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15-03-2024
«Y, sobre todo, quiero dar las gracias a mi padre, que está allá arriba. El hombre que, cuando le dije que quería ser actor, dijo: “Maravilloso, pero búscate una profesión de repuesto, como soldador”. Gracias. Dios los bendiga».
(Discurso de Robin Williams en agradecimiento al Oscar por su papel en El indomable Will Hunting)
Convenimos que la Semana Santa tal y como la vivimos ahora es el fruto de una larga evolución de siglos –con particular empuje durante el barroco– de la necesidad de hacer vívido el recuerdo de la pasión de Jesús. No es descartable que lo que acabó por ser procesión con un conjunto de imágenes no comenzara de alguna manera con la escenificación de autos más o menos cerca de las iglesias. He ahí una palabra clave: escenificar. Por lo tanto, los actos de los días centrales para los cofrades tienen mucho de dramático.
Esta semana el mundo ha mirado una vez más a la alfombra roja más famosa ante el esperado reparto de Óscar que, como es habitual, dejan aplausos, agravios, anécdotas y algún que otro enfado. Y, en ese contexto, me preguntaba mi amigo Carlos el otro día cómo creía yo que serían unos Óscar de la Semana Santa de Salamanca, si tal cosa pudiera ser.
Difíciles. Fue mi respuesta de primeras. Me enteré hace poco de que la Academia la componen más de mil expertos de todo el mundo y aún así ya se sabe que siempre hay lío. Así que aquí, que todo al final recae en unas pocas docenas de manos, ni pensarlo quiero. Baste ver el revuelo y comentarios de todo tipo que generan las pocas cosas que se someten a votación.
Además, a los jurados siempre les gusta dejar su firmita de una manera u otra, y que no siempre ganen los favoritos. O sea, que siempre el lío estaría garantizado.
A pesar de todo, solo por fabular, me dio por pensar los premios que a mí me gustaría repartir la próxima Semana Santa que está a punto de comenzar, sin ningún ánimo de consenso ni representatividad:
La mejor fotografía para esa procesión en la que el público no cruza continuamente por las filas y, si puede ser, que mientras espera no tire pipas y similares al suelo.
La mejor banda sonora para la gente que no aplaude porque entiende que no es el momento de aplaudir y, ex aequo, para los que se dejan el alma aplaudiendo cuando el Cristo de la Vela y Nuestra Señora del Silencio bajan los escalones de Jesús Obrero.
La mejor iluminación por mantener la apuesta por la cera natural y seguir reduciendo la potencia de los focos.
Mejor actor y actriz de reparto para todos aquellos que, pase lo que pase, se vistan su túnica, se pongan su capirote (si es el caso) y cojan su cirio para hacer un acompañamiento lo más numeroso posible a su imagen (o, en su defecto, los mejores efectos a la procesión que consiga que lo parezca).
El mejor montaje para la nueva intentona del Viernes Santo, con la confianza de que esta vez no haya turbaciones.
Mejor director para Óscar Rodríguez, cuya voz seguirá marcando el paso en cada revirada del camino.
Mejor protagonista, fuera de concurso, porque solo puede haber uno…
Por suerte, y con todos los problemas habidos y por haber, habrá un importante número de personas que no contarán los días de trabajo preparándolo todo, que vivirán intensamente las horas de procesión y que cuando finalice ese recorrido habrán hecho mucho por ellos, por su cofradía y por su ciudad sin esperar ningún premio. Y ese sí que es el mejor guion posible.
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