Hermanos de la Vera Cruz portando a Cristo Resucitado | Foto: Pablo de la Peña |
Ni el oficial 1 de enero, ni el día de septiembre que marquen las autoridades académicas, ni al llegar el primer domingo de Adviento como prescribe el calendario litúrgico, ni el Miércoles de Ceniza anhelado por los más recalcitrantes semanasanteros. No, hermano cofrade que celebras ya la Resurrección con ese punto de nostalgia que se mezcla con la alegría pascual que se te supone. Tu año, tu cofradía todo el año, arranca precisamente hoy: el primer día en que ya no tienes procesión que echarte a la boca, ayuno de pasos y abstinente de marchas, puede ser un gran día. ¡Duro con él!
Leerás algo en la prensa a modo de balance de lo que han deparado estas recientes y santas jornadas, ampliarás contenidos en las redes sociales con sus correspondientes aumentos de lupa siempre atenta a lo sucedido (pero con cambiante cristal, claro), y te verás inmerso, inevitablemente, en tertulias o conversaciones acerca de aquel paso que necesitó cargadores a última hora o de ese otro desfile en el que faltaba no sé qué o sobraba no sé cuál. Volverás la vista atrás en caliente, el primer día, pero yo te animo a fijarla en el horizonte, con ese punto de frialdad que nos cuesta conseguir tantas veces. Y no renuncies ni a la indulgencia y comprensión con los errores del prójimo, que desde ese lugar arranca la corrección fraterna, ni tampoco a la autocrítica, tan sana, que nos hace mejores.
Claro, la procesión, las procesiones que acabamos de ver o en las que terminamos de participar. Nuestros ojos, inevitablemente, no son los del público que las ha presenciado. Cuántos detalles a corregir, nos parecerá. Es cierto. Y no lo es menos que en este 2022, cuando hemos vuelto a mirar AEMET en vez del BOCYL, habremos tropezado en las mismas piedras en las que ya lo hicimos en 2019, y muchos años antes, pero también habremos subsanado algunos de los que en su momento descubrimos como aspectos a cambiar. Sin embargo, podemos caer en un «procesioncentrismo» que haga girar el ciclo que une este Lunes de Pascua con el próximo Domingo de Resurrección (9 de abril de 2023, ¡menos de un año!) en torno a itinerarios, horas de paso, tramos e insignias. Mientras tanto, transcurrirán cultos poco concurridos, actividades formativas aún menos seguidas, iniciativas de caridad que merecerían más respaldo y asambleas menos participadas que esos corrillos en redes y barras que entretienen mucho pero comprometen poco.
Los cultos durante todo el año deben seguirse convocando (alguno se ha echado de menos, y la pandemia ya no puede ser excusa) y cuidando como el centro de la vida de la cofradía, singularmente cuando se trata del santo sacrificio de la misa. La formación durante todo el año también es imprescindible, porque los temas no se agotan nunca y siempre estamos necesitados de conocer las verdades de nuestra fe y tantos otros asuntos que la rodean como caminos que de ella parten. Las necesidades de los hermanos se extienden a lo largo de todo el año, las de los propios cofrades y las de los que sufren cerca y lejos, por lo que se requieren proyectos sólidos y constantes, aunque sean pequeños, más que destellos aislados. Las asambleas, cabildos o juntas generales que salpican también todo el año en algunos casos conforme a los estatutos, o deberían hacerlo, están llamadas a ejercer de verdad el gobierno colegiado de la cofradía: decidir sobre lo esencial pero también sobre lo que lo es menos pero luego puede suscitar más conflicto (cambios estéticos, donaciones con impacto visible, iniciativas que involucran a la institución… y por supuesto pasos, imágenes, recorridos, sedes, traslados, etc.). No se trataría de una suerte de gobierno asambleario, sino de integrar y corresponsabilizar al cofrade, que no quiere sorpresas sino que se le tenga en cuenta, de forma que los procesos de relevo de gobierno no sean tan traumáticos como está ocurriendo, por personalismos mal entendidos y herencias mal recibidas, en muchas hermandades. La receta, en este caso, no son las Normas Diocesanas, sino el sentido de fraternidad que debe imperar en las cofradías.
Todo un año por delante empieza hoy. Con el Congreso Internacional de la Vera Cruz a la vuelta de la esquina y el Encuentro Nacional que acoge Jesús Amigo de los Niños unas semanas más tarde. Con el cincuentenario de Amor y Paz a falta de culminar y la bendición pendiente de las imágenes del Rosario. Con nuevas propuestas en la pastoral cofrade de la diócesis e ideas surgidas en ambientes cofradieros que merecen una oportunidad. Eres cofrade todo el año, porque no dejas de serlo hoy, cuando guardes el hábito. Más bien, ten a mano tu medalla. No para ponértela en la acera (espero que no al paso de tu cofradía), sino para acudir a la próxima misa que convoque tu hermandad, ojalá pronto. Te reencontrarás con los tuyos, los que te caen fenomenal y con los que has discutido, los que piensan igual y los que opinan lo contrario, los que estaban antes en la directiva y los que ahora asumen ese servicio. Porque allí, en torno a ese altar, en esa comunidad que cree y celebra, tienes tu sitio, para que al final de todo un año paladeado en cada uno de sus sabores, sin dudarlo ni un momento, salgas con ella en procesión a anunciar la muerte de Cristo y proclamar su resurrección.
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