Puerta de las Platerías de la catedral de Santiago de Compostela. Detalle del Tímpano |
Hegel decía que resulta muy
complicado representar la Pasión de Cristo de una manera donde aparezca la
belleza. En concreto decía «no se puede representar a Cristo flagelado,
coronado de espinas, crucificado o agonizante con las formas de la belleza
griega». De esta manera, con mayor o menor profusión, estamos acostumbrados a
verlo en muchos de los pasos de Semana Santa que pueblan nuestras calles
durante esos días santos.
Pero estas formas de mostrar
escenas de la Pasión no fueron siempre así. Quizás haya que esperar hasta el
año 1306, por poner una fecha exacta, cuando Giotto presenta su pintura
titulada Lamentación sobre Cristo muerto.
Esta obra se conserva en la pared izquierda de la Capilla de los Scrovegni en
Padua. Allí podemos observar cómo los personajes que acompañan a la figura de
Cristo lloran, haciendo extensivo este lamento incluso a los ángeles que desde
el cielo se encuentran contemplando la escena. La introducción del sentimiento
en las obras parte de los trabajos de este autor.
Pero qué ocurría durante momentos
anteriores a esta fecha, en un periodo donde las expresiones de sufrimiento no
aparecían en los rostros y cuerpos de los personajes. Muchas de las cuestiones
deberían ser explicadas para que fueran comprendidas. Explicadas por alguien
que tuviera los suficientes conocimientos para así acercar al pueblo estas
enseñanzas o bien el sufrimiento de Cristo.
Al hilo de esta idea me llama
la atención el tímpano de la portada derecha de las Platerías en la Catedral de
Santiago de Compostela. Sabemos que esta portada trata de corregir los errores
que había extendido la herejía monofisita. Esta herejía había surgido en el
siglo IV en Oriente y, como observamos, encuentra resquicios o seguidores hasta
las fechas de las que estamos hablando, contando que la realización de la
fachada se realizaría a principios del siglo XII. Se trata de avisar a los
peregrinos acerca de la enseñanza de la Iglesia en estas cuestiones. Esta forma
de pensar no negaba la doble naturaleza de Cristo (humana y divina) sino que
venía a decir que la humana quedaba de alguna manera subsumida en la divina
hasta hacerse imperceptible. Esto va en contra de las ideas de la Iglesia que
afirma que la figura de Cristo tiene esa doble naturaleza al mismo nivel, como
humano y como Dios.
Para intentar demostrar la
parte que resultaba más endeble y ante la imposibilidad de representar el
sentimiento se centran en las imágenes en las cuales Jesucristo sufre y
(suponemos) siente dolor humano ante ciertas situaciones. Aquí es donde se
haría indispensable la explicación. Así aparecen talladas escenas que aluden al
Prendimiento, la elevación de la cruz en el Gólgota, lugar donde va a ser
crucificado, momentos estos de sufrimiento y dolor extremo, la Flagelación y la
Coronación de espinas. Todas escenas de la Pasión que harían temblar a
cualquiera que tuviera que enfrentarse a ellas. En la parte izquierda de esa
línea de representaciones veríamos el milagro de la curación del ciego, que
manifiesta la naturaleza divina de Cristo frente a la humana representada en
las anteriores
En la parte superior del
tímpano dos escenas más aludiendo una al tema del dolor y otra a la naturaleza
de Cristo. Por un lado, el sacrificio de Isaac, premonición de la entrega que
el Padre hace de su Hijo para la salvación del mundo y en segundo lugar la Adoración de los Reyes Magos. Esta
última escena también tiene su simbolismo ya que cada uno de los regalos que se
le hacen al niño alude a una de sus condiciones. Así se le entrega oro como
rey, incienso como Dios y mirra como hombre. Es decir, tratan de nuevo de
aludir a esa doble naturaleza del Cristo que une en una sola persona las
condiciones de Dios y de hombre.
Podemos observar en ejemplos
como este que, aunque no existan representaciones donde el dolor sea visible en
los rostros o contorsiones de los personajes, si se alude al mismo de otras
maneras. Con ello el pueblo puede captar y asumir la idea.
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