14-04-2021
Venimos de celebrar una Semana Santa muy peculiar. Han sido ya dos los años en los que todas nuestras costumbres se han visto modificadas. Sobreviene el drama: los titulares en casa, las calles sin desfiles, los cofrades apenados y la ciudad sin visitantes. Está claro que no es agradable para nadie esta realidad, pero el cristiano es alguien que va contracorriente, alguien que ante la angustia de la sociedad por la pandemia pone paz, alguien que ante la preocupación sobre qué pasará en adelante pone esperanza, alguien que ante el enfado de tener que suspender las procesiones pone alegría. El buen cristiano sabe que todo ocurre para bien, omnia in bonum; y se pregunta, como nos podemos preguntar todos al reflexionar sobre esto, qué estamos aprendiendo de esta realidad que nos toca vivir.
Creo que es momento de crecer hacia adentro. Esto no significa que haya que cambiar la estética de las cofradías, ni el estilo sobrio de unos ni el boato de otros, ni la inversión en patrimonio, ni los cultos cuidados, ni los desfiles espectaculares. Sí significa dotarle a todo esto de su verdadero significado. Es el momento de darnos cuenta de que todo esto es una consecuencia de la fe que profesamos los cofrades. A veces parece que es causa o motor principal de las cofradías y no es cierto. El motor es nuestra fe que, por estar tan viva, por ser tan vibrante, nos lleva a no poder estarnos quietos, a tener que salir a las calles y dar testimonio de esto, a cuidar todos los detalles para que otros también puedan acercarse así al Señor.
El papel de la cofradía es facilitarlo todo, allanar el camino para que los que se sienten especialmente atraídos por la forma de vivir la fe de las cofradías, se acerquen a Dios. Son meros instrumentos. No consiste tanto en hacer muchas cosas sino en facilitar el encuentro de cada cofrade con Cristo, evitar que por centrarse en los árboles no vean el bosque.
Esto es tarea primordial de las hermandades, en tiempo de pandemia y fuera de él. Este año, en vez de salir los titulares a las calles desde los templos, han sido los salmantinos los que han hecho largas colas en las calles para entrar a ver a los titulares. Es bonito ver la devoción con que acuden, el tiempo que han pasado esperando. Ahí hemos visto como los hermanos, aun cuando no hay procesiones, vuelven sus ojos hacia el Señor y su Madre, cómo recurren a las cofradías para vivir esta semana tan especial cuyo colofón ahora vivimos, la Pascua de Resurrección.
Tenemos ahora la oportunidad de centrarnos en lo importante, no hay que cambiar cosas sino dotarlas de su sentido, hacer lo mismo de siempre, pero facilitando que eso suponga un verdadero encuentro personal. Este año especialmente hemos tenido la oportunidad de crecer hacia adentro.
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