miércoles, 22 de octubre de 2025

Cincuenta y dos semanas «santas»

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Lira Félix Baz

Farolillos en la calle Meléndez con la Pontificia al fondo

22-11-2025

He preguntado a la Inteligencia Artificiosa que cuándo empezaba la Semana Santa en Salamanca y me han contestado que la Semanasanticense es todo el año. Repregunté: «¿Todo el año?». Y, parafraseando a Bécquer, me respondieron: «¿Y tú me lo preguntas? ¿Siendo salmantina?». No insistí más. La Semanasanticense es todo el año.

Me gustaría compartir una vivencia que me ocurrió a finales de septiembre. Salía de trabajar y vi a un grupo de jóvenes colocando farolillos en la calle Consuelo. Me acerqué y pregunté que si eran las fiestas del barrio. Lo que no se me pasó por la imaginación, mientras me acercaba, es que pertenecían a una hermandad y estaban decorando las calles del centro histórico de una Ciudad Patrimonio de la Humanidad con «tulipas» de papel blanca y cintas verde botella con dorados para que procesionara un paso. Todo muy elegante.

Este hecho me recordó a una conversación que mantuve con Jesús Málaga cuando presentó su libro La vida cotidiana en la Salamanca del siglo XX. 1940-1975. Le pregunté que cómo había vivido Salamanca la dictadura. Su respuesta fue que aquí, en Salamanca, se logró ensayar lo que es una Ciudad de Dios.

En esa década de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado vivían en Salamanca cuarenta y cinco mil religiosos. Muchos de ellos vinieron a estudiar a la Universidad Pontificia, que se funda en 1940, Teología y Cánones.

En ese momento, más de doscientas órdenes religiosas tenían convento, casa o sede en Salamanca. Unas con diez miembros y otras con dos mil. Así, la cifra de cuarenta y cinco mil religiosos.

Salamanca no llegó a ser Ciudad de Dios, pero a poco que se apliquen las cofradías y hermandades salmanticenses y viendo que semana sí, semana también, salen imágenes a la calle en procesión… cada vez queda menos para que le otorguen a la capital del Tormes tan elevada distinción.

Quizá me estoy perdiendo algo al no pertenecer a una cofradía o hermandad y recurrí, esta vez sí, a la Inteligencia Artificial. Le pregunté que por qué gustaba tanto la Semana Santa. Esta fue su resolución: «Ofrece una mezcla de emociones, desde la tristeza y la reflexión sobre el sacrificio hasta la alegría y esperanza de la resurrección, atrayendo a personas por motivos espirituales, de identidad comunitaria y por el atractivo cultural de sus procesiones».

Me ha faltado en esta respuesta una mención al primer pecado capital, porque al cruzar mi mirada con algunos procesionarios, lo he sentido.



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