lunes, 7 de noviembre de 2022

Cruz de Guía

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 Pedro Martín

Cruz de guía | Foto: PMH

 07-11-2022

 

¡Y él no es Dios de muertos, sino de vivos,
pues para él todos están vivos!
Lc 20,38

Este mes de noviembre, en nuestras cofradías, se relaciona habitualmente con los difuntos. Predomina la tristeza y la añoranza del pasado en el otoño recién estrenado. Parece que la luz se apaga, poco a poco, mientras vamos camino del invierno. Vestimos las imágenes marianas de luto ‒aunque no siempre fue así‒ y rezamos por las almas de quienes nos precedieron en la fe y gozan ya del Padre y su presencia amorosa, recordando todo lo que nos dejaron en herencia con esta forma preciosa de vivir la fe que son las cofradías.

Pero quiso la casualidad (o no), que ayer celebrara la eucaristía dominical, en el día de la Iglesia Diocesana, delante de una cruz de guía, de las primeras que abren nuestros desfiles. Es una interpretación de Ricardo Flecha del Cristo de las Batallas, la imagen que tiene que ver tanto con nuestra diócesis en sus primeros momentos, tras su restauración allá por el siglo XI.

Casualidades o no, esta cruz que «primerea» a los cofrades de Salamanca, es un cristo vivo que acoge, como el Dios del evangelio del domingo. La cruz de guía va por delante, marcando el camino, y los hermanos tras ella. También Jesús nos marca el camino y se lo marcó a aquellos que recordamos en estos primeros días de noviembre.

Pero el primer día del mes, confundido entre calabazas terroríficas importadas y visitas a los camposantos, además de las misas de exequias tan propias de nuestras cofradías, que entre otras cosas se fundaron para asistir a los hermanos en estos últimos momentos, se cuela la fiesta de Todos los Santos. Esta fiesta, sin duda, nos descoloca, pues ni los propios fieles distinguen su verdadera naturaleza, bien diferente de la de los difuntos.

Al final de las letanías se concluye con la invocación «santos y santas de Dios», haciendo referencia a todos esos hombres y mujeres que son santos por su vida, por su dedicación a la Iglesia y a los demás, por su defensa del Evangelio de Jesús, y que no están en los altares. Y reflexionaba yo ante la cruz de guía, cuantos hermanos nuestros que desfilaron durante años tras ella, tras todas ellas, pusieron su vida al servicio de la cofradía, de la Iglesia, de la diócesis, en definitiva, del Evangelio. Y sin tener plena conciencia de ello, buscaban con sus acciones la santidad, a la cual estamos llamados todos por ser bautizados.

Así que, ante la cruz de guía, he rezado a los «santos cofrades», que con seguridad ha habido en nuestras cofradías, para que, por su intercesión, pidan por los cofrades que aquí seguimos caminando, nos cuiden y cuiden a la familia de la Iglesia diocesana de Salamanca.

 

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