viernes, 16 de febrero de 2024

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Paco Gómez

Paco Gómez en el teatro Liceo | Foto: Pablo de la Peña

16-02-2024

«Al principio la fe movía montañas solo cuando era absolutamente necesario».
(La oveja negra y demás fábulas, Augusto Monterroso)

 

Es habitual que todo episodio negativo traiga un reverso positivo. Y, por suerte, a menudo de mucha más intensidad lo segundo que lo primero. A estas alturas, supongo que no será ninguna sorpresa para casi nadie saber que llevo unos días retirado de la circulación por prescripción médica después de llevarme un susto, digamos a ojo, de 5 en la escala de Ritcher.

Daños controlados, acostumbrarse a un control mayor de algunos aspectos del que había hasta ahora, dejar la sal a un lado por el momento y llevar una vida de cartujo que está loco por romper a hablar cuanto antes.

Detrás de lo que es más o menos obvio se esconde también la experiencia personal de haber sido abrumado por los mensajes de cariño. Muchos de ellos, casi innumerables, han venido del mundo cofrade y semanasantero.

En el pregón del año 2022 desvelaba que en mi agenda ese apellido, «Semana Santa», acompañaba a decenas de nombres con los que he ido trabando relación después de muchos años de actividad profesional. En un buen puñado de casos, tras lo profesional ha venido también el trato y afecto personal.

La Semana Santa se ha volcado otra vez conmigo, con un cariño que posiblemente no merezco. Lo curioso ha sido la coincidencia de formato de muchos de los mensajes. No podía menos que sonreír (de una forma asimétrica todavía, así son las cosas) conforme se me iba comunicando como una advocación y otra, y otra, estaban «volcadas» en mi caso, «trabajando» en mi recuperación.

Han sido la mayor parte de los titulares de la Semana Santa de la ciudad, pero también algunos de la provincia, en cuyos lampadarios han ardido velas (gracias, gracias) por mí. También algunos de otras latitudes (no me cobres el kilometraje, Alfonso) han sido «sucursales» salmantinas de estos buenos deseos.

Mientras mi WhatsApp y buzón de entrada del correo se iban llenando de estos mensajes, no pude por menos que pensar lo bonito que es el mundo de la Semana Santa y qué pena que solo haya esa sensación de unidad cuando hay una (desmentida) amenaza de tragedia.

Estos días las aguas bajan revueltas –pero ¿cuándo no?– otra vez por todo tipo de vicisitudes que tienen que ver con itinerarios, prioridades de paso, titularidades y todos los etcéteras que imaginarse puedan de este microcosmos que a veces parece disfrutar jugando a la desunión y a la gresca.

Es un pensamiento que solo conduce a la melancolía, porque ninguna solución puedo aportar, ni estoy en condiciones de dar o quitar razón o razones a nadie. Pero advierto: mientras esté en mi mano, no pienso volver al hospital.

 

 


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