foto: Lourdes |
13-07-2023
Recientemente, la semana pasada en concreto, ha tenido lugar la peregrinación diocesana a Lourdes. La Hospitalidad Salmantina realiza esta actividad todos los años a primeros del mes de julio. Tomando un café con un camillero, amigo mío, ha tenido lugar una conversación que me ha resultado, cuando menos, interesante. Además, creo que puede ser bueno conocerla en el ambiente en que nos movemos en esta revista y por eso he decidido compartirla.
Me explicaba que allí se juntan todas las generaciones, niños (algunos), adolescentes, adultos y mayores. Esto ocurre en el grupo de voluntarios y también en el de enfermos. Se trata de una experiencia donde la Iglesia se percibe en todos los estadios de la madurez de la persona y se nos muestra como tal Pueblo de Dios. No se dan en la actualidad muchos momentos donde sea visible de esta manera, dada la sectorialización de las acciones eclesiales.
Entre las actividades que realizan estando allí, como camillero que es él, está sin duda la de llevar a los enfermos para que participen en las actividades que se proponen por parte de quienes dirigen el santuario. Entre estas destacaba, junto a la misa en la Gruta y el paso de los enfermos por la misma Gruta, la Procesión de las Antorchas. Aquí procesiona el Cristo vivo en aquellos que Nuestro Señor ha elegido como preferentes. Se trata de uno de los momentos más emotivos e importantes. Todas las hospitalidades allí presentes asisten a la procesión acompañando a los enfermos mientras se reza el santo rosario.
Además, el grupo de voluntarios realiza el vía crucis por la montaña, recorriendo las catorce estaciones donde cada cual intenta sintetizar lo que está viviendo allí, en esos días con la Pasión de Cristo, hasta llegar a la decimoquinta estación que como se puede intuir es la resurrección del Señor. Un vía crucis con imágenes importantes, casi de tamaño natural, lo que permite entrar en diálogo con ellas de manera inmediata.
Se trata de un ambiente donde un espíritu atento puede captar la fe profunda de miles de personas que acuden de una u otra forma, enfermos, voluntarios y peregrinos, pero todos al encuentro de la Virgen María que se mostró a Bernadette en la Gruta de Massabielle. Es ella, la Virgen Madre, quien acompaña la fe del pueblo que busca en ella que interceda ante su hijo en favor de las situaciones que les afectan y el consuelo que no encuentran en la vida diaria.
Continuando… Una pequeña reflexión, personal, para acabar. Me parece que estos lugares son importantes para poder realizar una adecuada síntesis fe-vida. Es decir, poder respirar la fe en las acciones concretas y poder creer que en cada una de ellas está el Señor. Una síntesis, esta de la que hablamos, que hace posible que la persona sea la misma en el templo o en la calle, en tal época del año o en otra cualquiera, con este ambiente o con otro, que en cada momento respiramos la presencia del Señor, que hace posible que podamos llegar, con la gracia de Dios, a decir: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí», como san Pablo.
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