01-11-2023
Cómo pasa el tiempo. Ya estamos a dos meses para que se
acabe 2023. Hoy es 1 de noviembre y, como bien sabemos, celebramos la solemnidad
de Todos los Santos. Al día siguiente, 2 de noviembre, la conmemoración de los
Fieles Difuntos. Tendríamos que saber diferenciar estas dos celebraciones, pero
también unir ambas fechas, porque en ambas se contiene un artículo final del
Credo Apostólico: «Creo en la comunión de los santos». La fe cristiana no hay que
aprenderla solo con la cabeza, ni es una excusa para descansar, o cumplir con
una costumbre, por muy sagrada que nos parezca, como es ir a los cementerios a
honrar a nuestros difuntos, sino que hay que vivirla, es decir, pasarla por el
corazón y ponerla en práctica con el seguimiento cada día de Jesucristo.
Por lo tanto, la solemnidad de Todos los Santos y la
conmemoración de los Fieles Difuntos hay que acogerlas bajo la perspectiva de
la comunión de los santos, es decir,
como comunión entre la Iglesia del cielo y de la tierra. Es decir, la unión de
los que formamos actualmente la Iglesia peregrina en el mundo no se da solo
entre nosotros, sino también con los hermanos que ya hicieron el camino de
Jesucristo en otro momento histórico anterior y, ahora, duermen en la paz de
Cristo, porque todos participamos en el mismo amor de Dios y al prójimo y
cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios (cf. Lumen Gentium 49).
Los que están en el cielo nos ayudan en la debilidad como
hermanos intercesores que nos llevan la delantera y han hecho todo el camino
hasta el final, han vivido la experiencia pascual de Jesucristo, han pasado por
la cruz a la gloria. Dice el prefacio de los santos que ellos son ejemplo y estímulo para nuestra vida
cristiana. A lo mejor me podéis decir que todo esto que estoy diciendo para explicar
el día de Todos los Santos es un poco teórico o complicado, pero es más
sencillo de sentir y entender de lo que parece, y más para los que formáis
parte de una cofradía, porque, no sé si habéis caído en la cuenta, vuestras
procesiones, a las que tanto queréis y cuidáis, hacen visible en la calle lo
que hoy celebramos: la comunión de los santos. ¿No portáis en alto sobre las
andas una o varias imágenes de los santos, que son la representación de la
Iglesia del cielo que intercede por nosotros? ¿No les acompañáis por debajo y a
ambos lados haciendo camino como Iglesia peregrina e invitando a toda la
humanidad para que se una a vosotros? ¿Y no está a la cabeza de la procesión
una imagen que nunca debe faltar, la del Crucificado, el único santo que cargó
con el pecado de todos, y que ahora, gracias a la vida de la resurrección que
el Padre le dio, abre el camino convirtiendo cada época en historia de la
salvación hasta que vuelva?
Sabéis que la responsabilidad del dinamismo de cada
procesión recae en aquel que abraza y lleva la cruz, me he fijado que cuando se
detiene no lo hace solo para descansar él o los portadores de la imagen, sino
también para reagrupar a los fieles en la comunión, porque no se puede quedar
nadie atrás; otras veces se adelanta tanto el que lleva la cruz que nos obliga
al esfuerzo de avanzar e ir más deprisa. Este hecho refleja muy bien lo que nos
sucede a la Iglesia de la comunión de los santos, unas veces el Señor nos hace
avanzar y correr por caminos nuevos, hasta llegar al final. Sin embargo, otras
nos hace parar para que caminemos juntos.
Finalmente, dentro de la comunión de los santos está
también la comunión con los difuntos, que es lo que celebramos al día
siguiente. La Iglesia, desde los primeros tiempos del cristianismo, ha
recordado con amor a los hermanos difuntos orando por ellos. Nuestra oración
por ellos no solo les ayuda a ellos sino a nosotros que necesitamos su ayuda. En
la Eucaristía es donde mejor podemos unirnos y orar por los hermanos que han
compartido con nosotros la vida y la fe. Nos acogemos a la misericordia de
Dios, visible en la vida entregada por amor de su Hijo, que perdona nuestros
pecados y los de nuestros difuntos, para adentrarnos en su hogar. No es, por lo
tanto, un día para provocar un recuerdo que produce tristeza al no poder estar
con los seres que tanto hemos querido, situándonos paralizados junto a su
sepultura, sino para la esperanza alegre que nos da Jesucristo resucitado. Por
eso, os invito a participar en la eucaristía y encender el cirio pascual al
comienzo, tal y como hacemos junto al cuerpo sin vida en el día del entierro.
Os deseo un feliz día de Todos los Santos, creyendo, comprendiendo y viviendo
lo que decimos en el Credo sobre la comunión de los santos y la vida el mundo
futuro. Espero que estas líneas os hayan servido, un abrazo fraternal.
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