02-07-2021
Se adormecen los ecos del último curso cofrade y se van quedando atrás las festividades de gloria que cuajan el mes de mayo. El calor del estío comienza a asomar y los planes de descanso vacacional pasan a ocupar un lugar importante en nuestro día a día. Anhelamos un cambio necesario en nuestras rutinas laborales y también, por qué no, en esas actividades cofrades que tan tímidamente han ido saliendo de un letargo obligado en esta primavera que nos deja.
Los cofrades tenemos a nuestras hermandades presentes en cualquier estación y las pensamos como entidades vivas, dinámicas, por lo que obramos en consecuencia y no dejamos de pensar en nuevas opciones para una estación de penitencia, de soñar con nuevos ornamentos con los que engrandecer nuestro desfile, de pensar nuevos actos para las cuaresmas que vengan, de fijar fechas para… tantas cosas. Pero cuando las vacaciones se materializan y nos vamos a ese merecido descanso, quizá lo primero que nos asalta es la duda de si podremos visitar alguna hermandad allá donde veraneamos, si tendremos la suerte de ver imágenes «titulares» o si llegaremos a cambiar impresiones con algunos cofrades locales.
Así, visto sobre el papel, la obsesión parece más evidente que la devoción, y si nuestro destino vacacional está de Despeñaperros hacia abajo, nuestras vacaciones se aliñan, seguro, con un ingrediente especial: cofradías andaluzas, con lo que eso conlleva.
Los cofrades salmantinos, en una gran mayoría, solemos buscar nuestros lugares de descanso veraniego por aquellas tierras de Andalucía. Unos porque nos llena el sur en todas nuestras demandas y otros porque nuestra pasión cofradiera nos encamina, sin remordimiento alguno, a esas playas cercanas a ciudades con grandes semanas santas, engolosinándonos con variadas rutas de admiración cofrade, de hermandades de penitencia, por supuesto. No reparamos en que, en muchos casos, podemos encontrarnos con los esterones echados, cerrando las capillas de las cofradías y a sus custodios tranquilamente acodados en la barra de un chiringuito playero. Pero eso no nos amilana ya que podemos dar por seguro que, de una manera u otra, nos vamos a topar con una cofradía de gloria en la calle, con un desfile procesional que nos encandilará y, al menos, mitigará esa ansia nazarena, haciendo que imaginemos cómo más pronto que tarde estaremos en nuestras calles celebrando cuaresmas y estaciones de penitencia con nuestras hermandades y cofradías, aunque no lleguen a tener tanto oropel como las del sur. Y quizá no reparemos en que eso es lo nuestro y lo que nos representa. Quizá no veamos que es nuestra esencia y solo estaremos ávidos de hacer más grande lo de fuera, deseando hacerlo nuestro, aunque eso nos lleve a perder nuestras raíces.
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