Cristo del Perdón | Foto: Pablo de la Peña |
28-10-2022
El modelo iconográfico de Cristo en la cruz que se impone en Castilla y León a lo largo del siglo XVII es el que viene de la mano de Gregorio Fernández. Una figura machacada por el maltrato, llena de heridas en espalda, codos, rodillas y el costado, de donde mana abundante sangre, lo que nos indica que es la figura de un Cristo muerto.
Pero conservamos dos crucificados en Salamanca de esa época que nos presentan la figura de un Cristo vivo. Ambos realizados por Bernardo Pérez de Robles y que desfilan en nuestra Semana Santa. Se alejan pues del modelo iconográfico que parecía imponerse en la zona y esto quizás tenga que ver con su formación y posterior carrera artística.
Pérez de Robles nació en Salamanca en 1621, un momento en el que Gregorio Fernández ya había desarrollado la mayoría de sus grandes trabajos y con el que posiblemente no coincidió, falleciendo el escultor de origen gallego en 1636, cuando Pérez de Robles contaba con tan solo quince años.
El salmantino emigró a Sevilla en 1642 posiblemente con intención de viajar a América y abrir allí un taller donde desarrollar su trabajo, no para permanecer en la ciudad del Guadalquivir. Allí tuvo que pasar dos años antes de poder realizar viaje a Perú y suponemos que tendría contacto o la oportunidad de conocer la obra de alguno de los escultores que allí trabajaban en ese momento. Escapó de la epidemia de peste negra que tuvo lugar en Sevilla en el año 1649 y que diezmó sobremanera los encargos y obras realizadas por los artistas de la ciudad. Su intención no era quedarse en la ciudad más tiempo del necesario antes de pasar a América. Las formas más contenidas frente al dramatismo de las obras castellanas pudieron ser de gran influencia para el artista salmantino que tuvo contacto y amistad con algunos de los seguidores del escultor Juan de Mesa, que había fallecido en el año 1627.
Juan Martínez Montañés había realizado a principios del siglo XVII la figura del Cristo de los Cálices que se conserva actualmente en una de las capillas de la Catedral de Sevilla. Esa figura representaba a un Cristo vivo, quizás porque así lo especificaba el contrato, de manera que el orante pudiera tener una comunicación mayor con la figura cuando se encontraba rezando frente a ella. De manera que esta escultura no presenta herida en el costado. No todos los escultores andaluces seguirán el modelo de Cristo vivo ya que otros como Juan de Mesa conserva ejemplos de Cristo muerto, como el Cristo del Amor que se guarda en la Iglesia del Salvador de Sevilla. Pero sí es cierto que en muchos casos la tendencia es a representar la figura de Cristo Crucificado vivo. El propio Mesa lo hace cuando realiza el Cristo de la Agonía de la iglesia de San Pedro en Vergara (Gipuzkoa). Es un modelo que nos interesa por la posición que adopta y que parece repetir Pérez de Robles en los modelos salmantinos. La cabeza levantada, mirando al cielo, para comunicarse con el Padre. Un modelo que se repetirá posteriormente en el último tercio del siglo XVII por escultores como Francisco Ruiz Gijón con figuras como la del Cachorro conservada en la iglesia del Patrocinio de Sevilla.
Así pues, tras los dos años que Bernardo Pérez de Robles pasó en Sevilla, se embarcó hacia Perú y desarrolló su carrera artística antes de regresar a Salamanca ya anciano para pasar sus últimos días. Las dos figuras que conservamos en la Semana Santa de este autor presentan una figura de Cristo vivo, que se aleja en parte del modelo castellano y remite a las figuras andaluzas cuya influencia no sería desdeñable en tierras americanas por la comunicación existente entre la ciudad de Sevilla y esta zona transoceánica.
El Cristo del Perdón parece tener una mezcla entre las dos tradiciones, presenta una figura de Cristo vivo, pero con numerosas heridas de las que brota abundante sangre, como era típico de los Cristos castellanos. Mientras la figura del Cristo de la Agonía parece mucho más contenida, más limpia, parece reclamar una respuesta a la pregunta realizada que no llega.
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