lunes, 18 de marzo de 2024

Penitencia pública de públicos (im)penitentes

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 Paulino Fernández

Detalle del Cristo del Amor y de la Paz | José Javier Pérez

 
18-03-2024

La llegada de la Cuaresma llena los buzones de correo electrónico de innumerables mensajes de nuestras hermandades, cofradías, congregaciones, esclavitudes… De asociaciones públicas de fieles, reciban el nombre que reciban, en resumidas cuentas.

Los mismos notifican cultos. Notifican asambleas o cabildos. Notifican reuniones varias. Notifican ensayos. Notifican horarios. Notifican públicos ejercicios piadosos. En resumidas cuentas, envían más notificaciones que un juzgado. Otra cosa es el éxito o no entre los notificados, pero eso supone entrar en un pozo sin fondo de dimes y diretes sobre si la responsabilidad de la (in)asistencia responde a notificantes o notificados; cuando la realidad es que la responsabilidad se deriva de ambas partes y en ambas partes deberíamos trabajar.

Pero el tema no es la notificación, sino que el tema es lo que, precisamente, no se notifica. Cuando leemos los mensajes observamos fastuosas y pomposas orlas de Culto, rococós documentos en los que, con la pompa propia de un teatro barroco (an)acrónico, se anuncian triduos, quinarios, septenarios, novenarios o fiestas principales. Se anuncian oradores, se anuncia quién ocupará las prédicas… pero, por más que lo leo, la práctica sacramental sigue estando incompleta.

Porque, de todas las orlas de culto que han caído en mis manos, nunca veo que ninguna proponga un ejercicio tan necesario como el del sacramento de la reconciliación. Seamos serios, si la Iglesia es un «hospital de pecadores», no podemos perder de vista que nuestras hermandades también lo son; porque son Iglesia por naturaleza.

No deja de resultar irónico que muchas de esas Hermandades hablen de «marchas penitenciales» o «estaciones de penitencia», que en sus Estatutos digan procurar la perfección de sus hermanos y que se gloríen, entre susurros o gritos, que son el único nexo religioso para muchos de sus miembros mientras no ofrecen, a esos mismos integrantes, ni una sola oportunidad de reconciliarse.

¿Cómo será una marcha penitencial si no hay conciencia de esa dimensión penitencial? ¿Cómo procuramos la perfección de nuestros hermanos si no les indicamos la oportunidad de acudir al perdón y al arrepentimiento? Son muchas las maneras que podrían hacerse: desde solicitar al capellán unos momentos de confesión antes de la salida, hasta la organización de una celebración comunitaria de la penitencia dentro de aquellas fastuosas celebraciones que, de la noche a la mañana, han empezado a surgir. Habrá quienes, no exentos de cierta razón, señalen que nuestros presbíteros están pastoralmente sobrecargados para satisfacer estas reclamaciones, más no es menos cierto que en todas las parroquias y unidades pastorales hay horarios de confesiones y hay celebraciones y momentos especiales en estos días de Cuaresma a los que la hermandad, en un gesto de koinonía, podría invitar a sus hermanos a sumarse. Porque, no lo olvidemos, estaríamos ayudando a cumplir el segundo mandamiento de los de la Santa Madre Iglesia «Confesar los pecados mortales, al menos una vez al año, y en peligro de muerte y si se ha de comulgar».

Nos preocupamos cada vez más de la «formación» de nuestros hermanos y, sin embargo, dejamos abandonados aspectos sumamente relevantes. Si queremos una fructífera estación de penitencia, no podemos dejar caer en saco roto la oportunidad de acercar a aquellos que se acercan a la fe desde la piedad popular a la experiencia del perdón y la reconciliación.

 


 

1 comentarios:

  1. Es algo necesario.. reconciliación y así dar pleno sentido a la Semana Santa

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