lunes, 10 de julio de 2023

La Semana Santa desde la churrería

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 Olivio Arribas Sastre

Foto: Archivo de la Cofradía de Jesús Nazareno de Zamora

10-07-2023

La noche del Jueves al Viernes Santo en Zamora no es una noche más y en las churrerías de la ciudad y especialmente en el Malú, tampoco.  Nada queda al azar, todo ha sido milimétricamente calculado. Andrés, el propietario de la churrería chocolatería Malú, lo tiene todo preparado. La harina para la masa de sus churros ha sido buscada y probada por toda la geografía nacional. Al fin ha dado con ella: la justa humedad y vaporosidad para que el aceite no ahogue el sabor de sus churros. El excelente cacao para su sabrosísimo chocolate…  Esa noche, la vajilla y el tintineo de sus cucharillas será sustituido por hileras de vasos de material reciclable que esperan ansiosos sobre la barra, cual cofrades, para seguir a su Nazareno.

Los puños entran y salen de la masa para darle textura (¡Duro trabajo!). El aceite salta al primer contacto con el pálido e inmaduro churro y hacen de esa masa blanquecina un dorado y crujiente, ahora sí, churro.

La cafetera vocifera, las jarras de chocolate van y vienen.

—«¡Dos chocolates con churros por aquí, por favor!».

—«¡Cuatro más, dos de ellos con nata!».

El local está abarrotado y conseguir una silla es todo un triunfo. La gente entra ansiosa por degustar el preciado líquido con sus churros y los soportales del mercado de abastos se llenan de turistas y locales pringando los churros en el vaso que sostienen en la otra mano. Jóvenes que buscan calentar y alimentar el alma y el cuerpo en la Semana Santa zamorana. Matrimonios entrados en edad que siguen la tradición del chocolate calentito con churros antes, durante y después de la procesión del «Cinco de copas», o también llamada «de los borrachos». El padre o la madre que van con sus adormilados hijos pequeños que no dan crédito al barullo de gente que deambula por las calles cubiertas de cera caída de los cirios y velas de anteriores procesiones. Esas miradas del infante en señal de agradecimiento por los churros a su progenitor y la felicidad de la madre al ver a su hijo con los berretes en su boca. O esa joven parejita que se acurruca en torno a un plato de «churros calentitos» buscando el calor que la noche no les da; el joven le limpia la comisura de sus labios con un dedo y de nuevo, la mirada de ella lo dice todo. ¡Esto también es Semana Santa! Cargadores que quieren coger fuerzas para las cinco de la mañana y que no pocas veces olvidan en el local sus fajas; o grupos de hermanos con sus estandartes y capirotes, velas e incluso cirios, y cómo no, sus medallones y almendras garrapiñadas que luego repartirán entre la muchedumbre que espera para ver la procesión.

El chocolate y los churros son un reclamo muy dulce y sabroso no solo en este local sino en toda la ciudad, que hacen que la Semana Santa transforme a Zamora y su comarca en un inimaginable microcosmos durante unos días y nadie se acuerde de nuestra España vaciada.

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