A mi hijo Yago en su 10º cumpleaños
Si
hay algo obtuso en la Tauromaquia, en la concesión de trofeos, es la
peculiaridad de los que presiden el palco. Allí, con la solemnidad del rito
vespertino, aparecen personajes oscuros que con una sequedad impasible acceden
a juzgar lo que la suerte reparte en el albero.
Recientemente,
en la Feria de San Isidro, la que abre y cierra puertas a lo largo del orbe
taurino, un presidente, un tal Ignacio o Iñaki, parece ser que, del gremio de
la seguridad pública, actuando como un burdo, soez y vulgar portero de
discoteca o de after sórdido, negó la
oreja a Morante de la Puebla tras una faena de esas que se sueñan y superan la
realidad de cualquier inteligencia suprema y cosmogónicamente ordenadora.
Dice
el reglamento que la primera oreja, sea de casquería o de ibérico de Joselito,
es potestad del público. Y aquí, salvo algún cabestro del chiquero 7, todo el
público juzgó (juzgamos) que el genio hispalense de La Puebla del Río tenía que
haber paseado la oreja por el albero madrilano. La pitada que se llevó el
presidente, el tal Ignacio, más bien ignoto, limitado en su heroica gesta
neuronal fue tan monumental como el epíteto del coso venteño. Para mí, lo mejor
de la tarde fue la mirada de Morante al presidente. Sin mediar palabra, sus
pupilas se fumaron un puro a la salud del chulo que confundió el palco con los
toriles.
En
nuestra Semana Santa, llevamos tiempo con la consabida democracia en las
cofradías. Por un lado, la reglamentación, como si del Convenio Colectivo de
Subalternos se tratara, ofrece unas respuestas de marco y de guía a quienes van
a servir pastoralmente a los laicos en su asociación de fieles, dizque
hermandad o cofradía. Por otro lado, no lo negamos, que los grupos de poder
aupados por candidaturas respecto a morcillas, costales y fajas también han
perfilado juntas y mayordomías al estilo Playmobil: brazos abajo, brazos
arriba y ni siquiera sujetarla para miccionar.
Recientemente,
casos como las candidaturas en diferentes hermandades salmantinas, han puesto
al descubierto que la Retana (perdón, retama) seca se puede prender y quemar
fácilmente. Que si el curso de formación, que si separados, divorciados…
¡joder! Hubo un cura allende el Tormes que gozó de muy buena Salud a pesar de
sus desmanes con los más vulnerables durante años, lustros, decenios. Y claro,
desde el palco episcopal, se miró para otro lado. Porque muchas veces desde el
palco se muestran toallitas húmedas, muy húmedas, a falta de sacar los pañuelos
que otorguen seriedad a la gesta taurómaca de la vida y la muerte. Mira que
araban bueyes en las tierras de Caín.
Llama
la atención que estas autoridades también presiden en Semana Santa sus
palquillos. En las carreras oficiales (reales o virtuales), presentan venias a
todo el mundo para, acto seguido, emputecer con sus malévolas decisiones a
diestro y siniestro.
En
Salamanca hace tiempo que vendría bien que, desde Calatrava, alguien con
sentido común y no prendido de Chinchón (destilando que es gerundio) se
encargara de algo que escuece como el alcohol en herida abierta, la Semana
Santa y las cofradías. También somos católicos y participamos y somos Iglesia,
aunque en distintos círculos. No es lo mismo el círculo del neófito recién
entrado que el núcleo de la vivencia de fe parroquial. Pero todos somos
católicos.
Taurinamente
hablando, se sigue pensando que Marco Pérez, nuestro Marco, sigue tomando el biberón
con la muleta. Y hace tiempo que se echó a la espalda el chuletón del capote de
brega, el estoque y demás trastos de torear. No podemos seguir tratándole como
un infante si queremos verle bailar, tarde tras tarde, con la parca de pitones.
Y
sinceramente, la autoridad eclesial nos sigue tratando a los cofrades como
infantes con rabietas. Hace tiempo que desde Calatrava han ido echándonos del
atrio del templo para favorecer a monipodios de la lujuria y la apariencia del
añil. No dudamos de que pueda haber prestes que crean que el mundo arriano de
la Semana Santa merece la pena («Se dan casos…»). Pero por lo general, la
sinodalidad finaliza do nació el Lazarillo. Porque entre pesquera y molino, el
agua surca y fluye y, es mejor dejar todo correr. Para aceñas férreas, los
pórfidos fajines.
Palcos,
palquillos, presidentes, y como colofón los asesores taurinos; esos que dejaron
de aparecer en los carteles hace lustros para copar portadas de medios de
información taurina con su falta absoluta de criterio. ¿Cómo va a asesorar
alguien que lleva sin pisar un albero desde que Pizarro alanceó toros en el
Perú? Pasa a veces en Educación, que tenemos un montón de liberados patronales
(ahora mismo superan a los sindicales) que marcan las pautas de centros sin
haber respirado una brizna de tiza o una pavesa de docencia dizque paciencia.
Lo
mismo que curas, prestes, frailes, obispos… se mancaron con el cayado; y solo
emiten y excretan decretos de suspensión de candidaturas. Y mientras, los
cambistas siguen alrededor del templo ofreciendo todo tipo de dádivas a quienes
quieran postularse al Santa Sanctorum de cualquier penitencial.
Prefiero
mi tronera que el palco si de decidir la suerte de un torero se tratara. Hay
que ser valiente hoy en día para meterse a dirigir una cofradía en la que
todavía no impera el costal. Hay que pisar arrabales y dar mucho amor. Y sobre
todo paz. Porque de guerra, incluso las quijotestas batallas orquestadas desde
la contemporánea Orden (salmantina y mirobrigense) de Calatrava ya tenemos
bastante. Kal-a-Traba es un sultanato
de reino taifa de segundo orden.
¿Qué
quieren, un papel? Ahí tienen el crotal. El crotal de las orejas del toro de la
verdad y la pulcritud. Porque es en la tauromaquia donde se unen ética y
estética de por vida. Es en el obispado donde ética y estética se divorcian sin
el menor atisbo de nulidad matrimonial por medio. Más crotal y menos costal.
Más albero y menos palco. Más tronera y menos decreto. Más capote y menos
pañuelo. Mas Arrio, más pueblo y menos mitra. Tendidos, pero no derrotados.
Y,
¿si no? Pues la propia mirada incisiva de Morante. Cada pupila, cual mirilla
cinegética, reflejó un golpe certero de verduguillo a la ignominia del
presidente y su asesor. Frente a tanta corbata, luces; muchas luces de los
brocados y bordados de los trajes de los que se visten cada tarde para torear
en las Ventas, en la Glorieta, en San Martín o en el Arrabal. No pasaron ni
diez días y la Puerta Grande de la Plaza Mahou se abrió de par en par. Solo le
faltó el palio papal a Morante en su saludo desde el Wellington; el solideo lo
tenían Iñaki y sus muchachos.
Amor,
Paz y Humildad. ¡Cuánto que aprender desde el Corrillo hasta los Montalvos!
Feliz
Verano. Nos vemos en septiembre, cuando la Glorieta vuelva a bullir en ferias y
la enhiesta y torrada imagen de Santa María Vega presida, otra vez más, el
inicio de un nuevo curso.
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