Cuando acabamos
la Semana de Pasión, traemos a la memoria el Llanto de Jesús por Jerusalén: «¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata
a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido
reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no
habéis querido!» (Mt
23,37). Muchos profetas han sido envidados a Israel y no han sido
escuchados y la misma suerte correrá Jesús. Incluso extranjeros han recibido el
don de Dios y no siempre los israelitas: la viuda de Sarepta en Sidón, el Sirio
Naamán, la sunamita, Ruth la moabita… Jesús cita en Nazareth, donde se había
criado, a la viuda de Sarepta y al Sirio Naamán. Pero cita a otros dos casos en
referencia a sí mismo: la reina del Mediodía y los ninivitas.
«La reina del Mediodía se
levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de
los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más
que Salomón» (Mt 12,42). ¿En qué consistía la sabiduría de
Salomón? En provocar al que ama. De todos es conocido el juicio en que el rey
de Israel amenazó con matar el niño. De esta forma reconoció a la verdadera
madre. Porque amaba al niño, renunció a su criatura. Cristo es más que Salomón,
porque su sabiduría no está en provocar al que ama, sino en entregarse él en
lugar del condenado justamente. Amar sin medida es el amor de Dios y así lo
expresa el Mesías en su predicación y en sus obras, pero sobre todo en la Cruz:
«no saben lo que lo que hacen».
«Los ninivitas se levantarán en el
Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la
predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás» (Lc 11,32). Otro tanto pasa con los ninivitas, que se
convirtieron con la predicación de Jonás, y eso que Jonás rehusaba ir porque
sabía que Dios es misericordioso y perdonaría a los ninivitas si se convertían.
Pero Jesús es más que Jonás, ya que ha venido no para hacer su voluntad sino la
voluntad del que le envió. El servicio de Jesús es mayor que el de Jonás. Pide
el perdón, aunque suponga su entrega. En cambio Jonás se queda a las afueras de
Nínive para ver si Dios cumple su amenaza.
También es más que Salomón, porque a este lo corrompió el poder en la riqueza en su vejez, pero a Jesús no lo desvió ni la muerte ignominiosa a la que condenan al Justo los impíos para ver si lo protege Dios, según el libro de la Sabiduría. Y, por supuesto, es más que Jonás, que desea tener razón y se lamenta por un ricino, sin entender que Dios tenga compasión de hombres y mujeres. La grandeza del Viernes Santo es de tal magnitud que en el Pregón Pascual se dice: «¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo! […] ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!».
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