Está claro que, en cuanto tiene oportunidad, el papa
Francisco nos recuerda
que la Iglesia del siglo XXI
en una «Iglesia en salida». Esto es, una Iglesia descentralizada cuyo principal
objetivo debe ser llegar a Cristo por la conversión y al ser humano por la
misión.
Así pues, la Iglesia debe
ser, sin lugar a dudas, «la casa abierta del Padre» y, por tanto, quien decida
acercarse a ella o aun perteneciendo ya a ella requiera de su ayuda, no debe
encontrarse nunca con la frialdad de unas puertas cerradas. Por eso debe estar dispuesta siempre a agrandarse, para recibir a todos a los que lleguen y a los que,
estando en su seno, se sientan necesitados de la ayuda de sus obispos
y presbíteros. Todos deben reforzar y
priorizar el diálogo y el encuentro con todos los hermanos, sin excepción.
Esto me lleva a poner sobre
el papel, la decepción sufrida por algunos hermanos de nuestras cofradías que,
ante situaciones de conflicto derivadas de malas interpretaciones por parte de los órganos
de gobierno de las mismas, de los cuerpos legales que rigen la vida de las cofradías
y hermandades de Salamanca, acuden al pastor de la diócesis,
o a quien tenga la competencia delegada, para que siguiendo el procedimiento
establecido y sin dejar nunca de lado nuestro carácter fraterno, arrojen luz y
diriman las controversias ocasionadas.
Y sí, hablo de decepción porque después de un tiempo
«más que prudencial» e incluso «plazo de tiempo legal de espera», la contestación ni se ha producido y, es más,
ya ni se la espera.
Por eso, ante estas situaciones que generan malestar y conflictos dentro de la vida de las cofradías o desavenencias innecesarias entre sus miembros, las respuestas deberían ser abordadas lo antes posible por quien tenga la potestad y capacidad jerárquica para hacerlo y no dar la sensación de que algunos miembros de la Iglesia diocesana, normalmente laicos comprometidos en la misión, se sientan excluidos del diálogo y del encuentro que claramente preconiza nuestro papa Francisco con su idea de «Iglesia en salida».
Sirvan estas palabras de desahogo, ante el inminente periodo estival, para hacer reflexionar a quien corresponda, tanto a unos como a otros miembros de esta querida Iglesia nuestra, que el acercamiento, y muchas veces la solución de conflictos, se resolverían solo con la voluntad de cumplir con el mandato de «Ayuda Fraterna» que debería ser nuestro lema prioritario por encima de cualquier otra consideración de carácter puramente administrativo.
¡Buen verano hermanos!
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