martes, 17 de enero de 2023

  ¿Y una carrera oficial?

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 Paco Gómez

Clerecía y Casa de las Conchas en la calle de la Compañía | Foto: P. G.

 17-01-2023

 

“porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero”
(Mario Benedetti)

Por estos días anda Salamanca promocionándose turísticamente en la cita de las citas del asunto, FITUR. En Madrid, el Ayuntamiento ha decidido llevar como una de las banderas más vistosas la Semana Santa, que este año celebra el vigésimo aniversario de su «ascenso» a cita de interés turístico internacional.

Por aquel entonces, año 2003, era algo así como entrar en la Champions de las Semana Santas, pero como el grupo no ha dejado de crecer y, en consecuencia, la exclusividad y la relevancia se han ido difuminando, hoy el sello en cuestión tampoco dice gran cosa. Pero esa es otra historia.

El caso es que para esa promoción municipal se han editado materiales en consecuencia. Visto el vídeo que se aporta como evidencia gráfica de sus muchas virtudes, no cabe duda de que Salamanca puede reunir un par de minutos, y muchos más, de imágenes de enorme potencia para cautivar aún más al ya convencido y, verdadero objetivo, despertar la curiosidad del más alejado.

Ahora bien, convengamos que no es lo mismo ver avanzar los cofrades con su paso correspondiente por la calle de la Compañía que contemplar, con cierta sensación de dispersión, un cortejo abriéndose camino entre semáforos, coches aparcados y bloques de ladrillo caravista.

Al final, si uno quiere sintetizar qué es la Semana Santa de Salamanca, salvo que se tenga la vista privilegiada de unos pocos (y en Salamanca tenemos la suerte de contar con Alfonso Barco, Manolo López, Álex Lorrys, Laya, el binomio Salamanca Costalera o Miryam Labrador, entre otros) que sí son capaces de sacar la esencia salmantina en cualquier detalle del que los demás ni nos habíamos enterado, lo normal es acogerse al entorno monumental.

Porque incluso si recurrimos a nuestras cumbres indiscutibles en imaginería sagrada, pongamos por caso Nuestro Padre Jesús Flagelado o Nuestra Señora de los Dolores, no es lo mismo verlos avanzar por Benedicto XVI que embocando, por decir, Filiberto Villalobos.

La Semana Santa es la que es y todos sus momentos son igualmente valiosos para su función. Pero eso no quiere decir que sería de tontos no sacarle el máximo brillo posible, lo que significa dotarla de una dimensión estética añadida con un recorrido lo más cuidado posible y en la calle o calles que se determine que pueden ser la propuesta más interesante para este fin.

Ahora que tenemos reciente el ominoso Mundial de fútbol de Qatar, podemos pensar que Messi siempre será igual de magnífico jugador, pero no lucirá igual si su selección juega para él y le permite explotar al máximo sus muchas virtudes, que si le toca ser defensa central o portero.

Pues la Semana Santa, igual. Es verdad que con la nueva tendencia de gravitar en torno a la Catedral, en cierta medida ya hay unas calles que oficiosamente pueden considerarse «carrera oficial», pero podría reflexionarse sobre las ventajas de fijar ese itinerario como tal. A mí se me ocurre bote pronto la posibilidad de ordenar así los días más congestionados, con horarios de entrada y salida (ordenar en el más estricto sentido del término) y, de cara a la difusión de la imagen de la Semana Santa, mucha mayor facilidad de garantizar una cobertura a la altura de la distinción de interés turístico para un medio nacional o extranjero.

Se podría oponer que se estaría impulsando cierta homogeneización a nuestras procesiones, pero también se puede considerar que fuera de ese recorrido oficial cada hermandad sigue manteniendo su idiosincrasia, con salida de su templo o recorrido por las calles de su barrio, si esa es su identidad.

No es la primera vez que se habla de esto, pero quizá un aniversario sirva como palanca para acometer movimientos telúricos que otros momentos parecen imposibles. De paso, si la excusa sirve también para poner orden en el Viernes Santo, pues hunky-dory que se dice internacionalmente. Miel sobre hojuelas, vaya.

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