miércoles, 1 de junio de 2022

El sínodo y las cofradías. Apuntes para una serena reflexión

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 Pedro Martín

Intervención de Pedro Martín en una reunión del sínodo | Foto:  María Criado (Diócesis de Salamanca)01-06-2022

 Adsumus Sancte Spiritus

«Estamos ante ti, Espíritu Santo». Así comienza una antigua oración, atribuida a san Isidoro de Sevilla (s. VI) que, al parecer, ha iniciado «Concilios, Sínodos y otras reuniones de la Iglesia durante cientos de años».

Y así hemos comenzado todas las reuniones sinodales en esta fase diocesana, pues, por primera vez, el Santo Padre ha querido que el sínodo no sea solo de los obispos, que sea verdaderamente sinodal ‒valga la redundancia‒ y así escuchar a todo el pueblo de Dios que caminamos juntos por el Reino.

Sinodalidad es eso, caminar juntos. Y caminar juntos es hacerlo en comunión, como bien nos trasmitía nuestro obispo D. José Luis la pasada tarde del 22 de mayo, en la asamblea que clausuraba esta fase diocesana. Sin comunión, decía, no hay misión. Creo que es un perfecto resumen de lo que debe ser la vida de la Iglesia y su misión, y por ende el de nuestras cofradías.

Algunos datos de esta fase llaman mucho la atención: 130 grupos, 1600 participantes, un 70% de laicos, abrumadora mayoría de mujeres, edad media de 61 años. Creo que a nadie le sorprenden, pero a mí sí me sorprende la presencia de las cofradías en este proceso. Aquí van los datos: un grupo, seis participantes, una mujer, edad media aproximada de cuarenta años. Sin duda, y me consta, ha habido más cofrades participando en grupos de parroquias u otros movimientos, pero no como cofrades.

La lectura es que o bien a los cofrades no les interesa participar en «su Iglesia» y expresar, como se ha hecho en los grupos con total libertad, la visión y vivencia que se tiene de la realidad eclesial en el momento actual; o bien que las cofradías y su mundo no se considera «Iglesia» y, por tanto, están al margen de la misma, en su mundo paralelo, con leves contactos «obligados» con la misma y sin ganas de demostrar una pertenencia sinodal, comprometida, de comunión y de misión compartida.

Sinceramente, no sé qué es más grave, si la apatía, la desgana y la no participación; o el sentimiento de no pertenencia. La situación personal de cada uno nos debe llevar a una profunda reflexión en nuestras cofradías. ¿De verdad no tenemos nada que aportar los cofrades en un sínodo universal de la Iglesia? ¿No queremos que se escuche nuestra voz, tantas veces callada y ahogada? ¿Seguimos considerándonos cristianos de segunda por vivir nuestra vocación desde las cofradías? ¿Quizá no estamos en comunión? ¿No queremos participar de la misión compartida?

Os invito a leer el documento que se ha enviado a la Conferencia Episcopal como resumen del trabajo de los grupos en esta fase. Son diez folios, donde se recoge un resumen del sentir y el latir de nuestra Iglesia particular de Salamanca. Os sorprenderá, como me sorprendió a mí en la asamblea, el sano ambiente reivindicativo de muchas de las intervenciones de los más de doscientos asistentes, la mayoría laicos y la mayoría mujeres, y me sorprendió que nuestras conclusiones, las del «único grupo cofrade», fueran en parte coincidentes con este diagnóstico.

En el auditorio de Calatrava sobrevolaron, una y otra vez, entre muchas otras reflexiones que están en el documento, dos palabras: «clericalismo y mujer». Y pensaba yo oyendo las intervenciones, cuántas veces nos hemos quejado los cofrades, y nos seguimos quejando, de estos dos aspectos de nuestra vida cristiana. Cuántas veces hemos reclamado y tendremos que seguir reclamando el papel fundamental de los laicos en esta iglesia de «bautizados» que nos hace a todos hijos de Dios. Y cuántas veces seguiremos escuchando quejas de las mujeres en nuestras cofradías, casi siempre con razón, que reclaman su papel en las mismas y en la Iglesia, como bien merecen.

Qué pena que, al igual que escuché intervenciones de mujeres de las parroquias, catequistas, del movimiento obrero, de las religiosas… no hubiera una mujer cofrade que levantara la voz para unirse a sus hermanas en la asamblea sinodal. Qué pena que el único cofrade laico que intervino fuera yo, muchas voces diferentes tienen que compartir su vivencia de cofrades en este camino sinodal.

No perdamos esta oportunidad, la Iglesia y el Papa quieren conocer nuestra verdad para hacer camino juntos, de comunión, de sinodalidad. Como bien dijo nuestro Obispo, «sin comunión, no hay misión».


 

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