lunes, 30 de octubre de 2023

Santos desconocidos y olvidados

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Jesús A. Alonso Cuesta


30-10-2023


Hoy, lunes 30 de octubre es la antevíspera de la festividad de Todos los Santos, esa fecha en la que la tradición nos lleva a los camposantos a recordar con cariño a aquellos que se fueron para siempre y para nunca.

Teóricamente, el 1 de noviembre es la festividad de todos los santos, mientras que el día 2 será la festividad de los fieles difuntos, si bien el propio papa Francisco dijo en el ángelus del día 2 de noviembre del año 2014 que ambas celebraciones «están íntimamente relacionadas entre sí».

Si bien el día 1 de noviembre será la fecha en la que la Iglesia ha decidido honrar a los santos cuya santidad heroica ha sido reconocida oficialmente por ella, también es la festividad de los «santos desconocidos», los santos de lo sencillo y lo cotidiano, esos que basaron su vida en el amor sus hermanos, en la búsqueda de la justicia y la libertad.

Hay gente que valora la salud de las hermandades en base al número de hermanos. Otros tienen en cuenta el número de nazarenos que salen en sus desfiles y algunos, sin embargo, lo aprecian en virtud de las personas que tienen a su disposición para la carga de sus pasos procesionales. Yo soy de otra opinión. Para mí las hermandades son tan sanas como «santos desconocidos» albergan.

Esos santos desconocidos son alérgicos de los flashes y las entrevistas, reacios a varas y cargos de relumbrón, se esconden durante la mayor parte del año en cuartos, generalmente pequeños y oscuros pero impolutamente limpios, haciendo las labores que ahora se han dado en llamar de priostía pero que, en mi niñez, se llamaban de custodio.

Hoy, permítanme que me acuerde de dos santos de lo sencillo y lo cotidiano, que desde lo alto de los cielos seguro que siguen encerrados en cuartos ahora ya grandes y luminosos, trabajando para mayor gloria de nuestro Señor. Les hablo de Felipe Rodríguez y de Ángel Alonso, los cuales no cejaron en su intento de devolver a la Hermandad Dominicana el resplandor de décadas pasadas, quitándole horas del reloj y días del calendario a sus amigos, familia y aficiones. Por si esto fuera poco, supieron transmitir a sus hijos el «veneno» de la Semana Santa, perpetuando así una nueva generación de cofrades. Por ellos y otros tantos santos humildes de todas las cofradías, vaya este sincero homenaje.

Por último, quiero acordarme también de los «santos olvidados», esos grandes hombres que fallecieron y que el paso de los años ha creado una densa capa de polvo sobre sus nombres. Hombres y mujeres que nos dejaron hace ya más de un cuarto de siglo y que, al llegar la primavera, aún siguen resonando sus nombres en nuestras cabezas. Seguro que ustedes ya han puesto un par de nombres en sus labios. Permítanme que yo ponga el de Javier Silla de la Iglesia.

Hablar de alguien que no has conocido de forma directa puede resultar difícil. Sin embargo, hablar de Javi «Pim Pum» me resulta realmente sencillo. Y es que todos los que pueden hablar de él coinciden: era una de las mejores personas que se han cruzado a lo largo de sus vidas. Hombre de carga del también recordado Emérito Salvador, Javi hizo de Jesús de la Pasión el centro de su vida, no pasando día del año sin que visitara la capilla donde se veneraba el Nazareno de la túnica blanca portentosamente entronizado, que actualmente ocupan los sagrados titulares de la Archicofradía del Rosario. Allí le contaba sus cosas como el que habla con un padre, con un hermano, en definitiva, con el mejor de sus amigos para, una vez terminado su particular ritual, volver a sus quehaceres diarios no sin antes dejar diez duros en el lampadario.

Como tantos otros, le tocó vivir la difícil y a la par bonita época del resurgir de nuestras cofradías en la década de los ochenta, formando parte, además de la Hermandad Dominicana, de la Cofradía del Cristo de la Agonía, la Congregación de Jesús Nazareno y Jesús Flagelado, entre otras.

Hombre bueno por naturaleza, partió a la vera de su Jesús de la Pasión hace ya demasiados años, dejando a la Semana Santa en particular y a la ciudad de Salamanca en general más triste, sin su alegría carismática y apagada sin los flashes de su tienda de fotografía.

Santos desconocidos y olvidados, tan necesarios unos para el porvenir de sus hermandades, tan necesarios otros para recordar quién y qué es el centro de nuestras cofradías. Su ausencia cada día es más notoria y es uno de los síntomas más claros de que nuestra Semana Santa tendrá más cofradías que nunca, pero no está más viva que nunca.

Para acabar ya, simplemente querría pedirles una cosa, esta semana, saquen un ratito de la rutina de sus días y acérquense a la sede canónica de sus titulares. Una vez allí recen por los santos de su hermandad. Estoy seguro de que les sale más de uno. Con un poco de suerte, puede que se encuentren con algún hermano y quizá puedan empezar una agradable conversación sobre su cofradía, sobre el pasado el presente y, sobre todo, el futuro, que estamos a 146 días del Domingo de Ramos.

1 comentarios:

  1. Gente que luchó en las peores décadas de nuestra Semana Santa, anónimos la mayoría, y que hoy vuelven a ser protagonistas, por ellos y por tantos que ya no están, nuestro recuerdo y oraciones.

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