lunes, 8 de mayo de 2023

Gaudeamus

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 Félix Torres

Penitente, Hermandad Universitaria | Foto: Pablo de la Peña

08-05-2023

Desconozco si en los orígenes, cuando en los primeros meses de aquel ya lejano 1947 se reunieron unos cuantos jóvenes universitarios a los que unía el espíritu de las Congregaciones Marianas Universitarias para fundar una nueva hermandad para la Semana Santa salmantina, la idea era ya mostrarse con esa austeridad ahora emblemática como seña de identidad o simplemente querían romper con ciertos lujos cofrades que, quizá por su condición de ilustrados, se les podían presuponer. Sea como fuere y las intenciones que hubiere, lo cierto es que el tener estudios no tiene que implicar excesos más allá de la elegancia y que, en aquellos momentos en los que el auge de las procesiones salmantinas tendía claramente a la ostentación exagerada, un poco de mesura y de lo que para algunos era vuelta a los orígenes, se hacía interesante si no necesario. Y así dieron sus primeros pasos, con la elegancia de la viscosilla en su vestido, el lujo de unas alpargatas para calzar los pies y cruces de basta madera para hollar hombros de fina piel.

Se creó la Hermandad Universitaria, la de «los estudiantes», con tal tino que, con el paso de los años, nada cambió más allá de lo que fuera necesario en los primeros momentos: unas magníficas andas y un excelente estandarte. Nada más. Y así hasta hoy, sin histriónicos gestos, y sí con la humildad de los que, conscientes de su presente, tuvieron que hibernarse en tiempos de sequía cofrade hasta que encontraron un futuro en el que volver como si nada hubiera pasado, de igual manera, sin ruidos, con esa sencillez que desde entonces, ahora sí, se ha convertido en santo y seña no solo de esta hermandad salmantina sino de nuestra Semana Santa más querida y admirada dentro y fuera de los muros provincianos que muchos nos hemos creado.

El ejemplo es claro. Para que todo funcione no hay que hacer más de lo necesario, lo imprescindible podría decirse, en nuestras hermandades y cofradías. Y, sin embargo, vemos cómo, desde siempre también, en muchas otras de nuestras cofradías enfrentamos, quizá inconsciente, quizá osada o quizá ignorantemente, dos de los ideales que deben movernos como cristianos que dan testimonio y que, como tales, figuran en letras capitulares en nuestras reglas y normas: la caridad y el culto público a Jesucristo y su Madre, la Virgen, en las imágenes procesionales. Un contrasentido ‒ese del exceso de oropeles y bordados frente a la llamativa parquedad en la ayuda a los necesitados‒ en el que nunca ha tropezado la Hermandad Universitaria en estos 75 años que ahora celebra y de lo que todos sus hermanos deben sentirse orgullosos.

Creo que son motivos suficientes, y así lo ha considerado también la Tertulia Cofrade Pasión, como para verse reconocidos por un grupo de amantes de la Semana Santa con el galardón Francisco Rodríguez Pascual. Que no es mucho, seguramente, y así lo verán críticos y escépticos, pero que creo que ilusiona a quienes lo reciben y mucho más a quienes lo otorgan.

Y yo, que enfrento este evento desde mi triple condición de universitario, hermano de la hermandad galardonada y contertulio de la asociación patrocinadora, me tengo que declarar triplemente orgulloso al mirarlo desde cada una de las caras del prisma. Orgulloso de quienes me precedieron en el Alma Mater con el coraje de fundar esta hermandad, orgulloso de haber desfilado con mi cruz, mi toga y mi birrete junto al Cristo de la Luz y Nuestra Señora Madre de la Sabiduría y orgulloso de formar parte de este grupo de amigos que es capaz de charlar de Semana Santa junto a unas tazas de café. El orden de estos orgullos es permutable y el resultado final de la ecuación será siempre el mismo: la alegría de compartirlo.


 

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