lunes, 1 de marzo de 2021

¿Dónde están nuestras cofradías?

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Roberto Haro

Jesús Nazareno expuesto al culto en San Julián | Foto: Roberto Haro
01-03-2021


Y así, sin darnos cuenta y sin solución de continuidad desde el miércoles de ceniza, nos encontramos ya en la segunda semana del salterio, en el segundo lunes de Cuaresma. Una Cuaresma, que por mucho que lo queramos evitar, seguirá siendo diferente a todas las anteriores y a las venideras.

Ya han llegado los momentos donde el nerviosismo ante la llegada de los actos de Cuaresma de las cofradías, el olor a incienso, cera y flores que ambientan esos rezos intimistas al entrar en las iglesias y capillas ante las imágenes presidiendo los altares de culto o montados en sus pasos procesionales para la salida procesional, el bullicio alegre –y a veces hasta exagerado- de los cofrades arremolinados en torno a la puerta, apurando si acaso ese último pitillo antes de entrar al culto correspondiente o su desfile procesional, el sonido de los instrumentos de las bandas de música en los innumerables conciertos de cuaresmales… el sentir que todo llega y todo pasará en menos de cuarenta días.

Sí, amigos cofrades. Todo eso seguirá vivo y vigente en la Cuaresma y próxima Semana Santa en la que no habrá procesiones por la calle, el culto externo de nuestras cofradías, congregaciones y hermandades de la ciudad. Pero las hermandades y cofradías siguen y seguirán vivas, ya que su vida no se restringe solo a ese hecho puntual alrededor de la luna de Nisán, como hemos comentado más de una docena de veces.

La Cuaresma, como preparación espiritual del cristiano para alcanzar la Pascua, nos recuerda la fragilidad humana a través de la penitencia, deseo y dolor. La vida cristiana nos presenta a menudo, por no decir siempre, la dolorosa condición de comprobar nuestras carencias y las trágicas situaciones de muerte y odio que se dan en nuestra sociedad. Sí, en nuestras cofradías y hermandades, como parte de esta sociedad, también se producen estas situaciones. Es por ello que es preciso tener la valentía de mirar con ojos nuevos, purificados por un sincero arrepentimiento, a través de la oración cuaresmal.

Es precisamente en este punto donde las cofradías de nuestra ciudad mostrarán donde se sitúan dentro de esta realidad cofrade en estos momentos, ya que es bastante heterogénea. Ya conocemos todos que este colectivo integra a personas de diversas mentalidades y motivaciones. Desde aquellos que simplemente les gusta vestirse de gala, ponerse la medallita al cuello, dejarse ver y a oír tambores en la calle en cuantas más procesiones mejor (sic), hasta a aquellos otros que entienden el camino de la oración y purificación como válido para vivir la vida como un cristiano comprometido. Y entre medias de estas dos posturas, existe un sin fin de variantes entre los dos extremos mencionados como un abanico de posibilidades, tantas como cofrades existan en nuestras cofradías.

Pero en el seno de esta pluralidad de situaciones, las juntas directivas de cada cofradía tienen que luchar por consensuar y acercar posturas entre todas las «facciones» de sus afiliados para llegar a cuestiones mínimas que garanticen que esta riqueza de la diversidad no se convierta en el principio de la perversión del concepto y sentido de las cofradías. Y los «mandamases» de las cofradías de hoy en día no lo tienen nada fácil por el empuje incoherente que existe en muchos cofrades e incluso en las propias juntas de cofradías.

Hay dos claves en esa postura de mínimo acuerdo que no se pueden nunca traspasar: salvaguardar la dimensión religiosa como esencia y fundamento de estas; y tener plena conciencia de que constituyen una tradición que nos legaron nuestros mayores y que hemos de ofrecerla para las generaciones venideras; es decir; tienen una dignidad que está por encima de nosotros y le debemos, cuando menos, un profundo respeto.

A la primera de ellas quiero referir en este escrito. Porque tantas veces como se pregona el valor histórico, cultual y popular de las cofradías y, sin embargo, no somos coherentes con el verdadero y profundo significado de esa afirmación. Y los dirigentes deberían tener claro que, como administradores temporales de algo que no les pertenece, tienen el deber y el honor de conservar y transmitir el patrimonio material, artístico y espiritual que hemos heredado, incrementando con nuestras aportaciones y esfuerzos, que se sumen a lo anterior. Pero, por desgracia, ha habido y hay generaciones que no han dejado huella de nada e incluso, han destruido parte de lo que recibieron.

En estos tiempos duros que toca vivir, donde hay que aplicar más que nunca el sentido de Cuaresma, veremos cómo algunas cofradías o hermandades se atreven a traspasar, con esa actitud básica mínima, la dimensión religiosa de la cofradía y expondrán en esta época sus imágenes en sus altares, en besamanos, o jugarán a los pasitos en Semana Santa para dar aire a sus costaleros o hermanos de carga, simplemente para dar una vuelta al atrio correspondiente de su iglesia, para matar el gusanillo de haber cargado una imagen este año.

¡Cuántas actitudes personalistas y orgullosas son capaces de producir irreparables daños en contra de lo que podría ser una trayectoria fecunda, llena de satisfacciones para todos! Cuántos comportamientos revelan que muy por encima del interés general de nuestras hermandades están los protagonismos e intereses personales por hacerse notar y quedar por encima de los demás por hacer algo diferente.

Y después de todo, me he quedado corto con lo que piensan hacer algunos miembros de las cofradías en estas próximas semanas. Sin embargo, a pesar de todo, falta lo que solo tú sentirás. Lo íntimo. Lo tuyo. Lo que nadie conocerá. Y serán esas sensaciones personales las que realmente te hagan sentir las ganas de vivir y disfrutar cada minuto de este periodo de Cuaresma. Y por mucho que queramos, no podremos explicarlo jamás, tal y como me ha ocurrido a mí.


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