miércoles, 29 de marzo de 2023

Ideas claras: discurso del papa a las Cofradías

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Raúl Román

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29-03-2023

 

No es aventurado decir que ha pasado completamente desapercibido el discurso que el papa Francisco dio el día 16 de enero de 2023 a los representantes de la Confederación de Cofradías de las Diócesis de Italia, ante la celebración del próximo Jubileo del año 2025, que tendrá como lema «Peregrinos de esperanza». Cofradías que, por el hecho de ser de Italia, no son menos asociaciones de fieles, ni más, ni nada diferente, que las de la Semana Santa de Salamanca (la declarada de Interés turístico internacional), pues las cofradías son Iglesia.

Parece que por las idas y venidas de los cofrades y de las cofradías hispanas no queda tiempo para estas lecturas, pues la ultraactividad de los cuerpos cofradieros (juntas, hermanos y allegados) impiden ya a lo largo de todo el año un mínimo de atención a cuanto suponga parar un instante para saber qué somos, qué debemos hacer, y dónde hacemos... La piedad popular reducida a una mera piedad estético-afectiva puede ser muy efectista pero poco efectiva, y nada evangelizadora.

En su discurso el papa Francisco subrayó la importancia del Concilio Vaticano II, que en la Constitución Lumen Gentium se refiere a «la naturaleza y misión» de los laicos en la Iglesia, «llamados por Dios a contribuir, casi desde dentro como la levadura, a la santificación del mundo».

Francisco también destacó la actualidad de la exhortación apostólica postsinodal Evangelii nuntiandi del papa san Pablo VI del año 1975, afirmando que se trata de una exhortación apostólica «profética, que ayuda, que hace ir hacia adelante».

Y en el sentido de avanzar indicó que la «riqueza y la memoria de la historia de las cofradías no se deben convertir nunca en motivo de repliegue, de celebración nostálgica del pasado, de cierre hacia el presente o de pesimismo por el futuro; sino en estímulo fuerte para reinvertir hoy el patrimonio espiritual, humano, económico, artístico, histórico y también folclórico, abiertos a los signos de los tiempos y a las sorpresas de Dios». De este modo, el papa Francisco alentó a las cofradías a «dejarse animar por el Espíritu Santo y a caminar, como lo hacen en las procesiones». Siguiendo esa figura, invitó a las cofradías a «organizar su camino en tres líneas fundamentales»:

En primer lugar, caminar sobre las huellas de Cristo. De ahí la importancia de estar cercanos al Evangelio, de colocar al centro a Jesucristo y de acudir a menudo a los sacramentos.

En segundo lugar, les sugirió caminar juntos, sirviéndose de instrumentos comunitarios de formación, de discernimiento y de deliberación, así como manteniendo un contacto vivo con la Iglesia local.

Y, en tercer lugar, aconsejó caminar anunciando el Evangelio, testimoniando la fe y cuidando de los hermanos, en especial, de quienes padecen «las nuevas pobrezas de nuestro tiempo».

El papa Francisco también alentó a no caer en celebraciones «nostálgicas del pasado, cerrazones ante el presente o pesimismo ante el futuro». Finalmente pidió reinvertir el patrimonio «espiritual, humano, económico, artístico, histórico e incluso folclórico, abiertos a los signos de los tiempos y a las sorpresas de Dios».

Dicho lo cual, nos cabe expresar que no son pocas las conclusiones constructivas y positivas que surgen de estas indicaciones. A modo de reflexión abierta propongo algunas.

Para empezar, nos surge la idea de que la realidad no es monolítica, ni todo tiempo pasado fue mejor. Es sabido que todo lo que sucede se puede leer de distintas maneras, y que esa diversidad no es un problema, sino expresión de riqueza, también en nuestras cofradías. Por tanto, ante los retos de las cofradías no hay una sola respuesta para sus actividades, propuestas y apuestas, para sus planes y presencias, ni en este 2023 ni más adelante, sino que será bastante con recordar la identidad en los puntos que indica el papa, y, considerando las cuestiones identitarias y fundamentales, caminar sin miedos y sin impertinencias. Esto es algo que a veces asusta, porque muchos quisieran que se les diga qué tienen que hacer, qué está bien y qué está mal, o decirlo ellos y solo ellos, pero eso es muestra de una inmadurez en la fe. Ya en el Antiguo Testamento el libro del Eclesiastés refutaba las falsas creencias y dejaba abiertas nuevas y variadas posibilidades de sentido.

El creyente que, desde su condición de Hijo de Dios y expresando libremente una opción, participa como fiel en una cofradía, a partir de lo que constata desde su fe y en la realidad, está invitando a un camino realista y con los pies en la tierra. Y el reto es no repetir viejas fórmulas, sino analizarlas, ver lo que todavía tienen de valor y reformularlas desde el diálogo con la vida. Así se vive el Evangelio y, en definitiva, se lleva a cabo un trabajo artesanal, algo que por otra parte, el pueblo sencillo suele hacer con mucha espontaneidad.

Y a lo que nos está invitando el papa, a cofrades y cofradías, es a poner el corazón y los ojos en lo esencial del cristianismo, no en una restauración de una civilización que por otra parte en esta época ha decidido el suicidio cultural como método para acabar consigo misma; dinámica de la que no solo tenemos que huir, sino que hay que ahuyentarla, buscando una Iglesia en perspectiva personal y comunitaria, del tú a tú, que hable del Evangelio.


 

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