miércoles, 1 de noviembre de 2023

Creo en la comunión de los santos

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Tomás Gil Rodrigo

Los hermanos de Jesús del Perdón siguen a quien porta la cruz | Fotografía: Pablo de la Peña


01-11-2023

Cómo pasa el tiempo. Ya estamos a dos meses para que se acabe 2023. Hoy es 1 de noviembre y, como bien sabemos, celebramos la solemnidad de Todos los Santos. Al día siguiente, 2 de noviembre, la conmemoración de los Fieles Difuntos. Tendríamos que saber diferenciar estas dos celebraciones, pero también unir ambas fechas, porque en ambas se contiene un artículo final del Credo Apostólico: «Creo en la comunión de los santos». La fe cristiana no hay que aprenderla solo con la cabeza, ni es una excusa para descansar, o cumplir con una costumbre, por muy sagrada que nos parezca, como es ir a los cementerios a honrar a nuestros difuntos, sino que hay que vivirla, es decir, pasarla por el corazón y ponerla en práctica con el seguimiento cada día de Jesucristo.

Por lo tanto, la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos hay que acogerlas bajo la perspectiva de la comunión de los santos, es decir, como comunión entre la Iglesia del cielo y de la tierra. Es decir, la unión de los que formamos actualmente la Iglesia peregrina en el mundo no se da solo entre nosotros, sino también con los hermanos que ya hicieron el camino de Jesucristo en otro momento histórico anterior y, ahora, duermen en la paz de Cristo, porque todos participamos en el mismo amor de Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios (cf. Lumen Gentium 49).

Los que están en el cielo nos ayudan en la debilidad como hermanos intercesores que nos llevan la delantera y han hecho todo el camino hasta el final, han vivido la experiencia pascual de Jesucristo, han pasado por la cruz a la gloria. Dice el prefacio de los santos que ellos son ejemplo y estímulo para nuestra vida cristiana. A lo mejor me podéis decir que todo esto que estoy diciendo para explicar el día de Todos los Santos es un poco teórico o complicado, pero es más sencillo de sentir y entender de lo que parece, y más para los que formáis parte de una cofradía, porque, no sé si habéis caído en la cuenta, vuestras procesiones, a las que tanto queréis y cuidáis, hacen visible en la calle lo que hoy celebramos: la comunión de los santos. ¿No portáis en alto sobre las andas una o varias imágenes de los santos, que son la representación de la Iglesia del cielo que intercede por nosotros? ¿No les acompañáis por debajo y a ambos lados haciendo camino como Iglesia peregrina e invitando a toda la humanidad para que se una a vosotros? ¿Y no está a la cabeza de la procesión una imagen que nunca debe faltar, la del Crucificado, el único santo que cargó con el pecado de todos, y que ahora, gracias a la vida de la resurrección que el Padre le dio, abre el camino convirtiendo cada época en historia de la salvación hasta que vuelva?

Sabéis que la responsabilidad del dinamismo de cada procesión recae en aquel que abraza y lleva la cruz, me he fijado que cuando se detiene no lo hace solo para descansar él o los portadores de la imagen, sino también para reagrupar a los fieles en la comunión, porque no se puede quedar nadie atrás; otras veces se adelanta tanto el que lleva la cruz que nos obliga al esfuerzo de avanzar e ir más deprisa. Este hecho refleja muy bien lo que nos sucede a la Iglesia de la comunión de los santos, unas veces el Señor nos hace avanzar y correr por caminos nuevos, hasta llegar al final. Sin embargo, otras nos hace parar para que caminemos juntos.

Finalmente, dentro de la comunión de los santos está también la comunión con los difuntos, que es lo que celebramos al día siguiente. La Iglesia, desde los primeros tiempos del cristianismo, ha recordado con amor a los hermanos difuntos orando por ellos. Nuestra oración por ellos no solo les ayuda a ellos sino a nosotros que necesitamos su ayuda. En la Eucaristía es donde mejor podemos unirnos y orar por los hermanos que han compartido con nosotros la vida y la fe. Nos acogemos a la misericordia de Dios, visible en la vida entregada por amor de su Hijo, que perdona nuestros pecados y los de nuestros difuntos, para adentrarnos en su hogar. No es, por lo tanto, un día para provocar un recuerdo que produce tristeza al no poder estar con los seres que tanto hemos querido, situándonos paralizados junto a su sepultura, sino para la esperanza alegre que nos da Jesucristo resucitado. Por eso, os invito a participar en la eucaristía y encender el cirio pascual al comienzo, tal y como hacemos junto al cuerpo sin vida en el día del entierro. Os deseo un feliz día de Todos los Santos, creyendo, comprendiendo y viviendo lo que decimos en el Credo sobre la comunión de los santos y la vida el mundo futuro. Espero que estas líneas os hayan servido, un abrazo fraternal.

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