He
preguntado a la Inteligencia Artificiosa que
cuándo empezaba la Semana Santa en Salamanca y me han contestado que la Semanasanticense es todo el año.
Repregunté: «¿Todo el año?». Y, parafraseando a Bécquer, me respondieron: «¿Y
tú me lo preguntas? ¿Siendo salmantina?». No insistí más. La Semanasanticense es todo el año.
Me
gustaría compartir una vivencia que me ocurrió a finales de septiembre. Salía
de trabajar y vi a un grupo de jóvenes colocando farolillos en la calle
Consuelo. Me acerqué y pregunté que si eran las fiestas del barrio. Lo que no
se me pasó por la imaginación, mientras me acercaba, es que pertenecían a una
hermandad y estaban decorando las calles del centro histórico de una Ciudad
Patrimonio de la Humanidad con «tulipas» de papel blanca y cintas verde botella
con dorados para que procesionara un paso. Todo muy elegante.
Este
hecho me recordó a una conversación que mantuve con Jesús Málaga cuando
presentó su libro La vida cotidiana en la Salamanca del siglo XX. 1940-1975. Le pregunté que
cómo había vivido Salamanca la dictadura. Su respuesta fue que aquí, en Salamanca, se logró ensayar lo
que es una Ciudad de Dios.
En esa década de los cuarenta
y cincuenta del siglo pasado vivían en Salamanca cuarenta y cinco mil
religiosos. Muchos de ellos vinieron a estudiar a la Universidad Pontificia, que
se funda en 1940, Teología y Cánones.
En ese momento, más de doscientas
órdenes religiosas tenían convento, casa o sede en Salamanca. Unas con diez
miembros y otras con dos mil. Así, la cifra de cuarenta y cinco mil religiosos.
Salamanca no llegó a ser
Ciudad de Dios, pero a poco que se
apliquen las cofradías y hermandades salmanticenses y viendo que semana sí,
semana también, salen imágenes a la calle en procesión… cada vez queda menos
para que le otorguen a la capital del Tormes tan elevada distinción.
Quizá me estoy perdiendo
algo al no pertenecer a una cofradía o hermandad y recurrí, esta vez sí, a la
Inteligencia Artificial. Le pregunté que por qué gustaba tanto la Semana Santa.
Esta fue su resolución: «Ofrece una mezcla de emociones, desde la tristeza y la
reflexión sobre el sacrificio hasta la alegría y esperanza de la resurrección,
atrayendo a personas por motivos espirituales, de identidad comunitaria y por
el atractivo cultural de sus procesiones».
Me ha faltado en esta respuesta
una mención al primer pecado capital, porque al cruzar mi mirada con algunos
procesionarios, lo he sentido.
0 comments: