miércoles, 15 de marzo de 2023

Carta, como un garabato

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Paco Gómez

Cigüeñas de Anaya

15-03-2023

¡Oh, tarde luminosa!
El aire está encantado
(Antonio Machado)

Aquí vivimos, la verdad, tan ricamente. Si hubiera en esta ciudad un Magistral, a la fuerza, tendríamos que ser nosotras. Nos buscamos los mejores ángulos y perspectivas y, reconozcámoslo, ya hay rincones que no serían lo mismo sin nuestra presencia y sin esa música que hacemos como nadie.

A lo que vamos, a nosotras no se nos escapa casi nada. Os vemos ir y venir. Os vemos maldecir el aire endemoniado que siempre sopla en esta esquina. Apretar el paso para no llegar tarde a clase. Remolonear esas tardes amorosas entre los bancos y el césped. Aguardar cola en los puentes, cuando parece que en la ciudad no cabe un alma más.

Y os vemos cada Semana Santa. Vemos ese trasiego de cofradías. El ir y venir de la Catedral. Antes aprovechábamos esos días para irnos de puente, porque la verdad es que al principio tanta trompeta y tanto tambor era un poco molesto. Pero ahora le hemos cogido el punto y ya no nos vamos por nada del mundo. De hecho, vienen de visita parientes de otros campanarios, porque como aquí, en pocos sitios.

Tendríais que poder por un momento ver lo que nosotras vemos. Claro que la Comisión de Patrimonio podría el grito en el cielo, porque no está la chimenea para muchos trotes. Ni el tejado (se lo tenemos dicho a Julián: mira que cualquier día nos quedamos sin casa). Pero de verdad que es algo maravilloso.

Desde que casi todo pasa por la Catedral, estamos encantadas. Desde aquí se ven los puntitos de luz en la noche y su goteo de cera en las baldosas. Vemos capuchas franciscanas y antorchas, vemos altos capirotes blancos. Jaleo multicolor de niños. Vemos el esfuerzo de algunos costaleros o la sobriedad de los que avanzan a pasos cortos con imágenes admirables sobre los hombros.

El lunes y el martes ya tenemos aleccionadas a las visitas para que no se atrevan ni a abrir el pico. Y contenemos la respiración el miércoles cuando vemos avanzar a Jesús Flagelado o salir, justo enfrente de nosotras, al Cristo de la Agonía Redentora con su pelo al viento.

Nos gusta tanto lo que vemos que es posible que el jueves sea el único día que no nos importa que haya palomas pululando por aquí. Son tan desconsideradas y lo dejan todo… pero, para qué negarlo, esa noche hacen bien bonito.

Todos los días disfrutamos lo que vemos. Hasta el viernes, y eso que a veces no sabemos muy bien hacia dónde mirar por la tarde, porque está todo un poco confuso. Pero luego sale la Soledad y el incienso sube hasta aquí y se nos mete un poco en los ojos y hace que se nos escape alguna lagrimita.

Y luego el jaleo del domingo y las campanillas. Y las charras y charros deslumbrando con los rayos que rebotan en sus lentejuelas y abalorios.

En fin, es tan bello. Algunas veces vienen por aquí a molestar las urracas y nos dicen que es que nosotras lo vemos todo desde aquí arriba y nos pensamos que todo reluce. Que si bajáramos al suelo como ellas, ya veríamos, ya, lo que se cocía allí abajo. Que si polémicas, que si cuchicheos, que si desavenencias. ¿Pero no veis que cada vez son menos?

La última vez ya me tuve que poner seria y amenazar con darle un picotazo bueno a una. Es que no nos entra en la cabeza que todas esas cosas puedan emponzoñar algo tan hermoso.

Ya estamos contado los días, las horas para vivir los momentos que tanto nos gustan. Pensadlo y, aunque solo sea, hacedlo por nosotras.

Atentamente:

Vuestras amigas las cigüeñas de Anaya.

 

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