miércoles, 19 de marzo de 2025

En el nombre del padre

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 Almudena Salvador Atienza

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 19-03-2025


En un día tan señalado como hoy, no podía ser de otra manera que este artículo tratara de otro asunto. En el día del Padre, con mayúscula, porque Padre no hay más que uno, si a lo biológico o a lo Divino nos referimos, mi más sincera, profunda y respetuosa admiración va para todos ellos.

En la infancia, el padre es una figura protectora y segura que brinda amor y estabilidad, el padre es para un hijo su consuelo, su refugio, el mejor lugar donde acudir para sentirse protegido, entre sus brazos, pero a medida que se va creciendo, este papel empieza a evolucionar y a convertirse en un guía y mentor, el mejor consejero y orientador en el camino de la vida.

Aunque el término «padre» tiene una connotación biológica, no se limita al vínculo sanguíneo y no todos los padres son necesariamente aquellos que engendran un hijo. El concepto de paternidad incluye a aquellos que asumen la responsabilidad de guiar y cuidar a otros sin necesidad de una relación biológica, del mismo modo que san José, santo custodio de la Sagrada Familia, cuidó y protegió a Jesús, hijo de su esposa, María.

La paternidad, dice el Santo Padre, el papa Francisco, «debemos recordar que nunca es un ejercicio de posesión, sino un “signo” que nos evoca una paternidad superior» (Patris Corde n.7). Como cristianos y creyentes, la figura del padre se asocia con una deidad suprema, una fuerza trascendental que da origen al universo y a la vida misma. Dios es reconocido como el Padre Celestial, quien brinda cuidado y amor incondicional, modelo de paciencia, compasión y perdón, siempre dispuesto para aquellos que buscan su ayuda.

A lo largo de la vida, las personas pueden encontrar diversas figuras paternas que cumplen un papel fundamental en su desarrollo. Nuestros padres espirituales, por ejemplo, nuestros párrocos. Estos «padres» proporcionan orientación, curan nuestras almas heridas por el pecado, generan en nosotros una gran paz espiritual, comparten sus enseñanzas valiosas sobre el respeto, valores, amor al prójimo, nos enseñan a perdonar y dan apoyo a las personas que lo necesitan reforzando su fe.

En ese mismo sentido, quiero destacar la figura del consiliario o capellán en el seno de una cofradía, que es fundamental al ejercer como padres y guías dentro las mismas. Los consiliarios o capellanes tienen por delante una gran tarea por desarrollar dentro de las cofradías. A través de su labor, los consiliarios aseguran que las cofradías no sean solo espacios de culto externo, sino verdaderas comunidades de fe, esperanza y caridad que forman a sus miembros en la verdadera esencia de ser cristianos y crecer a su vez también como cofrades.

Es quizá el turno ahora, como hijos, de devolver tanto amor, tanto apoyo, tanta entrega sin esperar nada a cambio. En este tiempo de Cuaresma, debemos parar, para reparar. Reparar las heridas, sanar los corazones. Parar y pensar cómo mejorar, cómo devolver todo lo recibido, cómo agradecer tanto por tantas cosas en una vida en la que siempre vamos corriendo de un lado para otro.

Comencé mostrando mi admiración y respeto y termino dando las  gracias a todos y cada uno de los padres que nos acompañan a lo largo de nuestras vidas, a los padres biológicos que entregarían su propia vida por sus hijos, a los padres no biológicos, pero que lo ejercen con el mismo amor y entrega como si lo fueran, a todos los párrocos que marcaron nuestro camino y guiaron nuestros pasos, a muchos sacerdotes que siempre están dispuestos a ayudar cuando se les solicita, a los consiliarios de las cofradías que dedican su tiempo en nosotros, aunque no dispongan de mucho. A todos ellos GRACIAS infinitas.

 

 

 

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