Tras
el recogimiento de la Cuaresma y la intensidad de la Semana Santa llega la
Pascua, tiempo de luz que rompe toda tiniebla, tiempo de esperanza, de alegría
desbordante, de vida que vence a la muerte.
El
cofrade vive muy intensamente la pasión y muerte del Señor. Por eso nos
quedamos estancados y no avanzamos, nos olvidamos de recoger el verdadero
mensaje que encierra el hecho por el que Jesús muere en la cruz.
Estas
líneas pretenden no olvidar lo esencial del mensaje, para tener presente lo
realmente importante, refrescando lo que como cristianos ya sabemos. Recordar que
el mensaje que encierra la resurrección es que el amor venció al odio, la luz
venció a las tinieblas, la verdad venció a la mentira, el perdón venció a la
venganza.
Ser
cofrade tras la resurrección del Señor implica mantener el compromiso, no se
puede tirar la toalla, porque nada acaba y todo empieza, porque es justamente
ahora cuando el cofrade adquiere una dimensión más profunda. Es ahora cuando
empieza otra etapa no menos importante, quizá menos visible, pero más esencial.
Es el Domingo de Resurrección cuando todo cobra sentido. Es ahora cuando
nuestra misión cobra mayor importancia y debemos proclamar que la tumba no
encierra la muerte, sino que se abre a la eternidad, debemos convertirnos en
portadores de esa buena noticia. La resurrección de Cristo nos libera de la
esclavitud del pecado.
El
Lunes de Pascua despedimos con gran pesar a nuestro Santo Padre, el papa
Francisco, quien nos regaló centenares de buenos mensajes y consejos antes de
partir. El último durante su bendición del Urbi et Orbi del pasado 20 de
abril de 2025, que ya no pudo leer. «Sí, la resurrección de Jesús es el
fundamento de la esperanza; a partir de este acontecimiento, esperar ya no es
una ilusión. Gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no
defrauda. ¡Spes non confundit! Y no es una esperanza evasiva, sino
comprometida; no es alienante, sino que nos responsabiliza». En este año jubilar,
todo cobra un especial sentido. «El mal no ha desaparecido de nuestra historia,
permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre
quien acoge la gracia de este día».
Ser
cofrade en tiempos de Resurrección es un privilegio y una responsabilidad como
nos dice el papa Francisco. Es vivir con la certeza de que Cristo ha vencido y
nosotros con él. Es dejarse transformar por esa luz para ser también luz en
medio del mundo. Porque si verdaderamente hemos acompañado al Señor en su
Pasión, ahora estamos llamados a proclamar
con nuestra vida que él vive.
La
Resurrección invita al cofrade a vivir con alegría, a perdonar con generosidad,
a servir sin descanso, a luchar por la justicia. Es tiempo de abrir las puertas
del corazón, de compartir la fe, de salir al encuentro del que sufre, del que
duda, del que está solo.
En
resumen, ser cofrade después de la resurrección significa continuar la fe y el
compromiso con la comunidad de hermanos, manteniendo vivo el mensaje de
esperanza que la resurrección conlleva. La fe en Cristo, la participación en la
vida de la Iglesia, la oración, la caridad y la unión entre los hermanos son
elementos clave en la vida de un cofrade.
Ser
cofrade en tiempos de resurrección conlleva comunicar y transmitir el mensaje
que Jesús dejó escrito en nuestros corazones.
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