de Sahagún)
Salamanca celebra en las circunstancias que de momento marcan nuestra vida la festividad de san Juan de Sahagún, su santo patrón. Lo hace con una misa de aforo reducido y casi íntima y con un vago eco en el mundo telemático. Coordenadas inevitables en el hito que suele marcar la llegada definitiva del verano a la ciudad y que ahora nos recuerdan, qué le vamos a hacer, las históricas cancelaciones que no hace tanto vivió el mundo de la Semana Santa.
Así que hoy, pandemia y desescalada aparte, parece un buen momento para reflexionar sobre algunos de los vínculos entre nuestro mundo cofrade y el fraile de agudo ingenio y gran bondad que pasó a la historia como artífice nada menos que de la pacificación de los bandos enfrentados que durante décadas desangraron la ciudad en la Edad Media.
Si debemos empezar por algún lugar, ninguno mejor que la iglesia erigida en honor al santo a finales del siglo XIX en un marcado gusto historicista propio de la época. Un bello edificio surgido en un momento de desaparición de muchos de los antiguos templos de la ciudad, caso de Santo Tomé o San Mateo, y que lleva la firma del arquitecto de la Casa Lis, Joaquín de Vargas.
En su interior, fruto de variados procesos históricos, se encuentran dos de las tallas que conformaron hasta 1972 las salidas procesionales de la desaparecida Cofradía del Cristo de las Batallas, más conocida como de los Excombatientes. Se trata del imponente crucificado Nuestro Padre Jesús del Consuelo y de María Santísima del Gran Dolor. Como conocerán muchos amantes del patrimonio religioso, esta última es una de las piezas más peculiares de nuestra iconografía semanasantera. Se trata de una Piedad de vestir en la que se encuentra también un sagrario dorado en el interior del pecho de Jesús descendido de la cruz.
Imágenes de expresividad barroca en un templo decimonónico pero coetáneas, esto sí, de otro espacio ahora básico para nuestra Semana Santa, la iglesia de San Sebastián. Gracias a una restauración todavía reciente, la sede canónica de la Hermandad del Despojado luce con esplendor la imagen de San Juan de Sahagún en una de las puertas laterales, durante décadas cegada y víctima de una degradación felizmente dejada atrás.
Se trata, por cierto, de una imagen muy curiosa que nos presenta el patrón con la tradicional alusión a la eucaristía pero vestido de una forma particular: con el hábito de colegial de San Bartolomé.
No hay que olvidar que el Colegio de Anaya, de cuyo complejo forma parte la iglesia de San Sebastián, fue uno de los focos de poder más relevantes en todo el país durante más de dos siglos. Los bartolomicos, que llegaron a copar los mejores puestos en la administración regia durante décadas, pensaron en el momento de erigir la nueva iglesia que qué mejor ocasión para recordar que todo un patrón de la ciudad había sido colegial de la institución, en la que ejerció como capellán tras ganarse el puesto con un brillante discurso.
Es llamativo comparar esta iconografía de san Juan de Sahagún con la que acompaña otros momentos de nuestra Semana Santa: el relieve situado justo en la esquina de la calle Traviesa con Libreros en el que, esta vez sí, vemos al patrón con el hábito de fraile agustino y sus características mangas.
El mismo, aunque algo más barroco, que se nos presenta también en la puerta de la Catedral Nueva en el Patio Chico, en la que el santo ocupa un lugar de honor en una hornacina situada a la izquierda.
Y no lejos de allí, claro, Tentenecio. La calle que recuerda uno de sus milagros más populares (aunque curiosamente no recogido en su proceso de canonización) y que hoy se ha convertido en una arteria imprescindible de la Semana Santa.
Allí por donde el santo paró con la fuerza de su palabra al toro, transitan varias de las cofradías en diferentes itinerarios. Humildad, Rescatado, Oración en el Huerto. Aunque yo, por muchos motivos, siempre asocio esa calle con la subida impactante de la imagen de María Nuestra Madre cada Jueves Santo. Una imagen que me emociona desde niño y que, si finalmente tengo la ocasión, me encantará compartir con ustedes desde las tablas del Liceo en un futuro pregón. De momento, una cosa es segura: volveremos a Tentenecio, a recordar la humildad de nuestro patrón, el que nos trajo la paz; volveremos la próxima Semana Santa a contener el aliento esas noches que nos recuerdan la importancia de no rendirse, incluso la vida es una cuesta demasiado empinada.
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