Procesión de la Cofradía de la Oración del Huerto / Pablo de la Peña |
18-10-2023
Que la Semana Santa impregna nuestras más arraigadas tradiciones es un hecho evidente. En realidad, no solo este tiempo litúrgico, sino todo el calendario, diría yo, se convierte en referencia de etapas, fechas y celebraciones que señalan lo más significativo de nuestra identidad cultural ‒se quiera o no admitir, negar o tergiversar‒.
Pensemos, por ejemplo, en la variadísima gama de dulces que, en nuestra geografía, se relacionan con los distintos momentos del calendario litúrgico o con festividades cruciales del mismo. Concretamente, en Cuaresma y Semana Santa, las torrijas, los pestiños, los buñuelos, etc. En otro momento explicaremos con mayor detalle el porqué de estos alimentos precisamente en este tiempo del año. Y podríamos centrarnos, igualmente, en otras manifestaciones y tradiciones que cualquiera de nosotros tiene sin duda en mente.
Pero en esta ocasión quisiera centrarme en expresiones y usos que han quedado lexicalizadas en nuestra lengua con un sentido bien definido, y cuyo origen se relaciona con la Semana Santa. Todos ellos resultarán, a buen seguro, familiares y comunes para la mayoría de los hablantes. Comenzaremos con el dicho popular la procesión va por dentro, que algunos equivocadamente enuncian como la profesión va por dentro. El origen está en la práctica de realizar las procesiones en el interior de los conventos o iglesias donde se hallaban las tallas veneradas. Debido a las inclemencias meteorológicas que impedían su realización por las calles se optaba por hacerlo en el interior, para mitigar en lo posible la frustración y el desencanto después de tanto tiempo de ilusionada preparación ‒la práctica se mantiene hoy‒. Por extensión, la expresión ha quedado fijada en nuestra lengua para referirnos a las situaciones en que, pasando por un mal momento, se intenta disimular y no exteriorizar el dolor.
En alusión a situaciones complicadas o extremadamente difíciles podríamos citar asimismo la expresión pasar o vivir un calvario, que se relaciona directamente con el Monte Calvario ‒del latín ‘calvarium’ (calavera), que era como se denominaban los cerros o montes donde se amontonaban las calaveras de quienes habían sido ejecutados‒ esto es, el lugar en el que Jesús fue crucificado. La relación es evidente, ya que con esta expresión aludimos a las penurias, desgracias, adversidades o sufrimientos por las que atraviesa una persona, sin haberlo deseado o merecido. Más coloquial, pero de sentido casi análogo, es pasarlas canutas, cuyo origen no está en la Semana Santa, sino en otro aspecto que desvelaremos en otro momento. El matiz, en este caso, es que pasar un calvario posee un mayor grado de intensidad que pasarlas canutas.
Para cerrar esta breve nómina, citaremos otra expresión muy popular, aunque actualmente menos utilizada. Se trata de hacer una barrabasada, expresión con la que nos referimos a un acto, desaguisado o disparate que provoca un gran daño o perjuicio, y por demás, inmerecido. El origen tiene que ver, como es fácil intuir, en el Barrabás que citan los Evangelios, un preso que en el mismo momento en que Jesús fue llevado ante Poncio Pilatos, estaba a la espera de ser ejecutado en la cruz. Pilatos, a la sazón jefe militar de la provincia romana de Judea, ante la presión de un populacho manipulado por los alborotadores partidarios de Barrabás ‒que hoy sería un terrorista de tomo y lomo‒, ofreció a la multitud elegir entre liberar a Jesús (en quien no hallaba culpa alguna) o Barrabás. En fin, ya sabemos cuál fue la elección. Al margen de la trascendencia que tuvo el episodio, nuestra lengua acuñaría más tarde la citada expresión, y otras derivadas, como ser peor que Barrabás, para referirnos a una persona muy mala.
Como es fácil suponer, la relación de términos y expresión es más amplia. Seguro que tú, amigo lector, ya estás pensando en alguna. Seguiremos su huella en otro momento.
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